27 abril, 2025

Guayaquil Cultural – Las cenizas de un reino imperfecto. 

La partida de Gerard Raad trae reflexión y nostalgia por una época en la que la Guayaquil fue un reino de artistas y filósofos. Raad pertenece a una generación de gigantes que se reunía en la Casa de la Cultura, allá por la década de los 70, cuando era el epicentro de la actividad cultural de la ciudad y los nombres de Yela, Pipo y Theo reinaban.

El legado de esa generación duró hasta hace poco: en el 2000 el programa «El Museo y la Música» del MAAC llenaba su hermosa plataforma junto al Río con la Sinfónica de Guayaquil, Héctor Napolitano o Piero. Ocho y Medio ofrecía en el MAAC CINE una programación diaria y de calidad con salas llenas, que motivaba a las universidades a apostar por el Cine. 

«Cerro de Cuento» se tomaba la Plaza Colón y los teatros de la ciudad gracias a la exquisita curaduría de Angela Arboleda, mientras Jorge Parra organizaba “ Fragmentos de junio” y traía a la ciudad a las mejores compañías de teatro del mundo para su festival internacional. 

Fue una época de oro en la que los historiadores Guayaquileños desafiaban a la Academia Nacional de Historia de Quito, los alcaldes asistían a los salones de pintura y la Sinfónica de Guayaquil se consagraba en sus giras por Europa. 

Para octubre, el Festival de Artes al Aire libre de la Dirección de Cultura con 800 artistas presentaba a la ciudad 200 pintores, 30 compañías de teatro, 40 de danza, sinfónicas nacionales e internacionales, 80 bandas de rock y 70 cortometrajes. 

En mayo se realizaba Musimuestras – La historia de la Música, un festival de 12 días de música occidental en el Malecón y Museo Municipal, donde tocaron casi todos los artistas profesionales de Guayaquil de todos los géneros.

En lo privado, Eduardo Jurado quien ya partió, nos dejó el hermoso recuerdo de Diva Nicotina en el cerro, donde escuchábamos Jazz guayaco, a Luis Rueda tocar «Aires Nuevos»  y el sonido retro de Los Brigante con Fede y Pablo , mientras fumábamos habanos y tomábamos cerveza negra.

 Era la época de «El Gran Cacao» bar que se caía en pedazos, donde todos se iban sin pagar, no con mala intención… solo que no había como…, su dueño, Jimmy Mendoza, artista ganador del Salón de Julio, estaba pluto con el pintor Jorge Jaen en la esquina.

El periodismo era crítico, pero brillante y generoso. Clara Medina, Bertha Diaz y Mildred Wiesner ayudaban con sus primeras planas a mantener vivo este fuego.

No quiero ser pesimista, ojalá que simplemente esté desactualizado, pero no reconozco al Guayaquil cultural que conocí: las calles oscuras e inseguras, Museos sin presupuestos que ya no nos dejan ver a Cristian Levi cargando su ataúd como performance por el Malecón. 

Con excepción de la picantería «La Culata», actual luz de los bohemios y biela porteña, en los bares de artistas ya no hay rostros conocidos, sólo hay viejos corbateros con mozas. Las casas clandestinas de arte en Urdesa y los Ceibos ya no existen. «DPM» y «Espacio Vacío» también se fueron.

Es verdad que la vida cultural de Guayaquil siempre fue difícil y la administración cultural imperfecta, como todo en esta vida lo es, pero reinaban los artistas.

Esta decadencia fue un proceso que empezó con la pandemia, se agravó con la inseguridad y terminó de colapsar cuando nombres de desconocidos o inexpertos asumieron consecutivamente el timón de la administración cultural, borrando cada uno el pasado del anterior, porque “todo debía hacerse de cero” hasta que no quedó memoria.

 Hay por supuesto gente brillante en el MAAC y en el Municipio. La Filarmónica de la ciudad por ejemplo hace un trabajo magnífico y cumple con generosidad y esfuerzo con la sociedad, mientras el MAAC tiene un equipo de profesionales de alto nivel. Sin embargo, en términos generales, batallan sin presupuestos, como guerreros sin espadas.

La educación secundaria en arte es preocupante. El colegio de Bellas Artes desapareció como modelo educativo, semillero de los grandes artistas plásticos del puerto. El conservatorio Antonio Neumane, cuna de gigantes ya no existe… NO, NO existe.  Claro, hay proyectos privados exitosos a nivel secundario, pero no abastecen todas las necesidades de Guayaquil. El resultado de la ausencia de opciones artísticas para los jóvenes lastimosamente las conocemos y vivimos. 

Pasar por el centro y ver a las nuevas generaciones de artistas e intelectuales, todos muy preparados provoca respeto, pues son fieles a ellos mismos en un medio inhóspito. Sin embargo ambién salta la pregunta: ¿Que les pasa?, las anteriores generaciones jodían porque sí, porque no y por si acaso, y ahora sólo solo pisan las cenizas del reino bohemio e imperfecto de Guayaquil.

Quizás esto no es culpa de ellos, quizás no escucharon de un pasado mejor y simplemente no hay un referente que les permita exigir lo que les pertenece.

2 comentarios

  1. Qué pena el retroceso en cultura y arte que vive en la actualidad Guayaquil. Con mi familia siempre acudíamos al Festival de Coros Internacional organizado por la Unidad de Guayaquil, los Lunes Culturales de la ESPOL, los conciertos y festivales en la explanada del MAAC, el Festival del Pasillo en el Museo del Pasillo, etc., etc..
    Cómo extraño esa época llena de arte, cultura, música, festivales, obras, teatro,
    Qué pasó, el municipio, el estado no les interesa invertir en el arte y la cultura?

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