15 noviembre, 2025

No son los mismos de siempre

La única explicación que encuentro de la pobre opinión que el pueblo ecuatoriano tiene de la empresa privada es la falta de difusión sobre ella de las propias cámaras de la producción, de no haberse interesado en publicar sistemáticamente lo que hacen las empresas, ni haber promovido la vida de cómo grandes empresarios comenzaron siendo pequeños y sin mayores recursos económicos. Es una inexplicable falta de interés que ha dado oportunidad a que escritores de ideología de izquierda se expresen tan mal de quienes son los creadores de empleos y capacitación de guayaquileños y de otras ciudades de Ecuador. Gran parte de la sociedad ecuatoriana desconoce el esfuerzo que el empresario hace para lograr mejorar el nivel de vida del ecuatoriano y dar buena capacitación a empleados y ejecutivos.  Los críticos repiten hasta la saciedad que son las mismas familias de siempre que controlan la riqueza privada del país, lo que evidencia absoluta ignorancia histórica; en mis numerosos libros y artículos que he publicado, he probado lo contrario. El promedio de vida de las empresas no pasa de 35 años.  Entonces ¿cómo se puede afirmar que las familias oligarcas son siempre las mismas? Las mentiras dichas a través de las décadas se han convertido en verdades.

A pesar de no haber existido verdadera competencia como ocurre en países capitalistas, en Ecuador y particularmente en Guayaquil, donde ha estado el poder económico, la competencia ha sido relativamente dinámica, lo suficiente para que nuevas y pequeñas empresas se hagan grandes y desplacen a las anteriores, produciéndose renovación saludable. Hay numerosas fortunas que han desaparecido y otras que se han creado. En estas últimas excluyo a las ilícitas surgidas de negociados con gobiernos, corrupción dentro del sector público y en los últimos años las provenientes del narcotráfico. Las que desaparecen o dejan de ser importantes se debe a malas políticas públicas, pelea entre socios, mala gerencia y otros factores. El propio mercado, tan despreciado por los izquierdistas, se encarga de castigar a los ineficientes y no visionarios. No se requiere del Estado para mejorar la eficiencia de la gerencia; mas bien, por pasar leyes absurdas o cambiar sorpresivamente las reglas de juego, algunas empresas han tenido que cerrar a través de los decenios y lamentablemente seguirán liquidando. Por la situación actual del Ecuador ya debe haber víctimas en gestación.

Un breve resumen de la historia de la actividad privada a partir de 1813 y qué sucedió con los empresarios.  En 1813 aparecen los exportadores más importantes de fines de la Colonia. Ellos comenzaron con poco, terminaron el período colonial como poderosos empresarios y sus negocios pasaron a herederos; otros iniciaron su vida comercial con poco, acumularon grandes capitales y los perdieron por problemas externos a la gerencia. Estas familias pagaban impuestos de acuerdo con el número de ventanas que tenían sus casas. El tributo había sido creado en Inglaterra, donde también se contaban el número de chimeneas. Bernardo Roca tenía 12, Martín Ycaza la misma cantidad. Hay otras fortunas no vinculadas a la exportación como Juan Plasarte con 14 ventanas, las hermanas Pareja 15, José Merino con 9, hermanos Espantoso con 14, Carlos Lagomarsino 9, Juan Cornejo 7, entre otros. Para dar una idea del tamaño de las construcciones, la Aduana de Guayaquil tenía 13 ventanas. ¿Qué sucedió con esas fortunas?; en unos casos duró hasta la segunda generación, en otros los apellidos dejaron de hacer noticias en pocos decenios.

Para el censo de comerciantes de 1836, aparecieron nuevos nombres como Manuel Antonio Luzarraga, Ildefonso Coronel, Clemente Ballén, José María Caamaño, entre otros; para la primera mitad del siglo, el primero sería el empresario más acaudalado de Guayaquil, el segundo se ubicaría entre los cinco más ricos; el tercero se vincularía con la familia Durán, pocos años después ésta compró La Clementina que se convertiría en la segunda hacienda más grande de cacao. El cuarto personaje y sus descendientes por lazos sanguíneos se convirtieron en propietarios de Tenguel, la hacienda más grande. Entre los importantes empresarios censados se encuentran apellidos extranjeros como Polhemus, Mickle, Guilibert, Cox y Sweetser. Unos dejaron descendencia, pero no fueron poderosos empresarios. Desde 1830 Miguel Anzoategui era accionista mayoritario de Anzoategui & Co. con 80.000 pesos, capital equivalente al 10% del presupuesto de Ecuador. Él aportó 40.000 pesos y sus socios Manuel Ibañez y Francis Bulton, 20.000 pesos cada uno. Por más de un siglo los descendientes de Anzoategui trataron de recuperar del Gobierno un préstamo que Miguel le hizo en aquella época. Desde fines del siglo XIX no hay ningún gran empresario con ese apellido. De Ibañez y Bulton no hay noticias de descendientes. Para las últimas décadas de ese siglo, unas empresas desaparecieron, otras los descendientes continuaron los negocios, pero ya no eran importantes y otras más, no llegaron a la tercera generación.  Se exceptúan las familias Seminario, Aspiazu, Puga, Durán Ballén y Morla cuyos negocios llegaron hasta la cuarta generación, por méritos propios, lamentablemente las epidemias de cacao a partir de fines de los veinte redujeron sus capitales sensiblemente. 

