Pongamos en contexto el tema:
Cuando uno ha vivido lo suficiente, piensa más en el país que en uno mismo. En mi caso, con una infancia relativamente feliz, una juventud descarriada entre el trago y el deporte, una educación mediana —pública y privada—, he escrito libros, he criado y educado una familia, he sembrado raíces, he repartido lo poco que construí en vida a mis hijos. He pasado por necesidades, despilfarrado dinero, defendido causas gratuitas, he sufrido en el desamor y he caído en desgracia con los gobiernos cuando te persiguen por combatir la corrupción. Caes en el olvido con los amigos cuando estos se enteran de que estás en quiebra y con achaques de la puta vejez.
Encima, vienen a pedirme tiempo… están desfasados. Ya pasé la época de los fósiles de las ideologías de izquierda y derecha, que para mí son topográficas, inexistentes en el mundo actual de la tecnología, de las fake news, de la inteligencia artificial que mata a la inteligencia emocional.
Como dice mi compañero de opinión en la web Desde mi Trinchera, desde Guayaquil, Miguel Palacios: no tiene importancia la cantidad de tiempo que vivas, sino cómo elijas hacerlo.
Tenemos que sonreír para encontrar la risa en las pequeñas cosas. Vivamos con inteligencia y pasión cada instante de nuestra existencia. Las crisis son nuevas oportunidades para entender que nada es permanente, excepto el cambio, y que debemos amar sin límites.
La vejez nos da sabiduría para tener una conexión con lo esencial. No hay nada más hermoso que la mirada de una mujer enamorada o de una nieta bendecida.
Todo lo hecho es una razón para aprender: la madurez y la serenidad nos dan perspectiva. A la historia deberíamos mirarla como si se la pudiera ver en espejos de varios países menos afortunados que Ecuador. Esperamos que se den las cosas como si se las pudiera dar…
Es maravilloso encontrar lo que se quiso cuando se ha dejado de buscar.
A veces encontramos el destino en el camino que se eligió para evitarlo. A veces lo vemos de lejos, en nuestros amigos o conocidos que compraron un pasaje a la eternidad… solo de ida.
No esperemos nada del papá Estado. Tu pasado debes enterrarlo, tu presente es ahora, y tu futuro es incierto.
La frase cotidiana o común “nada es por casualidad” refleja la creencia de que todo tiene un motivo, y que cada evento en la vida ocurre por una razón. Según diversas fuentes, se argumenta que el azar no existe y que lo que parece ser casualidad puede ser el resultado de causas subyacentes. Esta idea invita a replantear nuestra comprensión de la realidad y sugiere que, incluso los eventos caóticos —como está sucediendo en Ecuador— pueden revelar un nuevo orden.
En resumen, nada sucede sin un propósito, y cada experiencia nos enseña lecciones valiosas. Dejemos de ser noveleros: no busques imposibles donde no existen condiciones de cambio. La Asamblea Constituyente es pura novelería. El camino correcto es una reforma estructural y profunda, pero parcial a la Constitución. Para el resto, no nos dan los tiempos ni los costos por la recesión económica.
Simon Espinoza lo ve de otra manera.