19 abril, 2024

Historia

Preguntas sin respuestas- ¿Por qué San Martín se entrevistó con Bolívar en Guayaquil?

Sobre el descubrimiento de una carta confirmando que la entrevista de San Martín con Bolívar fue para proponerle que un príncipe europeo gobierne los territorios liberados y además San Martín expresarse mal de parte de los guayaquileños, me sorprende que el investigador ignorara valiosa bibliografía, como el libro del Coronel Jerónimo Espejo, acompañante de San Martín en Guayaquil y escritor de la Entrevista de Guayaquil, describiendo en detalles la visita. Numerosos documentos evidencian que ellos trataron varios temas. Sobre la propuesta del príncipe rechazada por Bolívar, es irónico ya que este tenía ideas similares, no olvidar su expresión: “He arado en el mar”.

Después de la tercera reunión con Bolívar, San Martin decidió zarpar la noche del segundo día; no esperó terminar el baile que el Cabildo había preparado en su homenaje. Todo historiador debe preguntarse, ¿por qué San Martín no se quedó hasta finalizar el evento social, dormir en Guayaquil y regresar a Perú al día siguiente? ¿Se sentía incómodo y molesto con Bolívar? Hay documentos que lo confirman. ¿Por qué hubo tres entrevistas para tratar el tema del príncipe? ¿No bastaba una?

Egipto

Faruk I (1920-1965), fue el último rey de Egipto; como todo déspota, vivió una vida de lujo, de excesos y despilfarros, lo que contrastaba con el hambre y la pobreza que sufría su pueblo. Tras su caída en 1952, cuatro generales han ocupado la presidencia de Egipto durante 59 años: Mohamed Naguib, Gamal Abdel Nasser, Anuar el Sadat y Hosni Mubarak.

Naguib encabezó la llamada “Revolución de los Oficiales libres”, gobernó durante los diecisiete primeros meses de la nueva República Árabe de Egipto; le sucedió en el gobierno Nasser, este militar es recordado por los egipcios con idolatría, gobernó desde 1954 hasta 1970, padre del panarabismo y modernizador de Egipto. Nasser emprendió grandes proyectos como la construcción de la presa de Asuán y nacionalizó el canal de Suez. En 1967 Egipto sufrió una derrota militar en la Guerra de los Seis Días. Este líder trascendió en la historia mundial, el “nasserismo” se acuñó como sinónimo de nacionalismo.

Conflicto Árabe-Judio (IV)

En nuestro encuentro anterior nos quedamos con el triste éxodo que inundó de refugiados árabes los territorios contiguos a Palestina. Los líderes de estos países que acogieron a los refugiados son también árabes y de alguna manera esperaban el final oficial de la soberanía británica para actuar, pero no todos ellos albergaban los mismos intereses. Y cuáles son?

Por un lado está Abd Allah de Transjordania, hijo del que fuera jerife de la Meca y cabeza de la dinastía de los hachemíes a quien los británicos le habían prometido el gobierno de un único estado árabe a cambio de su ayuda en la lucha contra el imperio otomano; pues bien, el muy respetable hijo del jerife negoció secretamente con los judíos a quienes prometió aceptar su nuevo estado a cambio de que les dejaran apoderarse del territorio prometido al Estado Palestino. Transjordania era una especie de corredor a través del desierto que comunicaba las dos zonas de influencia británica: Irak y Palestina.

Historia de dos pueblos

Estoy segura que en más de una ocasión,
tertuliando con amistades, familiares y
demás allegados, os habréis encontrado
hablando y escuchando sobre un tema de
preocupación social como es, el devenir de
este mundo nuestro, un mundo, una tierra
que aunque generosamente nos ha dado
la vida, a veces, sentimos vergüenza de
haber brotado de ella, especialmente
cuando nos da por reflexionar sobre la
desigualdad social, la pobreza y miseria
que invade un gran territorio del planeta,
las guerras y enfrentamientos y es
entonces cuando uno de los contertulios
se lanza a la aventura de pronosticar una
Tercera Guerra Mundial, y entonces surge
la pregunta premio, cuál sería la chispa de
este macroconflicto?, en qué lugar de
nuestro planeta saltaría esa chispa? Qué
lugar del mapa terrestre elegirían los
poderosos para iniciar el conflicto y estoy
segura que la mayoría de los asistentes
coincidirían en elegir Palestina, donde
árabes y judíos conviven a duras penas.

Pero, por quién decantarse, quiénes son
los buenos y quiénes los malos, quiénes
tienen más derecho sobre la tierra que
habitan? No es fácil responder a estas
preguntas, así que os propongo consultar
la historia de estos pueblos, reflexionar
sobre la misma y alcanzar un criterio
razonable y juicioso que mostrar a
nuestros contertulios en una próxima cita.

