10 octubre, 2024

“El Congreso chileno aprueba nuevo proyecto que reemplaza la palabra «mujer» por «persona menstruante»

Con este proyecto se quiere imponer en el parlamento la «neolengua progre», gracias a la coalición del presidente Boric. Emilia Schneider, diputada, indica que el término de «mujer» sería manipulado en favor de hombres trans, personas no binarias, queer, u otras variantes de género, quienes biológicamente han nacido con sexo femenino, pero no se identifican con él.”

La antes mencionada información causa una inmensa repudia porque lo único que demuestra es hasta donde ha llegado un grupo “de criaturas de extraño proceder” que las transforma en seres fantásticos que sólo aparecen en los mitos y leyendas de las culturas del pasado. 

Estamos rodeados de ellas desde que, para evitar el efecto de la creación, se han esforzado por llamar la atención romper la lógica e instaurar un mundo completamente amoral.

Esta nueva pandemia de estupideces está muy alejada del principio de que el humano pertenece al reino animal… ¡Pero que es racional!

Dejemos a un lado la filosofía, porque esta posición, y otras similares de los proabortos, es carente de la reflexión metodológica que presenta el acoplamiento del saber y los límites de la existencia.

Todos respetamos que la mujer va más allá de ser una persona igual en sus derechos; por haber sido desde la génesis designada, para una misión mucho más compleja en relación con la que podemos llevar a un fin feliz los que somos del sexo masculino.

La consideración del feminismo como un movimiento plural y crítico de reivindicación, producto del conflicto social que genera una posición de subordinación y desigualdad de las mujeres en nuestra clase de estructura social: existe. Sin embargo, su solución está mal encaminada y empodera al hombre mientras le mengua en su justa aspiración a las mujeres. 

Se describen con esta fallida opción, muy temerariamente algunas de sus características, como la configuración de un nuevo sujeto a partir de un doble proceso: individual y colectivo de las mujeres, o el carácter multidimensional de su acción y su carácter transformador.

En una segunda parte se plantean argumentos locos que exponen las peculiares relaciones del movimiento con la sociedad a partir de considerar algunos de los dilemas a los que se enfrenta. 

Se trata de justificar una redefinición, a partir de su acción en el campo social, de la dialéctica entre lo privado y lo público. 

Se abordan implicaciones teóricas y prácticas por la tensión entre la singularidad del ser humano para formar una pertenencia a un sexo. Y por último se defiende una práctica feminista que combina elementos culturales de identidad con una falsa política social de justicia e igualdad. 

La cual en la práctica disminuye su hegemonía del mantenimiento de estabilidad para la libertad y fortalecimiento del ser humano cómo parte creciente en la calidad de exclusivas, confirmadas para formar la inconmensurable función de dar vida: que son las mujeres.

El movimiento feminista surge ante la supuesta necesidad de actuar sobre un arraigado conflicto, que atraviesa a la sociedad, determinado por el hecho de nacer mujer o varón. 

Sin el análisis sobre el origen y las consecuencias de la subordinación de las mujeres que ha dado lugar a distintas teorías, y en ocasiones a infructuosos debates.

Partamos de la consideración de que está basada en esa diferencia biológica y de espíritu inicial la causa de las artes que otorgan poder a los hombres sobre las mujeres, generando una sensación de discriminación y desigualdad. 

Por lo tanto, es un conflicto que conforma una de las características estructurales del actual modelo de formación social del cual han sido las féminas un pilar central en su organización.

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