8 mayo, 2024

Mujeres por la democracia

Mi respetada amiga doña Vicky Moreno de Perry, miembro fundadora del grupo “Mujeres por la democracia”, en conjunto con otras apreciadas damas y señores, que creemos en ellas, me pidieron opinar sobre tener una mujer de Presidente de la República.

Posiblemente consideraron que me gusta ser frontal, definido y opuesto al acto de hacer una distinción o segregación que atente contra la igualdad de derechos para los individuos por cuestión social, edad, racial, religiosa, política u orientación sexual.

Existen procesos claves que explican las relaciones de rechazo interpersonal: Los Estereotipos, el Prejuicio y la Discriminación.
Nuestra identidad social es un constructo que discurre en esferas sociales, cognitivas y motivacionales; heredadas de los conquistadores. Quienes soslayaron su propia integración al estar prohibida la migración de mujeres españolas y europeas por casi un siglo, para instaurar “el auto concepto de la particular relación (violación por fuerza o engaño)”, para luego encasillar su descendencia en ciertas “categorías o grupos sociales”.

Estos colonialistas, violadores libertinos, destacaron una gran segregación al clasificar – sin razón – a los individuos, e identificarlos arbitrariamente con un grupo de “pertenencia”; mientras las alejaban de su grupo sanguíneo de ascendencia. Les negaron una identificación, de lo cual provienen los fenómenos de inclusión y exclusión.

Se inicia entonces la fundación de un “machismo” equivocado, que no es prevalente en la mayor parte de las sociedades.
Existe un estudio antropológico pionero sobre la temática de las ciencias sociales: es el de Margaret Mead, quien en 1935 publica: “Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas”. Describe los roles sociales y características del comportamiento de varones y mujeres de sociedades de Nueva Guinea. Tienen en común que no existen diferencias sociales entre varones y mujeres.

Mead describe a los Arapesh como “apacibles, cariñosos y atentos con la crianza de los niños, la cooperación y la ayuda al prójimo. Tanto varones como mujeres demuestran gran interés por lo erótico siempre y cuando éste se relacione con un profundo afecto. La presión social no existe en lo referente a la ocupación de varones y mujeres. La única tarea que todos deben cumplir es el cuidado de los niños”.

“Entre los Mundugumor tampoco hay diferencias sociales entre varones y mujeres. … La elección de pareja la realizan tanto varones como mujeres”.

“En la sociedad Tchambuli sí hay roles diferenciados. Las mujeres son dominantes, tienen un trato impersonal pero continuo con los demás. Ellas se ocupan de la pesca, la fuente de alimento por excelencia de la cual depende la supervivencia del grupo.

También se dedican a la manufactura de mosquiteras que, junto al pescado, son intercambiados por otros productos. Este intercambio es realizado por los varones.

Ellos son emocionalmente dependientes de sus mujeres, se dedican al arte, la confección de vestidos y el maquillaje utilizados en las danzas rituales a los que las mujeres asisten de espectadoras. La actividad de intercambio de la producción de las mujeres es una ocasión donde ellos visten sus mejores galas. La casa, la familia y la esposa es nominalmente del varón, aunque no tiene real poder de decisión”.

La importancia del trabajo de Mead comprueba que no existe correspondencia biunívoca natural estricta entre sexo y temperamento, hecha en una época en la que la Antropología daba esta correspondencia por deducida.

Mi respuesta definitiva es: Hay mujeres muy valiosas que pueden ejercer con gran efectividad la Presidencia de la República o de cualquier otro estamento. De mi experiencia sé que las mujeres son más leales a su empresa y buscan más intensamente el bienestar de sus hijos (la población).

