Víctor Emilio Estrada continuó analizando la situación económica de Ecuador. En «…la década anterior a la guerra la circulación se elevó de 9 1/2 millones a 16 1/2 millones, sin que podamos señalar en esa época ninguna razón especial que coadyuvara a un incremento inusitado. Luego ese incremento era entonces natural consecuencia del desarrollo normal del país…. [el país] demanda imperiosamente el aumento del medio circulante, además de que el aumento ya fuese necesario por las mismas razones de antes, ahora, decíamos, es un absurdo que la circulación se mantenga estacionaria, sin progreso, y es completamente infundada la creencia de que haya exceso de circulante; antes bien estimamos que el país necesita un aumento de circulación que pueda dar forma práctica al deseo tan general de evolucionar la industria i la agricultura por derroteros nuevos. El país está marchando, sin duda, y cada día está generando razones en pro del aumento del circulante; pero nos encontramos con un obstáculo invencible y es la Lei de Bancos, puerta de entrada para todo lo que se relaciona con la ampliación del crédito. De allí emana esa increíble anomalía: el país ha visto decrecer su circulación monetaria, cuando todas las razones, todos los hechos militan abiertamente, lógicamente por su incremento. El crédito está taponado. Estamos, pues, acercándonos a una crisis monetaria por enrarecimiento del circulante y contracción de negocios».
Para Estrada, la inflación en los veinte, se debió a los siguientes factores: trastorno de nuestro comercio exterior, la tasa de interés artificialmente baja, protección al comercio sirio, exagerado aumento de los bancos, revalorización del dólar en el mercado mundial, fuertes depósitos de ecuatorianos en bancos del exterior, atesoramiento de billetes, difamación sistemática del sucre, exportación de capitales líquidos ecuatorianos, alza de salarios e impuestos, la falta de coordinación del aporte económico entre la costa y sierra. Sobre la primera causa señalada, con el funcionamiento del ferrocarril, las importaciones de las provincias de la sierra crecieron descontroladamente sin generar sus propias divisas. Al respecto Estrada acotó: «…ha introducido indirecta, pero seguramente, un elemento pasivo para el cambio exterior… no ha podido ser neutralizado hasta hoy por exportación nueva producida en la sierra…»
Cuando se lee el informe de la Junta Consultiva, institución creada por el Gobierno en 1920 para analizar la situación económica por la que el país atravesaba, se observa que las causas de la recesión económica son muy diferentes a las encontradas en los libros de los manipuladores de nuestra historia. Esta Junta, conformada por representantes de un delegado de la Cámara de Comercio de Quito, un delegado del comercio importador de la misma ciudad y un delegado de los bancos de la capital, además de los que representaban a Guayaquil y Cuenca, indicaban que la prohibición de exportar alimentos durante la Primera Guerra Mundial, el mantenimiento del cambio fijo durante años y el aumento del precio del cacao por parte de la Asociación de Agricultores en un mercado deprimido, eran los principales factores de la tragedia económica que vivía el Ecuador. Las injustas críticas que los detractores hicieron a la Asociación de Agricultores, serán motivo de una futura refutación.
La crisis económica se empeoró con la nueva epidemia de la escoba de la bruja, más severa que la monilla. En ciertas haciendas la producción de cacao cayó hasta 80%. Las exportaciones continuaron descendiendo, el dólar y libra esterlina aumentaron de precio, así como la tasa de inflación. Frente a la escasez de circulante, Bancos guayaquileños intentaron crear liquidez a través de diferentes maneras, pero no fueron aprobadas por el Gobierno.
En Quito, Luis Napoleón Dillon se dedicó a atacar a los bancos y exportadores y logró obtener el apoyo de oficiales de rangos medios del ejército, quienes dieron un golpe de Estado a Gonzalo Córdova el 9 de julio de 1925. Los militares nombraron ministro de hacienda (Economía) a Dillon, pusieron en prisión a los banqueros y ordenaron la auditoría del sistema bancario. Francisco Urbina Jado del Banco Comercial & Agrícola fue el único que permaneció preso, los demás quedaron libres y su Banco fue clausurado indefinidamente.
¿Quién fue tan siniestro personaje, convencido de ser el ungido para reformar a Ecuador y venerado por el pensamiento izquierdista ecuatoriano? Irving Zapater, en su obra Banco Central del Ecuador, 80 años, comenta que estando en Roma, sobre el monte Aventino, imitando a Bolívar se comprometió a “la obra de la regeneración social y política de la patria”
La referencia más antigua de Dillon se encuentra en una carta de Felicísimo López, Cónsul General de Ecuador en Nueva York, enviada a Eloy Alfaro en 1906: “…vino a mi casa el joven Luis N. Dillón a suplicarme el servicio de hacer a usted un cable para que le mande pagar su viático de regreso, pues su situación económica era demasiado premiosa. Así lo hice…”. Para 1921, apareció como gerente de la Compañía de Préstamos y Construcciones, posteriormente Banco de Préstamos, quien por haber ofendido a los banquero en una conferencia, el Banco del Pichincha amenazó con retirar los depósitos, si se mantenía en el cargo. Pero como le gustaba el papel de banquero, renunció e inmediatamente organizó y fundó la Sociedad de Crédito Internacional.
