15 noviembre, 2025

El populismo en América Latina

Este artículo lo escribí hace muchos años y sigue siendo de actualidad. No hay duda de que nuestra región se quedó estancada en el tiempo y es tan cierto, a mi manera de pensar, que si Dios me da vida después de 10 años lo volveré a reproducir. Espero y deseo estar equivocado. El tiempo lo dirá.

En nuestra región, la sociedad no cambia con el pasar de las décadas; es la gran tragedia de América Latina. Hoy seguimos como en el 2007 en materia política. Este artículo se basa en una publicación de La Fundación Hayek, en su revista La Escuela Austriaca en el siglo XXI y de autoría de Constanza Mazzina.  Describe el perfil de la mayoría de quienes han gobernado y siguen gobernando en América Latina. Comienza mencionando que nuestra región vive una nueva ola del histórico populismo y es “nuevo de puro viejo”, caracterizado por el tono nacionalista. No hay que olvidar que el atraso de cada país tiene su nombre. En Argentina es Perón, en Venezuela, Chávez y su heredero, etc.

Mazzina cita a Kraus, un distinguido columnista argentino quien afirma: “no hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una vez y para siempre, los problemas del pueblo”. En este contexto, sostiene Mazzina que “las elecciones se constituyen en un plebiscito en el que la persona del líder es convalidada por la masa como su portavoz único y exclusivo. Hoy es posible encontrar en la región todo tipo de tendencias plebiscitarias y de intentos de perpetuación de poder, ignorando, omitiendo o modificando las reglas constitucionales”.

Sobre la personalidad del populista, Mazzina la describe como un “líder salvador, este mesías, utiliza de modo discrecional los fondos públicos y reparte directamente la riqueza, pero no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia. Nada es gratis. Todo tiene precio: la fidelidad y la obediencia”.

Mazzina agrega que el populismo “fustiga por sistema al ’enemigo exterior’. Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista (más nacionalista que patriota) requiere desviar la atención interna hacia el adversario de afuera”

Mazzina cita a Urbino y Cirino quien en su libro La Democracia Defraudada sostiene: “el líder populista debe estar y vivir constantemente bajo amenazas, internas, externas, lejanas, cercanas, sus días están marcados por épicos conflictos, reales o inventados que se convierten en profecía autocumplida que fundamenta su existencia política y justifica sus tropelías; son tiempos de crisis, de emergencia, etc. La nación requiere de una mano firme que guíe, casualmente, la del líder”.

Mazzina también se refiere a la actitud del populismo respecto a la institucionalidad: “El populismo mina, domina, y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal. El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la ‘voluntad popular’, el populista hace y rehace las reglas de juego- políticas y económicas- de acuerdo con sus necesidades, se burla de las libertades individuales y domina, impera”.

En su artículo, Mazzina aclara que elecciones no es sinónimo de democracia, tomando en cuenta que la democracia se fundamenta en el imperio de la ley, separación de poderes para que no existan abusos y respeto a las libertades individuales. Pero en la mayoría de los países de América Latina, la democracia se limita a las elecciones. El resto de los elementos democráticos están ausentes. El perfil del populista descrito por Mazzina se aplica tanto a los populistas de izquierda como de derecha, siendo más acentuado en los primeros.



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