He eliminado centenas si no miles de correos electrónicos con advertencias de cierres de cuentas bancarias que tengo y de otras que jamás he registrado. Otro número igual, relacionado con tarjetas de crédito ha ido a la basura. Súmense los diarios mensajes de partidos políticos, o pidiendo firmas contra el aborto y el matrimonio del mismo sexo, el maltrato a los animales, la xenofobia, la contaminación ambiental, la invasión a Ucrania. Igualmente, para retiros de paquetes no esperados ni solicitados que se guardan en el aeropuerto o en correos privados. No pocas veces este tipo de mensajes los he encontrado en otras aplicaciones informáticas. De inmediato los he botado, incluyendo algunos que provocan dudas: becas, trabajos en línea, compra de acciones, obtención de visas y residencia en el extranjero, etcétera.
Con certeza a todos les debe suceder lo mismo, sin faltar aquellos que han recibido otros e increíbles mensajes, como aquel que uno hereda fortunas. Por esto último, personalmente ya debo constar en el ranking de los más ricos del mundo, y por las encomiendas con un inmenso y muy surtido almacén. Espero que, como a mí y pese a las tentaciones que son inevitables, a ninguno de ustedes les haya ocurrido nada malo. Pero sí conocen, como yo conozco, de varios casos en los que se han provocado muy serios e irreparables perjuicios.
Y, ¡cuántas veces suena el teléfono móvil, de número desconocido y uno no sabe qué hacer! Porcentualmente, es muy alta la decisión de no responder, al fin y al cabo, lo más probable es que sea de una casa comercial, de un banco o de una compañía de seguros de salud, vida, bienes y más, ofreciendo servicios que no han sido solicitados. O, también, puede ser la llamada del “vacunador”, del extorsionador, del delincuente que recién salió de la cárcel, de Los Lobos, Los Choneros. Pero, por qué no, también podría ser por un motivo importante: de familiares, amigos, conocidos, empleos, eventos de interés personal o colectivo.
En Ecuador rige una Ley de Comercio Electrónico, Firmas y Mensajes de Datos, que, entre otros propósitos, regula y protege a la población, estableciendo que para el uso o trasmisión de mensajes se requiere “el consentimiento expreso del titular” que los recibe, en aras de respetarse “los derechos de privacidad, intimidad y confidencialidad garantizados por la Constitución”. Por lo mismo, ninguna “persona está obligada a usar o aceptar mensajes… salvo que se adhiera voluntariamente”. Inclusive la ley ordena que el Consejo Nacional de Telecomunicaciones adopte “las medidas necesarias para que no se afecten los derechos de las personas”. Y, en su Reglamento, dice que es la Agencia de Regulación y Control de las Telecomunicaciones (Arcotel), el organismo responsable de administrar, regular y planificar sobre la materia. ¿Está haciendo bien la tarea?
Al margen de la respuesta de cada usuario y ante la realidad que se experimenta en el mundo de la tecnología y en el que la Inteligencia Artificial (IA) “ataca” con vertiginosa velocidad, al usuario corriente no le queda más que protegerse de los ciberataques, por ejemplo no abriendo mensajes sospechosos que circulan en la red social ni tampoco los correos electrónicos de remitentes desconocidos; no ingresando a páginas web que ofrecen regalos ni descargando música, videos, películas o series gratuitas; no haciendo clic en anuncios publicitarios que se vean falsos. En fin, estar atentos no es opcional, es obligatorio.