23 enero, 2025

El terror

La proliferación del delito en una sociedad es provocada por distintas causas, unidas las unas a las otras, se potencializan entre sí, hasta culminar con un clima de inseguridad social, perdiéndose la paz ciudadana, a esa pérdida contribuyen prácticamente la mayoría de las personas que se encuentran en la Funciones del Estado que “alegremente” se dedican al inmediatismo, a la ofensa de intereses particulares, y tratar de engañarse los unos a los otros. Obsesionados por el complejo bíblico: “Aquí muere Sansón y los que nos son”, gritan, se insultan, se rasgan las vestiduras, olvidándose del sufrimiento, pobreza, inseguridad en la sociedad. Esto ha ocurrido en los países pocos institucionalizados, de endeble economía y con problemas sociales no resueltos. Desgraciadamente al Ecuador parece aguardarle también una negra etapa de agitación social, como sucedió con otros países.

Los frenéticos alaridos de algunos asambleístas que solo tratan de figurar, las torpezas administrativas, y el clima de corrupción, al parecer, han permitido la aparición de los “sicarios”, avezados delincuentes que matan por dinero, generalmente contratado en sus países de origen para que delincan en el País, sean nacionales o extranjeros, lo alarmante es la sucesión de asesinatos perfectamente planificados que suceden casi todos los días.

Estos casos son gravísimos, pues demuestra que se encuentran operando en el país bandas de criminales perfectamente organizadas, contratadas para matar y no para robar.

Ya no es cuestión de temer lo que le puede suceder a la sociedad ecuatoriana. No, la impunidad de muchos delincuentes, los atracos, la pobreza, la politiquería barriobajera o la insensibilidad han hecho posible que la sombra del terror se proyecte sobre nosotros. Quiera Dios que la Policía Nacional actué proporcionando un poco de seguridad al País.

Estos negros nubarrones de muerte y desolación deben de ser enfrentados por los políticos ecuatorianos, induciéndoles a disminuir irracionales apasionamientos. Proceder sensatamente y comprender que si el hombre piensa es más auténtico al mostrar “mayor apasionamiento, en realidad es entonces cuando es más pasivo, al ser arrastrado por algún torrente ancestral de impulsos o sentimientos, y conducido a exhibir reacciones precipitadas que no le permiten alcanzar la comprensión del problema social, porque sin pensamiento solo puede comprender una pequeña parte del todo”.

Gracias a Dios todavía existe en la escena política ecuatoriana hombres de buena voluntad, probos y valientes. Esos hombres están obligados a contribuir a la paz social tan necesaria para el desarrollo 

 

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“Los mejores pretextos sirven a la realización de las acciones más viles”

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Parodiando a Saint Just, en plena revolución de 1789 en Francia, que advierte: “el crimen es la monarquía!”, con lo que da paso a la sentencia, sin remisión, de su muerte, podría, como alcance actual, decirse que “el crimen es el poder!”. ¿O es que el poder, como tal, en esencia, no es violencia en su propia naturaleza? ¿No es, además, una invitación permanente a la discrecionalidad y en este hacer, promover la voluntad de la injusticia? Con el poder, y más susceptible en tanto expresión económica o política, los otros serán siempre los culpables… Y cuando hay culpa hay castigo. Y todo castigo emanado del poder busca la liquidación del castigado no su enmienda o rehabilitación. ¿Contradicción? No! Porque no existe la falta en el culpado. Lo que hay es el no reconocimiento de la inocencia desde el poder. Todo es agravado cuando el poder expresa su presencia desde el Estado y este, según sus perspectivas, convoca más o menos violencia según sea declarado protector, de servicios, autoritario, fiscalista, paternalista, etc. Para Max Weber, incluso, “el Estado moderno no es más que una asociación de dominación con carácter institucional que ha logrado monopolizar la violencia física, para uso exclusivo”. ¿Qué pasa, entonces, cuando esta potencialidad de la violencia es guiada, administrada, liderada por una patología ideológica? Promueve de una parte el cinismo, la corrupción y el crimen y de otra, busca y obtiene a la fuerza su legitimidad!.

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