29 marzo, 2024

Voto de confianza

Quizá les parezca absurdo y hasta osado esto que poco a poco irán leyendo. Pero mi conciencia me exige que aproveche la fantástica oportunidad que tengo como miembro de www.desdemitrinchera.com y lo pida: un voto de confianza para la Policía Nacional.

Que es una institución afectada por la corrupción en algunos de sus niveles. Que está más armada que nunca y sin embargo el delito campea como antes no se había visto. Que sabe la localización exacta de los más buscados y sus bandas. Que se demora en la elaboración de los informes para agilitar el proceso fiscal. Que archivaron, aunque descubrieron la verdad, algunos casos de tinte político. Que detienen a los pillos y a la vuelta de la esquina los sueltan después del “refile”. Que muchos son abusivos. Que otros más quemeimportistas. Que se demoran en atender las llamadas al 101. Sí, puede ser. Pero es la policía que tenemos y hay que hacerla funcionar.

Deshumanizados

Ese es el principal problema de nuestra sociedad. El abierto y profundo proceso de deshumanización en el que todos, en diferentes grados, estamos inmersos. Ya no nos condolemos ante lo que naturalmente debe causarnos dolor. No nos congratulamos ante lo que debería llenarnos de satisfacción. El concepto de felicidad ha variado sustancialmente. No nos sorprenden las aberraciones. No nos indigna la injusticia. Más bien tratamos de sobrevivir en su sistema y en ocasiones nos sometemos a ella. Es más, muchas veces la justificamos.

Hemos perdido la capacidad de reacción. La muerte de un niño con una bala perdida, por ejemplo, pasa al registro de nuestra memoria individual como un dato más cuando debería hacernos llorar. La violación a una mujer muchas veces es noticia que sirve para satisfacer el morbo subconsciente, cuando debería desvelarnos porque la próxima puede ser nuestra hija, hermana o esposa. Tan mal estamos como sociedad que hasta llegamos a admirar la pericia de los narcos en su intento de pasar la droga, la habilidad de los ladrones para sustraerse algo a la luz del día y en la cara de los mismos policías, nos reímos a carcajadas cuando un locutor de radio imitando a un ex radiodifusor que fue tan sabio y apreciado como Pepe Murillo (+), so pretexto de distraer y presentarse como original, manda a fumar marihuana al oyente que llama para contar sus depresiones.

A mi madre

Esta es la primera carta que te escribo en mis casi 32 años de vida. No sé cómo pude perder tanto tiempo y oportunidades para manifestarte cuánto valoro que estés al frente de mi familia. Por eso ha sido muy importante para mi pensar bien lo que en estas líneas quiero decirte, sobre todo porque estoy seguro de que estás viviendo momentos muy especiales en un fantástico encuentro con Dios en el que todo se transforma en susceptibilidades. En realidad lo que menos quiero ahora es que llores o que te desconectes de la paz y del gozo que muy seguramente ha tocado tu corazón en las últimas horas. Pero no encuentro más palabras para dirigirme a ti que las que causan sentimiento porque también estoy muy emocionado.

Tengo un mar de agradecimientos para ti. Te agradezco primero por haberme deseado mucho desde antes de mi concepción (así me lo repites cada madrugada de mi cumpleaños después de cantarme las mañanitas). Te agradezco por haber sido valiente y haberme dado la vida. Te agradezco por haber tolerado y sufrido con paciencia todas las cosas malas de tu época de esposa en el afán de que la figura del padre no me falte mientras crecía. Te agradezco por la devoción con la que educaste mi conocimiento y mi espíritu, pues tú has sido la inspiración y el talante para no dejar de ser católico cuando otras iglesias me tentaban en los momentos en los que erróneamente creí Dios me había abandonado. Te agradezco por el amor y la obsesión con los que me has cuidado y has procurado hacer de mi una persona de bien. Te agradezco por el inmenso sacrificio físico y mental al que te has sometido durante toda tu existencia por darme, incluso en la actualidad, el pan de cada día. También te agradezco por tu fortaleza y carácter fuerte porque con él me has hecho reaccionar cuando he estado desorientado. Pero muy particularmente te agradezco por la paciencia y resignación con la que me has aceptado tal como soy.

La hora de los líderes

Definitivamente no hay oposición. Y no porque no haya líderes que la representen sino porque cada uno anda por su lado. Entonces, cuando Rafael Correa habla sobre las marchas, los plantones, las caminatas, las rueda de prensa en parques, la colocación de pancartas, se refiere a ellos como actos ridículos. Y creo que no por el hecho que los motiva – algo que hasta ha demostrado gusta discutir – sino por los “cuatro pelagatos”, como él los señala, que están detrás de ellos.

Algunos dirán por ahí como un punto más en su contra que es intolerable que como padre de la patria desprecie todas esas manifestaciones de democracia por muy pequeñas que sean. Y claro que es así. Pero seamos sensatos o más bien prácticos: la democracia aquí y en todo el mundo se transforma en fuerza avasalladora y se torna decisiva cuando hay mayoría. Por supuesto que no podemos asegurar que él tiene mayoría – ¿o cree usted en las encuestas? – , pero cuando en marchas como la de César Montúfar a la que ni él mismo fue y en las que sólo se llega a distinguir a siete personas cuando aparecen las cámaras, ¿quién demuestra estar en menor posición?

