28 abril, 2024

Somos un pueblo egoísta y cobarde…

Desde que somos pequeños nos enseñan que el bien común es prioritario sobre el bienestar individual.

Los principios de la religión católica, que alberga la mayoría de creyentes en nuestro país, nos inculca amar al prójimo más que a uno mismo.

Incluso el mayor ejemplo de esta forma de pensar, es el sacrificio del hijo de dios, que entregó su vida a cambio de redimir los pecados de la humanidad.

Desde pequeños nos hacen estudiar de memoria a los héroes de la patria.

Nos inculcan a raja tabla los principios cívicos y nos hacen rememorar las gestas heroicas de nuestra historia.

Nos hacen creer las historias donde nuestro pueblo y sus héroes se sublevaron contra los tiranos que quisieron someternos.

Así, mediante pomposos desfiles y actos solemnes, en cada escuela se nos va inculcando el espíritu indómito, patriótico y libérrimo de los héroes que nos antecedieron.

Todo eso nos va forjando una personalidad ficticia.

Al final de este proceso de aprendizaje inducido, acabamos convencidos de ser un pueblo indómito, que no agachamos la cabeza ante nadie y peor que caemos subyugados de rodillas.

Hemos votado presidentes que por ladrones o incapaces nos han pretendido gobernar mediante el abuso del poder que les conferimos. Hemos luchado dejando nuestra sangre en las calles cuando nos rebelamos contra las dictaduras que han querido someternos. Hemos sido un pueblo libre, patriótico y rebelde contra la tiranía de cualquier clase que se nos haya tratado de imponer.

Las enseñanzas y las situaciones que vivimos en nuestra crianza, nos forjaron una personalidad única dentro de los pueblos latinos americanos.

Nos otorgaron una identidad bravía formada a base de pundonor, rebeldía y sobre todo una ilimitada capacidad de reacción frente a lo que amenaza nuestra libertad.

Sin embargo; hoy nuestra triste realidad es diferente, nos hemos despersonalizado.

Vivimos una indolencia cómplice con el tirano de turno.

Hemos perdido la identidad y la solidaridad del bien común.

Lo único que nos importa es lo que nos pase a cada uno, sin importar un comino lo que les pase a los demás.

Antes éramos capaces de dar nuestra vida por defender una injusticia cometida contra cualquier ciudadano.

Hoy, con nuestro cobarde silencio de no protestar, dejamos que cada día se lesione a alguien nuevo y dejamos que esto ocurra mientras lo mismo no nos ocurra. Ahora por el miedo a que nos enjuicien o nos metan presos, dejamos que se perpetúen las más grandes injusticias contra cualquiera.

Nos quedamos apáticos, indolentes y sin protestar. Nos quedamos en silencio y sin reclamar a pesar que diariamente vemos con pruebas irrefutables como arremeten contra cualquiera y la desvergonzada manera cómo nos roban.

Nos hemos convertido en un pueblo egoísta y cobarde.

Egoísta por que nos aferramos a la falsa convicción de que mientras no nos toque a nosotros, es mejor no protestar por lo que le pasa a los demás.

Es como si cada día creyéramos en la mentira que inventamos para convencernos que lo único que debemos proteger es lo nuestro, mientras que no nos debe importar la injusticia que se está cometiendo con los demás.

Vivimos en un país donde las ilegalidades se hacen legales. Se lo hace mediante la instalación de procesos judiciales que violan todas las normas constitucionales. Con esto se hace legal lo ilegal y se le da un rostro democrático a un autoritarismo basado en el respaldo de la mayoría popular.

En realidad este falso respaldo popular se basa en la permisividad que la mayoría popular permite por la cobardía y el miedo expresado a través de su silencio. Nos han convertido en un atado de borregos. Sumisamente marchamos por donde nos quieran llevar.

Nuestro pueblo se siente agradecido por las dádivas que le tiran y le permiten comer sin trabajar. Nos inclinamos sumisos con la cabeza agachada frente a la tiranía y la pillería que nos imponen. Con nuestro silencio cómplice lo permitimos.