Bolívar en Lima

Bolívar apenas permaneció por tres años en el Perú, llegó como libertador en septiembre de 1823, y a los cinco meses ya era Dictador. Tan pronto llegó a Lima derogó la constitución liberal vigente en ese país, que había sido el resultado de debates parlamentarios e impuso su constitución boliviana. Llevó al Perú a sus amigos y deportó a todo político opuesto a sus ideas aristocráticas, centralistas y vitalicias. A los tres años había aceptado ser Presidente Vitalicio, pero debió salir subrepticiamente hacia Colombia y Venezuela que ardían en inquietudes políticas y rebeliones, amenazando su sueño colombiano, que se le escapaba como agua entre los dedos.

“Ayer he recibido un oficial posta de Panamá, trayéndome la noticia de que el general Páez (José Antonio) ha desobedecido la orden que le dio el gobierno a consecuencia de la acusación que se introdujo contra él en el senado (…) Sea lo que sea, yo me he determinado ir a Colombia a arreglar este desorden, que nos sería tan funesto y a dar la última mano en la consolidación de Colombia que está amenazada de una ruina completa” (carta al general Gamarra, 28/06/1826).

“Por este correo será Vd. Informado de los últimos acontecimientos en esta capital (Lima), que, a la verdad se ha mostrado muy superior a cuanto podía esperarse del pueblo más agradecido. El Colegio Electoral de esta provincia ha sancionado unánimemente la constitución boliviana y me ha proclamado presidente perpetuo” (Ídem,18/08/1826).

Los temores de Bolivar

El fantasma por los efectos de una anexión contraria a la voluntad de los guayaquileños, persiguió por mucho tiempo al Libertador: “En cuanto yo me vaya a Bogotá cargarán al galope todas las pretensiones de estos señores guayaquileños, peruanos y quiteños sobre el pobre general Sucre, al que le conceden eminentes cualidades menos la energía. Aseguro a Vd. con franqueza que, a pesar de la aparente tranquilidad en que nos hallamos en el Sur, yo comparo este país con el Chimborazo, que exteriormente está muy frío mientras que su base está ardiendo (…) Vd. crea amigo que esto está sumiso porque yo estoy aquí con 2.000 hombres de la Guardia y que estos 2.000 hombres no bastarían, si yo me fuese antes de dejar bien establecido el sistema” (Bolívar a Santander, 13/08/1822). Esto es lo que muchos historiadores ecuatorianos llaman sumisión voluntaria.

Otros que tratan sobre la independencia y de los años colombianos, tienden a minimizar las conquistas de Guayaquil, y sus luchas por la independencia. Parece ser que apocarlas es el único medio de elevar los méritos de sus propias comunidades o provincias. Al referir acontecimientos de significación histórica, que han demandado sacrificios a Guayaquil y a todo el litoral, lo homogenizan con el término “país quiteño”, es decir, la negación histórica de nuestras individualidades y diferencias. Según se entiende, con esto quieren incluir a todo el país en una sola identidad, lo cual no es así. Cuando se refieren al Departamento del Ecuador, no omiten colocar a Quito entre paréntesis, dando a entender lo de siempre, que tampoco existen en la Sierra ni siquiera Guaranda, u otras ciudades que la capital, ni otros ciudadanos que los capitalinos.

La campaña del Perú

La ciudad de Guayaquil era el puerto de embarque de las tropas hacia el Perú, y es fácil imaginar, la tortura que significaría el diario trasiego de hombres y sus familias que por no quedar abandonadas los seguían. Guayaquil convertida en la ciudad más cara y ruidosa de América, hacinamiento lodoso y malsano. No se escapaban ni las casas de familia ni los conventos para alojar a los hombres que iban a luchar en tierra extraña y desafecta. “Que se alisten las casas del convento de San Francisco y casas inmediatas, la casa de las señoras Rocafuerte en el Astillero, el convento de la Merced y dos casas inmediatas, el convento de Santo Domingo y dos casas inmediatas, y la casa del señor Villavicencio de la Plaza Mayor para recibir a tropas y oficiales” (Acta del Cabildo de Guayaquil, 12/11/1824).

En su urgencia por partir hacia la guerra de independencia peruana, Bolívar expresó: “Yo ansío por el momento de ir al Perú; mi buena suerte me promete que bien pronto veré cumplido el voto de los hijos de los incas y el deber que yo mismo me he impuesto de no reposar hasta que el Nuevo Mundo no haya arrojado a los mares todos sus opresores” (José Manuel Restrepo).