Espectáculo de amor

Es el que se dio en Belén de Judea hace más de 2000 años. Tenía que ser como fue: ¡en medio de la extrema pobreza y de innumerables necesidades! Así, Dios establecía en el mundo la principal de todas las lecciones habidas y por haber: que el amor es satisfactorio SOLO. Sin rimbombancia. Sin la cuna de última moda. Sin la ropita para bebé de marca extranjera. Sin tapices de celeste o rosado para añadir ternura al momento. Sin cochinillo y cervezas para celebrarlo. Sencillamente, porque todo lo que hay para ser felices está en el corazón.

Mea Culpa

Fue por nuestra culpa. No fuimos lo que debimos haber sido: objetivos. Porque algunos se dejaron envolver por la expectativa de la novedad. Porque otros, ante eso, no reaccionamos.

En la campaña muchos corrían tras el candidato con micrófono y grabadora en mano. En vez de dejar que él venga, lo tuteaban, lo aplaudían, lo vitoreaban y no guardaban la sagrada distancia que se necesita para ver las cosas desde otro punto de vista. Los que dejaban que venga –a excepción de Jorge Ortiz primero, y Carlos Vera después- le dieron tiempo de más para que pueda seguir envolviendo. Son igual de culpables porque no tuvieron, precisamente por el tiempo que le dedicaron en las entrevistas, la capacidad de descubrir al verdadero yo o de descifrar el engendro político que es eso de la revolución ciudadana antes de que llegue al Palacio. Culpables porque no le dieron el mismo espacio a Carlos Sagnay, a Martha Bucaram, a Melba Jácome, Carlos González o Fernando Delgado.

No entiendo

No entiendo cómo es posible que un juez pueda liberar y sólo sancionar con una multa de cuatro dólares a un pillo que después de haberse fumado toda la marihuana de Guayaquil se quedó dormido con cuchillo en mano en la sala de la casa donde iba quién sabe si hasta a matar. Me pregunto: ¿no es delito agravado susceptible de pagar con cárcel el hecho de meterse en casa ajena a oscuras y con un arma?

No entiendo cómo es posible que en plenos apagones algunas de las canchas de fútbol sintético de Guayaquil funcionen hasta las dos de la madrugada sin planta eléctrica. Es decir utilizando energía del escuálido sistema nacional eléctrico. Me pregunto: ¿no saben los futbolistas nocturnos que una de esas canchas utiliza con sus reflectores la energía que utiliza una cuadra? ¿no sería más sensato que aunque no seamos culpables sacrifiquemos algo de nosotros y hagamos deporte de otra manera?

¡Estamos vivos!

Creo que la diferencia entre la vida y la muerte es la reacción. No el respirar, hablar ni llorar ni experimentar sensaciones. Porque creo que se puede hacer todo eso y vivir como si se estuviera muerto: ser “tibios”, como los califica la Biblia o “mojón de marea”, como dice el común denominador en los barrios. ¿Usted vive o muere?

No soy quién para perturbar su cotidianidad ni mucho menos alguien para exigirle su sacrificio en torno a un tema en el que definitivamente es mejor quedarse callado por las complicaciones que implica. Pero creo que es necesario, en las actuales circunstancias de la vida nacional –y por el bien de todos- repensar en nuestro papel como sujetos sociales. Pues por ahí he leído algunos artículos y sugerencias que demandan, en pocas palabras, ver y dejar pasar. Escuchar y hacer como que no se escucha. Es decir, ignorar.

Carta a un hermano lasallano

Sé que me identificas como un periodista de oposición, bestia salvaje, miembro de la prensa corrupta y, ahora, trabajador de la cloaca con antenas. Estamos en democracia y tienes el derecho a pensar y creer lo que quieras como yo tengo el derecho a considerarte un Presidente bien intencionado. No te puedo negar que me has ofendido porque en mis reportajes y opiniones nunca he tenido deseo de dañarte sino de, aunque no lo creas, contarte lo que sucede, lo que piensa la gente, lo que a criterios de unos y otros podría sería mejor… porque profesionalmente esa es mi obligación.

Pero hoy no te escribo como periodista. Lo hago como un hermano lasallano. Me eduqué en el mismo colegio que tú, el sin par San José. Tuve como guías casi a los mismos profesores y hermanos lasallanos que conociste. Y, por tanto, la misma concepción de lo que es ser un buen cristiano.

Periodista Revolucionario

A Jorge Ortiz no me vincula más que el afecto que debe existir entre compañeros de labores y la convicción de trabajar en una empresa donde jamás nos han insinuado siquiera decir o dejar de decir algo. Pero eso no es lo que me motiva a escribir estas líneas. Lo que me motiva a hacerlo es la imperiosa necesidad que tengo de protestar, desde mi trinchera, por lo que considero una injusticia: que a él se lo llame periodista descalificado, tal como lo hizo el Ministro Coordinador de la Política en una rueda de prensa el pasado viernes. Creo, con el mayor de los respetos, que el señor Ministro está equivocado.

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