La sociedad sufre una notable polarización política y la búsqueda de aquel llamado punto de equilibrio, consenso o tercera vía, se vuelve cada vez más difícil de motivar. Es posible, sin embargo, que la procura por aquella zona de remediación política sea infructuosa, no por falta de validez conceptual, sino más bien porque ese espacio intermedio y ciudadano quizás carezca de representatividad política del peso necesario para enfrentar a los contundentes liderazgos dentro de los espectros polarizados.
Las dos vueltas electorales, utilizadas en el país desde su regreso a la democracia, procuraba justamente la unión de fuerzas divergentes en pro de un mismo fin político. En la actualidad, empero, una de esas fuerzas dejó de ser discordante dentro del quehacer político nacional al no necesitar de grandes alianzas para llegar nuevamente al poder, potencialmente convirtiéndose de nuevo en beligerante del Estado de derecho al mantener definiciones proclives a la estatización partidista del poder proveniente de las urnas.
En la práctica, mientras las remanentes fuerzas políticas no debatan el qué hacer, cómo hacerlo, el precio a ser pagado por la sociedad y el tiempo requerido para obtener resultados tangibles, no habrá fórmula política capaz de revertir la ya consumada devastación de un Estado paternalista con hijos putativos listos para acechar nuevamente al erario y las libertades individuales. La hora de un gran debate ciudadano se contrapone al de unas elecciones marcadas por una democracia alentadora del fracaso.