El Contubernio

Bolívar, el eterno vencedor, desconoce el mérito de Sucre en la rendición de Pasto y se atribuye el sometimiento de la región, cuando la verdad es que no pudo pasar por sí solo las infranqueables posiciones españolas en las alturas de Bomboná: “El general Sucre, el día de la acción, no sacó más ventajas que yo, a decir verdad, nosotros hemos tomado el baluarte del Sur y él se ha cogido la Capúa de nuestras conquistas (notable triunfo de Aníbal tras el cruce de los Alpes). Yo vuelo a Quito a ver si los bochinches del Sur cesan; lo peor es que tengo una fuerte inclinación a no dejar que se burlen de Colombia, porque es muy duro ceder después de triunfos (…) Sucre quedará mandando en Quito y yo pasaré al Sur con las tropas, con el objeto de pacificar aquello y de tener una entrevista con San Martín. Supongo que en esta marcha militar no perderé nada, al contrario, redondearé a Colombia, según son mis deseos y deben ser las probabilidades; porque Vd. sabe que Guayaquil no es Cartagena, que se defiende con sus murallas, y porque además yo empleo más la política que la fuerza en las empresas de esta naturaleza (…) y con esto adiós, hasta Quito” (Carta a Santander desde Pasto, 09/06/1822).

Una vez en Quito, el Libertador se dedicó a escribir y a expresar en todos los tonos posibles su satisfacción por haber concluido la independencia de Colombia: a San Martín: “Tengo la mayor satisfacción de anunciar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada”. A los generales marqués del Toro y Fernando Toro: “Este hermoso país, tan colombiano y tan patriota (…) formará el más grande departamento de Colombia”. Al general Juan de Escalona: “Ya estamos en Quito libre y colombiano. Todo está por nosotros en este vasto país, sin que nos falte más que Guayaquil, para donde parto a llevar la ley de Colombia.” Y a Santander: “solamente Guayaquil me da cuidado, pero Guayaquil por su cuidado puede envolvernos también en una de dos luchas: con el Perú, si la forzamos a reconocer a Colombia o con el sur de Colombia si la dejamos independiente, triunfante e incendiaria con sus principios de egoísmo patrio”. Guayaquil se convirtió en instrumento y medio para alcanzar metas. No importó la historia ni lo que sus hombres se proponían.

Días Aciagos

La toma de Guayaquil por la fuerza exasperó aun más el odio de aquellos guayaquileños que no tenían el poder de las armas y que rechazaban la forma como tomaba y sumaba la provincia a su proyecto colombiano. “Así se explica el comentario de Illingworth de que cuando su Excelencia el Libertador entró en la Provincia y fui a su encuentro; el señor Roca me acompañó en medio de las maldiciones de sus paisanos” (Daniel J. Cubitt).

Bolívar no quiso aceptar la propuesta Guayaquil y la decisión no le era posible por su “realismo” vertical que reposaba sobre el temor a la fragmentación de los espacios coloniales. Además entender la posición de Guayaquil y de sus líderes le hubiera significado cambiar sus concepciones fijas sobre la centralización “necesaria” que él tenía. No obstante que aceptaba las ventajas que ofrecía la presencia de un régimen federalista. Esas ideas las tenía desde diciembre de 1812.

Más Sobre la Anexión

Ecuador era imprescindible para bloquear el paso de las fuerzas españolas que aun se hacían fuertes en el territorio peruano. Y urgente era la posesión de Guayaquil por su poder económico, pues las tierras altas interandinas eran improductivas y además se hallaban en una profunda pobreza. Y lo más importante, su posición estratégica, salida al mar que permitiría la viabilidad de la acción armada contra el último reducto español.

Para captar la simpatía de la clase alta, echó mano del argumento de la necesidad de salvar Guayaquil del dominio de la plebe, enviando una arenga que decía: “Sólo vosotros os veíais reducidos a la situación más falsa, más ambigua, más absurda, para la política como para la guerra. Vuestra posición era un fenómeno, que estaba amenazando la anarquía; por eso he venido, guayaquileños, a traeros el arca de salvación.”

Bolívar no tenía la absoluta seguridad que el Colegio Electoral aprobaría la anexión, tenía un profundo desasosiego, pues la representación democrática la tenía la Junta de Gobierno, la militar y de facto, Bolívar, sustentada en sus 1.300 bayonetas: “Yo espero que la Junta Electoral que se va a reunir el 28 de este mes, nos sacará de la ambigüedad en que nos hallamos, Sin duda debe ser favorable la decisión de la Junta, y si no lo fuere, no sé aún lo que haré, aunque mi determinación está bien tomada, de no dejar descubierta nuestra frontera por el Sur, y de no permitir que la guerra civil se introduzca por las divisiones provinciales” (Bolívar a Santander, 22/07/1822).

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