19 abril, 2024

El vacío

Hay espacios que no se pueden llenar ni con cosas ni con otras personas, cuando esos espacios han pertenecido o pertenecen a alguien. Definitivamente, las personas amadas no pueden ser reemplazadas por nada. Siempre estarán ahí, cuando visitamos lugares compartidos, o viajamos con la memoria hacía los recuerdos. O tan simplemente, en el día a día.

En uno de mis artículos anteriores mencioné la serie “Las chicas Gilmore”, serie que vi en compañía de mi hija Paula. En uno de los capítulos, Rory Gilmore se va a vivir un tiempo a casa de sus abuelos, para escribir una novela. En ese capítulo, su abuelo ya ha muerto y ella se para frente al comedor, en el que solían reunirse los viernes, ella, su madre y sus abuelos. Recuerda a su abuelo comentando algo…

Eso suele suceder, recordamos. Lo interesante radica en no dejar que esos recuerdos nos hagan daño. No invitar al sufrimiento por aquellos que no están, aunque duela mucho, sino invitar a la gratitud por haberlos tenido en nuestra vida. Así la intensidad del dolor disminuye y la emoción se transforma. Nos permite recordar para contribuir a nuestra felicidad y no nos estanca en la pena.

Todo esto es fácil escribirlo, ponerlo en práctica no lo es tanto. Y me pongo de ejemplo. Mi mamá murió hace siete años, y aún la extraño y mucho. Sobre todo, hay días en que quisiera llamarla por teléfono o decirle que venga a mi casa o ir a visitarla. Me quedo como en el aire, porque nada de eso puedo hacer ya. Entonces dejo que la emoción, el sentimiento salga de mi, que pase, no lo rechazo. Duele y acepto el dolor. Luego va pasando… y si quiero llorar, lloro.

En estos días, justo mi compañera de ver series se fue a vivir a otro país por unos meses, y eso también duele, muchísimo, porque con ella compartía tantas cosas.

Antes de que se vaya, me permití llorar junto a ella y decirle mis sentimientos y toda la falta que me haría, y todo lo que la amo y lo que ella significa para mi. La tarde en que partió, lloré, pero ya fue menos. Me levanté al día siguiente y lloré, menos. Y he ido pensando que estoy agradecida por todo el tiempo que me dio y todo lo que compartimos y que ahora está cumpliendo metas y haciendo realidad sus sueños y eso me sirve de estimulo para yo también ser feliz.

Así es la vida, no podemos controlar el tiempo en que las personas estarán a nuestro lado, sea porque se van para siempre o porque se van momentáneamente a vivir su destino. Es práctico cultivar el soltar lo que no podemos controlar, es lo más sano. No es fácil, insisto, pero es lo mejor.

Decirles a los que amamos cuanto los amamos y darles lo mejor de nosotros es práctico también, así no queda nada pendiente y nos sentiremos mejor, ante cualquier circunstancia.

 

 

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