Por partes iguales recae la responsabilidad de los agobios del país y que, como siempre, sus consecuencias nefastas las sufre solo uno: la mayoría de los ecuatorianos que no está ni con el uno ni con el otro, pero que sí, con sobra de razones, aspira a que sus condiciones y calidad de vida mejoren, a no envidiar a otras naciones que sí lo han conseguido, a no tener que pensar en migrar al primer mundo para poder satisfacer sus más elementales necesidades.
Parecería que tras todo lo que acontece en el Ecuador existe un acuerdo criminal entre las partes responsables de la crisis que, en todos los órdenes del quehacer nacional, está instalada, consolidada y desesperadamente deseosa de agravarse; que ni siquiera regresa a ver y es absolutamente indiferente con el clamor de esa inmensa masa de ecuatorianos harta del abandono y sin visos de una posibilidad cierta de trocar su triste realidad con la realidad del bienestar y del progreso.
La responsabilidad compartida la tienen, por una parte, el aparato público estatal en todas sus instancias y, por otra, el aparato político opositor más todas las organizaciones sociales (indígenas, trabajadores, profesores, burócratas, etcétera). Ambos, en todo tiempo, se esmeran por demostrar, como si no fueran parte del Ecuador total, su enorme interés por eliminar el diálogo como mecanismo de lograr alianzas, por radicalizar su pensamiento ideológico y transformarlo en realizaciones sin medir beneficios y perjuicios, por tomarse el nombre del pueblo, decir discursos vacíos de verdad y llenos de mentiras. En fin, son responsables porque actúan como si no fueran ecuatorianos sino enemigos rabiosos.
Las diferencias, los contrarios, la diversidad en todas sus formas, son bienvenidos y necesarios en una democracia real. Su existencia debe contribuir a la construcción de una sociedad fuerte, libre y siempre próspera. Sin embargo, en Ecuador estos responsables de su destino, tienen una sola consigna: no importarles un rábano la suerte de los ecuatorianos, condenándolos a la perpetua mala suerte. Ojalá más pronto que tarde esto cambie y este comentarista totalmente equivocado.

Muy bien el señalar el daño que hacen los tibios e indiferentes ante los problemas inmensos de este pais.