25 abril, 2024

La Virgen de Guadalupe

Se le apareció cuatro veces al indio Juan Diego, la última el 12 de diciembre de 1531. Por ello, la Iglesia consagra ese día a su devoción. Su basílica en la Ciudad de México, es el templo más visitado de toda América Latina, con más de 20 millones de peregrinos cada año, ha recibido cinco visitas papales, cuatro de Juan Pablo II y una más reciente de Francisco. 

El Papa Pío X, la nombró Patrona de América Latina y Pío XII, Emperatriz de Las Américas. La devoción guadalupana es muy popular en todos los países latinos y constituye uno de los tres sitios cristianos más visitados del mundo, siendo los otros dos, la Basílica de San Pedro en Italia y la de Santiago de Compostela en España. 

Sus apariciones, el haber escogido a un humilde natural chichimeca, originario de las tierras recién colonizadas, fue muy oportuno y un gran milagro de la Divina Providencia, que permitió el surgimiento de una rápida y popular devoción a nuestra Santa Madre María y a su hijo Jesucristo. El hecho que estuviera representada por una mujer mestiza, atrajo en forma espontánea, la simpatía de miles de naturales y mestizos, todo producto de la colonización y evangelización española en América.

La Virgen habló en la lengua natal nahuatl, en las cuatro veces que se aparece a Juan Diego y una a su tío Juan Bernardino. Ella pidió que en ese sitio, el cerrito de Tepeyac, al norte de la capital mexicana, se le construyera un templo en su honor, para su particular devoción. Como el obispo Zumárraga pedía una señal que indicara que todo fuera cierto, la Virgen le indica a Juan Diego que corte unas flores, unas rosas de Castilla, imposibles de darse en la época invernal. 

En efecto, las corta y recoge en su tilma y al presentarlas al Obispo, queda grabada en ella, la bella imagen de la Señora del Cielo, motivo de nuestra devoción hasta nuestros días. El pedido de la Virgen fue concedido, rápidamente se le construyó una primera capilla, con el tiempo en 1709 una basílica y desde 1976, el moderno edificio circular con capacidad de diez mil personas al interior, y cincuenta mil más, si se usa la explanada exterior.

La misma Virgen, en su última aparición al tío Juan Bernardino, que estaba moribundo, lo curó de su enfermedad, le reveló quién era, lo que quería y hasta pidió expresamente que la llamaran “La siempre Virgen Santa María de Guadalupe”. Además, le relató todo lo acontecido en el cerrito de Tepeyac, para confirmar las versiones de su sobrino Juan Diego,

Estas apariciones fueron reconocidas por la Iglesia y por el pueblo indígena, que inmediatamente construyó una ermita en honor de la Virgen. El mismo Juan Diego abandonando sus tierras, se fue a vivir a aquella pequeña construcción, para fomentar la devoción de todos los nativos y cuidar de los peregrinos que la visitaban, que querían ver la manta de agave, donde estaba grabada la hermosa imagen. 

Juan Diego vivió en fama de santidad, diecisiete años más, después de las apariciones.  Recién,  la Iglesia le ha reconocido su importancia, al haberlo elevado a los altares, por haber sido quien abrió el cauce de conversión de millones de fieles, durante los últimos cinco siglos. San Juan Diego, fue canonizado por el propio Papa Juan Pablo II, en la misma Basílica de Guadalupe, en su última visita el 31 de julio de 2002.  

“¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo le ha tenido siempre por varón santo. Al acoger el mensaje cristiano de la Virgen, sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos estamos llamados a ser hijos de Dios en Cristo”. 

Lo que a Hernán Cortés, con todos sus ejércitos y armas le resultó muy difícil conquistar, La Virgen de Guadalupe, con sus múltiples milagros y divina protección, en menos tiempo y dificultad,  le fue mucho más fácil convertir millones de almas, como devoción para sí misma y para su bendito hijo Jesucristo, en México y en toda América Latina.

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