8 julio, 2025

El delirio de grandeza

Pongamos en contexto este tema presente en varios casos de gobernantes —de izquierdas o derechas— en la región y en el Ecuador, quienes, en medio de la incertidumbre, se creen predestinados para gobernar en nombre del pueblo.

El sujeto siente que supera con holgura las dimensiones del resto de los mortales. Son pocos los que escapan a esa enfermedad mental incurable…

«El poder afecta de una manera cierta y definida a todos los que lo ejercen», escribió Ernest Hemingway, sorprendido de que tantas personas perdieran el contacto con la realidad tras alcanzar un puesto de autoridad.

Como si estuvieran incubando una enfermedad, sufrían curiosos síntomas, que iban desde la necesidad de recibir halagos hasta la sensación de sentirse elegidos para llevar a cabo una misión trascendental, y acabar sintiéndose por encima del bien y del mal.

Definiciones de delirio de grandeza

Según su grado cultural y región, se conocen los siguientes conceptos:

  1. El delirio de grandeza es una «confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia en su personalidad».

  2. Es una creencia falsa o inusual, a menudo acompañada de otros delirios de salud mental, como el miedo a la persecución o creencias religiosas extremas que marcan una desconexión significativa con la realidad.

  3. Es la creencia de que se tiene el poder eterno o un sentido inflado de inteligencia, superior a la media de sus seguidores.

¿Cuáles son los síntomas del delirio de grandeza?

Cuando una persona, a pesar de su derrota electoral, sigue creyéndose presidente de una república y exige obediencia, casi siempre está afectada por otros síntomas de salud mental.

En la política, por ejemplo, el delirio de grandeza aparece como «la actitud de una persona que se presenta con una apariencia muy superior a la que realmente le corresponde», como ocurre con ciertos iluminados del movimiento RC5, que no admiten pensamientos críticos hacia la gestión de su líder, y cuando alguien del grupo se rebela o se desafilia del partido, son estigmatizados con el calificativo de traidor.

Este «síndrome atenuado de la paranoia», caracterizado por egolatría, manía persecutoria, suspicacia y agresividad, aparece en líderes que dejaron en soletas (ruinas) a un país, y cuyos caprichos son órdenes para sus coidearios. No es algo nuevo: proviene de vieja data y se produce en gobiernos semidemocráticos o con tinte dictatorial.

Estos líderes nunca rectifican. Están dispuestos a todo para mantener el poder, se creen predestinados para instaurar un nuevo régimen de facto, suplantando constituciones, sustituyendo parlamentos o metiendo la mano en la justicia.

Es el inicio de la destrucción de un país y de la institucionalidad democrática, aupados por medios de comunicación acríticos que son corresponsables de las crisis.

No es bueno para ningún gobierno irrespetar el equilibrio de poderes ni abusar de consultas populares o asambleas constituyentes para encubrir entuertos o romper los límites constitucionales, cruzando líneas rojas con el fin de permanecer en el poder de forma indefinida.

«No dejen que se apague la memoria y se entierre la justicia.»

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