Aprovecharé para destacar que considero una aberración el sistema de que “deben intercalarse puestos en las listas, basados en el sexo”. La razón es que puede darse muy fácilmente el que haya más mujeres capaces en una jurisdicción y formarse listas sólo integradas por ellas.
Mujeres por la democracia

Mi respetada amiga doña Vicky Moreno de Perry, miembro fundadora del grupo “Mujeres por la democracia”, en conjunto con otras apreciadas damas y señores, que creemos en ellas, me pidieron opinar sobre tener una mujer de Presidente de la República.

Posiblemente consideraron que me gusta ser frontal, definido y opuesto al acto de hacer una distinción o segregación que atente contra la igualdad de derechos para los individuos por cuestión social, edad, racial, religiosa, política u orientación sexual.

Existen procesos claves que explican las relaciones de rechazo interpersonal: Los Estereotipos, el Prejuicio y la Discriminación.
Nuestra identidad social es un constructo que discurre en esferas sociales, cognitivas y motivacionales; heredadas de los conquistadores. Quienes soslayaron su propia integración al estar prohibida la migración de mujeres españolas y europeas por casi un siglo, para instaurar “el auto concepto de la particular relación (violación por fuerza o engaño)”, para luego encasillar su descendencia en ciertas “categorías o grupos sociales”.

Estos colonialistas, violadores libertinos, destacaron una gran segregación al clasificar – sin razón – a los individuos, e identificarlos arbitrariamente con un grupo de “pertenencia”; mientras las alejaban de su grupo sanguíneo de ascendencia. Les negaron una identificación, de lo cual provienen los fenómenos de inclusión y exclusión.

Se inicia entonces la fundación de un “machismo” equivocado, que no es prevalente en la mayor parte de las sociedades.
Existe un estudio antropológico pionero sobre la temática de las ciencias sociales: es el de Margaret Mead, quien en 1935 publica: “Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas”. Describe los roles sociales y características del comportamiento de varones y mujeres de sociedades de Nueva Guinea. Tienen en común que no existen diferencias sociales entre varones y mujeres.

Mead describe a los Arapesh como “apacibles, cariñosos y atentos con la crianza de los niños, la cooperación y la ayuda al prójimo. Tanto varones como mujeres demuestran gran interés por lo erótico siempre y cuando éste se relacione con un profundo afecto. La presión social no existe en lo referente a la ocupación de varones y mujeres. La única tarea que todos deben cumplir es el cuidado de los niños”.

“Entre los Mundugumor tampoco hay diferencias sociales entre varones y mujeres. … La elección de pareja la realizan tanto varones como mujeres”.

“En la sociedad Tchambuli sí hay roles diferenciados. Las mujeres son dominantes, tienen un trato impersonal pero continuo con los demás. Ellas se ocupan de la pesca, la fuente de alimento por excelencia de la cual depende la supervivencia del grupo.

También se dedican a la manufactura de mosquiteras que, junto al pescado, son intercambiados por otros productos. Este intercambio es realizado por los varones.

Ellos son emocionalmente dependientes de sus mujeres, se dedican al arte, la confección de vestidos y el maquillaje utilizados en las danzas rituales a los que las mujeres asisten de espectadoras. La actividad de intercambio de la producción de las mujeres es una ocasión donde ellos visten sus mejores galas. La casa, la familia y la esposa es nominalmente del varón, aunque no tiene real poder de decisión”.

La importancia del trabajo de Mead comprueba que no existe correspondencia biunívoca natural estricta entre sexo y temperamento, hecha en una época en la que la Antropología daba esta correspondencia por deducida.

Mi respuesta definitiva es: Hay mujeres muy valiosas que pueden ejercer con gran efectividad la Presidencia de la República o de cualquier otro estamento. De mi experiencia sé que las mujeres son más leales a su empresa y buscan más intensamente el bienestar de sus hijos (la población).

Aprovecharé para destacar que considero una aberración el sistema de que “deben intercalarse puestos en las listas, basados en el sexo”. La razón es que puede darse muy fácilmente el que haya más mujeres capaces en una jurisdicción y formarse listas sólo integradas por ellas.

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