La mencionada institución es una de las más antiguas del Ecuador y ciertamente de Guayaquil, con más de 150 años de historia, equivalente a casi un tercio de la vida de la ciudad, desde su fundación. Ha sido testigo de eventos históricos de enorme importancia; nació en la década del surgimiento de los primeros bancos ecuatorianos, continuó con la segunda administración de Gabriel García Moreno, revolución contra el dictador Ignacio Veintemilla, creación del sucre, Revolución Liberal, Gran Incendio de 1896, construcción del ferrocarril Guayaquil-Quito, adopción del Patrón Oro, Revolución Juliana, epidemias del cacao y numerosos otros sucesos del siglo XX y XXI.
Una institución como el Club de la Unión conserva muy valiosos documentos, fotos y libros. Ellos formaban parte en la biblioteca de sus instalaciones anteriores en el Malecón, hoy de propiedad del Municipio de Guayaquil. De haber sido una biblioteca sin mayor interés para los socios, durante la época de Xavier Coronel Robles y posteriormente José Antonio Gómez Iturralde, hubo notables cambios que enriquecieron sus instalaciones físicas y contenido. También contribuyeron a mejorar el servicio Juan Castro, Carlos Arosemena Gallardo y otras personas cuyos nombres se me olvidan. Fue una época en que se dictaron conferencias, hubo charlas y exposiciones como cuando con motivo de una reunión internacional del cacao, evento con conferencistas internacionales y nacionales o la conferencia para hablar sobre la Generación del 98 de los famosos escritores españoles, como Miguel de Unamuno o sobre la Revolución Juliana de 1925.
Recientemente visité las nuevas instalaciones del Club de la Unión y para mi asombro encuentro que el espacio, distribución y mobiliario de la biblioteca desmerecen tan importante sitio. Seguramente el decorador contratado no tenía conocimientos de lo que es una biblioteca. La Alejandrina en Egipto creada antes de la era cristiana no es muy diferente a la actual Biblioteca del Congreso en Washington DC.
Tengo claro que el propósito de un club es facturar servicios y la biblioteca no es un centro de ingresos, pero es inaceptable que una institución tan antigua como el Club de la Unión la biblioteca no forme parte de las actividades en forma activa. El guayaquileño tiene muy poco conocimiento de su historia. Podría ser la causa de permanentemente elegir a candidatos equivocados a todos los cargos públicos.
El directorio actual debería regresar a la gran época que tuvo la biblioteca y actividades relacionadas. Conozco que Luis Hidalgo Vernaza en el período de transición comparte mis preocupaciones y frustraciones. Ojalá lo escuchen.
Guillermo. En el Salón Amarillo que está cerrado y siendo usado como bodega de libros por el momento podría ir el resto de la biblioteca que es tan valiosa y poner a ese salón – biblioteca el nombre que tenía antes el Salón Amerillo que es Guillermo Wright Icaza, un buen presidente del club.
Hay muchos salones y el Salón Amarillo no es necesario para encuentros o recepciones, con los que hay basta y sobra.
Si lo conversas con el presidente Ricardo Baquerizo Amador, estoy segura que tendrá la sensibilidad para pedirlo y Antuco Plaza Rosales para diseñarlo. Hay espacio en dos paredes y algo más y habría que poner estanterías en el centro..
Gracias, Norma. Esperemos que sea así. La biblioteca guarda la historia de 150 años de la vida de la ciudad de Guayaquil, cerca de un tercio de su existencia