18 septiembre, 2024

Condenados a ser libres

Renunciar a la libertad es renunciar a la condición de ser hombre, a los derechos de la humanidad…Rousseau

Al termino de la segunda guerra mundial, los sobrevivientes que integraban la comunidad política de la gran victoria, veían en la libertad, el instrumento genuino de la paz para el bienestar… ¿Acaso era pertinente una vivencia social al margen de la libertad que la promueva?  Como decía Sartre, y con sobrada razón, << a partir de ahora estamos condenados a ser libres >> O sea, condenados a vivir con responsabilidad propia, marcando en el camino correcto los pasos para un destino válido. 

¿Cómo hacer de la libertad, sin embargo, el camino de la vida que haga posible la verdadera humanidad? ¿No es que las dos guerras mundiales significaron desprecio, muerte y desesperación, para millones de gentes que no alcanzaban a comprender una realidad de tanta infamia? Infamia que sigue hasta hoy, como fuente de poder, en una u otra democracia falsa. ¿O es acaso democracia, soportar sin reparos, la “libertad” de la obediencia, sinónimo de órdenes e imposiciones? ¿Es o no la manifestación diaria en la familia, la escuela, el trabajo? Obediencia que no permite reclamo, aunque la verdad de las cosas la desdiga. 

¿Y la dependencia socio política con que en Latinoamérica sus líderes, en misterioso vaivén de izquierda a derecha y viceversa, pretenden aun mantener su autoridad y mando? Si sus pueblos, en verdad, tienen fe en sí mismos su objetivo principal es liquidar tal liderazgo, sinónimo de miseria. No hacerlo es, por desgracia, auto esclavizarse, negando la libertad que la misma naturaleza impone. Todo sin embargo está en espera, a pesar de las luchas liberales y las declamaciones socialistas. Torpe espera que continúa, con una población que crece y crece y una miseria que sobrepasa, brutalmente, este crecimiento.

Es que la libertad no es una simple palabra…Es la valoración de la vida que la define en el poder de su realidad. El tiempo que hoy vive la humanidad de enfrentamientos, por un desarrollo que no beneficia a los de abajo, no es el más indicado para una libertad social tan necesaria. Más aun cuando el sicariato hace de los menores su fuerza de choque y su instrumento de muerte. 

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Lo que no me gusta…

El evangelio dice que debemos recibirnos con hermandad entre todos, pues todos tenemos un mismo origen: Todos somos Hijos de Dios y por lo tanto iguales. No hay diferencia de cunas. El más grande entre los grandes prefirió nacer en un humilde pesebre, rechazado por todos, sin recibir posada en ninguna parte, para llamar nuestra atención y corregir nuestra forma de ser. Sólo Él, con su Madre, su padre en la tierra y se rodeó tan sólo de los animales que le prestaron su pesebre y fue visitado tan sólo por humildes pastores que fueron avisados por los Ángeles. Los Reyes Magos llegaron después, guiados por la estrella. No me gusta, pues, que al lado de este ejemplo de humildad, fomentemos el odio, la venganza, que sembremos resentimientos, diferencias entre clases, que desunamos a nuestros hermanos, fomentando regionalismos absurdos, despertando envidias, rivalidades entre clases sociales o grupos étnicos o religiosos.

Está bien que sean toleradas las desviaciones, ahora llamadas preferencias sexuales. Pero está mal que sean fomentadas o que pretendan promocionarlas. Estas desviaciones incluyen no sólo la homosexualidad, el lesbianismo, los transexuales, los travestis, sino también los sádicos y violadores y los que asesinan a sus parejas. La falta de sanción es una forma de fomentarlas, la impunidad es otra. Si alguien desea tener una preferencia sexual diferente de la creada por Dios y dada por el género de la especie, y si encuentra a otra persona que piensa o siente igual, está muy bien que lo toleremos y que no lo ataquemos. ¡Allá ellos con sus deseos y yo no tengo porqué aislarlos ni por qué dejar de apreciarlos! Si son mis amigos, el respeto incluye el respetar sus preferencias. Ahora, si esa persona para satisfacer su identidad sexual, tiene que promocionarla, pretendiendo que los demás sean o piensen como él, está equivocado, o si pretende violar contra su voluntad a otra persona que no siente o desea como él o amenaza matar por amor, hay que detenerlo.

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