¿Cómo explicar la conducta de una persona que ataca a la banca, su propio gremio, pero a la vez le apasiona como banquero? Luis Napoleón Dillon era un empresario que seguramente por méritos propios, tenía una posición de prestigio en el mundo empresarial quiteño y como había trabajado en el sector bancario, quería manejar su propio banco. Cuando fundó la Sociedad de Crédito Internacional, pensando que con la influencia que tenía, no habría obstáculo alguno para funcionar como Banco de Emisión, ordenó a la American Bank billetes hipotecarios. Eduardo Estrada Guzmán, nieto de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga, me los proporcionó, como también el sobre donde se encuentran guardados. En el exterior del mismo, está escrito en puño y letra de Víctor Emilio:Origen del 9 de Julio 1925
Por testimonios de personas que vivieron en esa época, se conoce que la solicitud de Dillon para convertir a la Sociedad de Crédito Internacional en banco de emisión no fue aprobada por el Gobierno de Córdova, frustrando sus sueños de banquero. Los mismos testimonios sostienen que Dillon hizo responsable a Francisco Urbina Jado y se propuso destruirlo, como efectivamente sucedió. Los revolucionarios cerraron el Banco Comercial y Agrícola, apresando a Urbina Jado, su gerente, manteniéndolo preso por algunos meses en un barco de la marina de guerra, para posteriormente deportarlo a Chile, donde falleció al poco tiempo de su llegada.
Víctor Emilio Estrada explica cómo obtuvo los billetes hipotecarios: “Cuando por breves semanas desempeñé el Ministerio de Hacienda, en el año 1934, tuve el derecho de trastear en algunos cajones de ese Ministerio, y allí encontré la razón del 9 de Julio. EL SR. DILLON HABÍA QUERIDO POCO TIEMPO ANTES; PONER EN CIRCULACIÓN SUS PROPIOS BILLETES HIPOTECARIOS EMITIDOS POR LA SOCIEDAD DE CRÉDITO INTERNACIONAL; Dillon , el ‘ideólogo de la Revolución Juliana’ había ordenado a la América Bank Note, la emisión de los correspondientes billetitos, procedió sin mayor trámite a emitirlos y llenó la formalidad de registrarlos ante un escribano del Cantón Quito…Cuando el señor Urbina conoció ese proyecto inflacionista, lo comunicó al Gobierno y éste impidió que el Sr. Dillon sacara a circular tales billetes. Esta situación, convirtió a Dillon…en un enemigo jurado del Agrícola y de su Gerente, y preparó rápidamente la revolución que dio al traste con ese Banco y que poco después llevó al sepulcro a su distinguido Gerente”.El experto estadounidense Earl Schwulst que ayudó a organizar el Banco Central, se refirió a él como “Instintivamente desconfío de él. Es un político».
Dillon fue ministro de hacienda durante los primeros meses de la Junta Militar y renunció por desacuerdos. En los meses que estuvo en el cargo, preocupado de que la cosecha de café era abundante, escribió una carta al Banco del Ecuador, solicitándole al gerente encontrar la forma de poner suficientes fondos a disposición de los clientes para que puedan adquirir el grano y evitar la caída de los precios. La respuesta fue que el banco no podía emitir más billetes por no tener el oro suficiente. Dillon conocía la ley, pero insinuaba violarla, como había ocurrido desde 1860, cuando García Moreno y posteriores mandatarios, presionaron por dinero y los banqueros tuvieron que entregarlo, por temor o por hacer más negocios. Siendo persona de recursos, Dillon convirtió a la Sociedad de Crédito Internacional en la fábrica Textil La Internacional que durante décadas fue una de las más grandes del país en su ramo. Los veneradores de Dillon le atribuyen el ser pionero en numerosas gestiones, como haber sido el primero en proponer reformas al sistema bancario, contactar a Erwin Kemmerer para contratarlo y ser el impulsor del Banco Central. ¿Qué dice la historia documentada sobre estas iniciativas?
Los banqueros se daban cuenta de que el sistema económico y monetario debía cambiar. Ellos solicitaron al Presidente Córdova: “… el restablecimiento de una situación monetaria sana y estable…” -y para ello proponían la venida de un experto monetario extranjero para hacer un profundo análisis de la situación económica del país, para aplicar, por parte del Gobierno, las medidas aconsejadas. Los peticionarios señalaban que “…estarán dispuestos a cooperar con el gobierno, contribuyendo proporcionalmente al capital pagado de cada uno a los gastos que demande la venida de ese experto monetario…nuestra contribución se pagará bajo la condición de que el consejo que el experto dé, será seguido escrupulosamente por los Poderes Públicos”. Nos estamos refiriendo al economista Edwin Walter Kemmerer, profesor Emérito de la Universidad de Princeton, que vino a asesorar al gobierno de Isidro Ayora a un costo de ochenta mil dólares (en 1925 la cotización promedio equivalió a 4 sucres por dólar).