Entre 1875 y 1930 surgieron nuevos nombres, entre ellos: Reyre, Rhode, Orrantia, Garbe, Vernaza, Alvarado, Osa, Stagg, Valdez, Barrionuevo, Tous, Levy, Rosales, Puig, Marcos, Baquerizo, Norero y Guzmán, entre otros. Fue el período de mayor prosperidad de Guayaquil y del resto del país hasta esa fecha, basada en la producción y exportación de cacao. Proliferaron los negocios de toda índole: comercio, industria, servicio y agricultura. En Guayaquil se construyeron hoteles innovadores, llegó la modernidad con la telefonía, corriente eléctrica y servicio público de transporte. Pero la bonanza terminó con el inicio de las epidemias de cacao; ocasionaron un sunami económico; cuando acabaron lo que le quedó al sector privado fue muy poco; los acreedores embargaron haciendas y demás propiedades. Para 1950, como en períodos anteriores, desaparecieron unos apellidos de la vitrina empresarial, otras empresas siguieron funcionando con ventas decrecientes hasta liquidar. De las que habían sido pequeños negocios surgieron poderosos empresarios, entre ellos: Marcos, Noboa, Maspons, Jouvin, Salcedo, Isaías, Estrada, Vilaseca, Algelt, llescas, Cordovez, Reed, Maulme y Balda, entre otros. De las empresas industriales más grandes en 1950, para fines del siglo habían desaparecido: Fábrica de Calzado, Compañía Valaca, Sociedad Manufactura de Calzado, Tenería La Iberia, Herederos de Virgilio Morla, Reed & Reed, Droguería Maule, La Fama, La Nueva Italia y 65 compañías más. En esas décadas la economía pasó de crisis a prosperidad y nuevamente a crisis. Las de 1982-1983 y 1996-1999, fueron tan graves como las causadas por las epidemias de cacao y nefastos efectos de la Depresión Mundial de la primera mitad del siglo XX. La devaluación monetaria de 1982 y el fenómeno El Niño ocasionaron la quiebra a algunos sectores y años después la crisis bancaria iniciada con las financieras y posteriormente banca, además de la destructiva devaluación del sucre, llevaron a la liquidación de empresas que tenían más de medio siglo de fundadas y a otras más recientes. 

Ecuador ingresó al siglo XXI con economía depresiva, y un interminable proceso devaluatorio   de 1982 a 2000; esto había que cortarlo a raya para no hacer más daño. Se decretó la dolarización. El dólar había aumentado de valor de 25 a 25.000 sucres, a este último se fijó la conversión; el capital de las empresas se había hecho polvo. Fue la dolarización lo que permitió que la economía se recuperara rápidamente creciendo de 2000 a 2006 a 4.26 % por año. La década correista fue fatal para el país. Para el 2014, 10 de las empresas más grandes en el ranking de las 1000 compañías en 1993 habían liquidado (1) o desplazadas a puestos inferiores (9): Empresa Eléctrica Quito, Exportadora Bananera Noboa, Sociedad Agrícola e Industrial San Carlos, Naviera del Pacífico, Constructora Norberto Odebrecht, Cemento Selva Alegre, Aceite la Favorita y Jabonería Nacional (actualmente, Unilever Andina Ecuador), SAETA y Maxus Ecuador. Hoy entre las empresas más grandes del país se encuentran Pesquera Santa Priscila con pocas décadas de vida o Grupo Difare, nació en 1983 con una botica. Son empresas que venden más de 1.000 millones de dólares anuales cada una.  

Dos siglos de evaluación de la gestión de actividades privadas ratifican que los grandes empresarios no son eternos, no existe oligarquía de siempre o las mismas familias. En el siglo XIX se constituyeron alrededor de 5.000 empresas en el país y en el XX, decenas de miles. No creo que hay más de 100 centenarias. Sobrevivir en un entorno tan hostil como el ecuatoriano no es fácil, es tarea de titanes. Los empresarios que tratan bien a sus trabajadores y empleados, seguramente la mayoría, son héroes no villanos como injustamente se ha hecho creer.  

 

 

 

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