24 abril, 2024

Carmen

Carmen es una ópera dramática presentada en cuatro actos; la música es de Georges Bizet y el libreto de Ludovic Halévy y Henri Meilhac. Se basa en la novela homónima de Prosper Mérimée. Fue presentada por primera vez el 3 de marzo de 1875 en el Teatro Nacional de la Opéra-Comique, en París, Francia. 

Esta ópera trata sobre una atractiva gitana, Carmen. Una mujer segura y con muchos admiradores que se encuentra a un hombre que se enamora perdidamente de ella. Él es don José, un soldado, que pese a amarla tanto, le pone límites con su amor. Ella elije su libertad en lugar del amor de don José…

Carmen para mí, es mi tía Carmen Teresa, quien lleva su nombre en honor a su bisabuela materna, Carmen Vernaza y a su abuela paterna Mercedes Teresa Álvarez Barba.

Y a ella le dedico estas líneas, recordando mi infancia y mi juventud.

Carmen fue una mujer muy guapa, tal como la gitana de la ópera. Tenía igual a ella, muchos admiradores. Ella nació en la ciudad de Esmeraldas y desde ahí, cuando era una bella joven la llevaron en avioneta, según contaban en las reuniones familiares, para participar en el concurso Miss Ecuador, hasta la ciudad de Guayaquil.  Pero, al tener que desfilar en traje de baño, mi abuelo la obligó a desistir de su participación.

Ella se enamoró no de un soldado sino de un piloto costarricense con quien formó un hogar próspero y con quien tuvo tres hijas, de las cuales viven dos.

Mi tía Carmen vivió siempre una vida de confort, rodeada de amistades de “alta alcurnia” y dependiendo de todo lo que su marido le daba sin reparos. Él era el amor y la razón de su vida.

Vivió junto a su familia, años felices en Costa Rica, hasta que decidieron venir al Ecuador. Aquí, en la temporada de playa, alquilaban una casa en Salinas, en la que llegábamos todos los primos. Pasé lindos momentos en ella. En la planta baja estaba toda el área social, de empleados, cocina y patios. En el segundo piso estaban las habitaciones que ocupábamos las mujeres y había un ático en el tercer piso, a donde se alojaban los primos varones.

Fue una buena época. 

Mi tía era elegante y le gustaba ver a la gente bien vestida y bien arreglada.  Recuerdo que, en alguna ocasión, mis padres estaban pasando por una situación económica difícil, ella me invitó a salir, y fuimos a “Casa Tosi”, a donde me compró ropa. Uno de mis conjuntos favoritos, hasta que se desgastó, fue un pantalón azul marino y una blusa estilo marinero que me obsequió mi tía en esa ocasión. También en uno de sus tantos viajes, me trajo a regalar unos zapatos y un bikini, los que usé hasta que se quedaron desgastados.

A veces, cuando invitaba a mi abuela Carlota (su mamá) a salir a tomar un café o a visitar a sus amigas, también iba yo con ellas. Una de las casas más bonitas que conocí fue la su amiga Lina, en la ciudadela Los Ceibos. Mi tía tuvo muchos gestos de generosidad conmigo y yo los guardo en mis recuerdos con cariño y gratitud. Al pasar el tiempo, ella y su familia vivieron una situación que los sacó de su zona de confort, por lo que su amado esposo regresó a Costa Rica; una vez establecido ahí otra vez, ella volvió al país centroamericano con dos de mis primas. Pero esta vez las cosas sería muy tristes para ellos. Perdió a su esposo de una manera trágica y a una de sus hijas, víctima de cáncer. Volvió al Ecuador con su hija menor y a partir de ese regreso todo fue decayendo para ella. Los últimos meses de su vida, no reconocía a las personas y ya no tenía ánimo para vivir. Lamento tanto no haber podido visitarla en sus últimos momentos en este mundo. Yo estaba pasando mi tratamiento de radioterapia, y casi no salía de la casa por que estaba con las defensas bajas y bueno, debía tener cuidado con mi salud. Sin embargo, no perdía la esperanza en que ella se iba a recuperar y de que yo volvería a verla. Pero no fue así. Y como ocurre cuando un ser querido se va y no lo volvemos a ver, hay un espacio, un vacío que no se llena con nada…

Al final de la famosa ópera de Bizet, la bella Carmen muere asesinada. Al final, de una u otra manera, todos morimos. A veces, lentamente como mi tía, a veces abruptamente como la gitana. 

Le debía estas líneas que no son una visita, pero si un te quiero y gracias, al menos para sentirme mejor.

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