El pueblo no reacciona por miedo o por no perder la limosna vergonzosa de un bono solidario, que ofende porque lo pone de rodillas. Somos pordioseros a los que han convencido que tenemos la suerte de recibir este beneficio. Por el privilegio de recibir esta dádiva defenderemos a quién nos la regala.

Lo que no comprendemos es que este gesto de desprendimiento es una insignificancia si lo comparamos con la cantidad de dinero que nos roban delante de nuestras narices.

El pueblo ha cambiado. Ahora es feliz al extender su mano y recibir algunas monedas. Gozará cada ves que le den circo a través de quitarle sus bienes a cada rico de turno que se pueda.

Este show de la incautación de las propiedades a quienes más tienen, solo fomenta el odio y el morbo libidinoso de los que menos tienen.Se fomenta la lujuria de la gente. Se les hace creer que es la primera vez en la historia que a nombre del pueblo se les quita las propiedades a los perversos ricos.

La realidad es que esas mismas incautadas propiedades pasan a ser usadas para hacer deportes por los parientes de quien nos desgobierna.

Somos un pueblo cobarde porque es tan grande el miedo de que nos metan preso o nos quiten lo que tenemos, que callamos. No reaccionamos ni decimos nada.

Con esta apatía silenciosa somos cómplices de la tiranía porque permitimos que la ilegalidad se legalice y lo que nos roban nadie lo juzga, ni lo reclama.

Mientras nuestro pueblo reciba pan y circo, no reaccionará con la rebeldía que ha perdido.

La indiferencia popular ante los hechos, se ha volcado en la ilusión que el pueblo tiene hoy por Barcelona.
Si; parece increíble lo que digo, pero la gente ha vuelto a gritar en los estadios y ha abandonado su aguerrida protesta por las calles. A nadie le interesa que nos roben; peor que se cometan las injusticias que vemos.

Creemos que no importa lo que pase mientras no nos toque, a pesar de que para nuestros adentros odiemos al que abusa del poder para eternizarse en el poder.

El alimento del tirano es el silencio del cobarde…

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5 comentarios

  1. Al editorialista se le olvido agregar que el Pueblo Ecuatoriano es un pueblo sabio , y por eso protesta cuando es justo protestar , y cuando calla no es por cobardia como pretende afirmar el Sr.Palacios , sino porque en su sabiduria el pueblo sabe que el que calla otorga , es decir que con su silencio reconoce el accionar de un Gobierno que es mejor de los que le precedieron , aunque no sea perfecto

  2. Cuanta razon tienes Miguel, esto que tu escribes, lo vengo diciendo hace 5 anos aprox. Nos hemos convertido en un pueblo de cobardes, Guayaquil lamentablemmente, ha demostrado su flojera, desde que correa
    esta en el poder. La libertad requiere de sacrificios, y agallas, pero………..aqui no las hay, ya nos convertimos, como dijo Quino Orrantia, en Guerreros de Madera, y no Madera de Guerrero. Si viene la accion, por favor contactame, «que acudire en el termino de la distancia»
    Un abrazo

  3. Debio comenzar su bello articulo con la ultima linea: «El alimento del tirano es el silencio del cobarde»
    Tiene toda la razon, el pueblo es cada vez mas borrego y complaiente con el tirano.. Se conforma con migajas. Los hombres cobardes embriagandose con el entorpecedor futbol, y las mujeres ligeras comprando adefesios o preparandose para su proxima cirugia que le dara un par de tetas nuevas.. De verdad nos hemos convertido en una partida de idiotizados.
    Lo unico que nos esta esperando a ese ritmo, es ser mediocres, pobres y estupidos como los cubanos, los norcoreanos y los chavistas venezolanos. Que tristeza de pais.

  4. Los ecuatorianos no son ni egoistas ni cobardes y sobre todo han aprendido a traves de los anos y del sinnumero de gobiernos de que hay que simplemente sentarse a esperar que entre ellos mismos se deboren y con ello esta tan cotorreada revolution CIUDADANA que de ciudadana ha tenido muy poco y en la que ya se comenzaron a dar brotes de divisiones. Usted Sr. Palacios vive en el mundo de los heroes con espadas y a caballo. Eso ya se termino.

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