Suponiendo que es tan desastrosa la gestión gubernamental central, la oposición política y los que se toman el nombre y representación del pueblo en general, deberían estar de plácemes (celebrando felices), porque siendo así, al fin de cuentas, ganar la próxima elección presidencial no es una posibilidad, es, más bien, garantizar el triunfo y hacer realidad tan anhelado objetivo. Además, si es desastrosa esa administración, debe concluirse que igual debe ser el trabajo legislativo del bloque oficialista. Por lo tanto, en los comicios venideros ser la nueva mayoría de la Asamblea está regalada.
La oposición política, lo mismo que la libertad de expresarse contra el gobierno constituido, son imprescindibles en un régimen democrático, de tal forma que su existencia y práctica deben ser siempre reconocidas, bienvenidas y hasta creadas si por algún motivo no fueran visibles. Pero, cuando esa oposición y esa libertad popular se transforma en una actitud violenta, terrorista e inclusive sospechosamente financiada por el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando de combustibles, la guerrilla, el blanqueo de dinero, entre otras formas delictivas, la única opción del gobierno en funciones es ser implacable contra ese accionar porque sabe que su propósito no es otro que dar un golpe de Estado y convertirse en el nuevo poder de la república.
Si realmente lo que se quiere es ejercitar democráticamente los derechos que otorga el sistema, ¿por qué no también se respetan los deberes?, ¿por qué llegar a los extremos de un minoritario sector indígena y gremial, tales los casos de toma de carreteras y ciudades, atentados contra convoyes de ayuda humanitaria, secuestros de policías y militares, agresión a periodistas y medios de comunicación?, ¿por qué bloquear, censurar y bombardear todo el accionar gubernamental? Sencillamente eso ocurre para fomentar el caos, la anarquía e imponer un gobierno a sus órdenes. ¿Esto es admisible? Por supuesto que, categóricamente, no.
Como está dicho al principio, si el gobierno es funciones -puesto ahí por el pueblo mediante elecciones libres-, no ata ni desata en las tareas encomendadas, entonces sus más enconados enemigos políticos y criminales deben esperar la terminación de su periodo, ganar las elecciones siguientes –“el pueblo” al que dicen representar no les va a fallar-, y desde el poder, entonces sí, concretar sus más grandes sueños de un país inviable para siempre.
