28 marzo, 2024

La señal

Me dijo Mónica que uno no le debe pedir señales a Dios, pero yo si lo hago, porque a veces me siento muy perdida y sin saber qué o cómo hacer las cosas.

Todo empezó en noviembre del año anterior (2021) y ahora, justamente al año (noviembre 2022), aún no logro asimilar totalmente como la vida puede dar giros tan grandes en un momento.

Tuve un episodio muy extraño un día de octubre, me parece. No pude dormir en toda la noche, sentía que el pecho se me cerraba y no podía respirar. Salí de la casa, y como hasta cerca de las 6 de la mañana me quedé sentada en un banco de madera que hay en el garaje. Esa mañana, murió un apreciado vecino.

Luego, en el mes de noviembre, por dos ocasiones me desperté en la madrugada para ir al baño, y ya ahí, sentía como mi cuerpo se descomponía como que si las moléculas de mi cuerpo se separaran y eso me causó miedo. En esa ocasión, una amiga me habló de “ataques síquicos”. Una doctora extranjera con poderes de videncia me dijo, hace poco, que eso se pudo haber desencadenado por algún evento que hizo salir un hecho traumático de mi infancia. 

En diciembre y enero empezaron las primeras crisis de pánico que fueron aumentando en intensidad y frecuencia. Vale mencionar que por tres ocasiones tuve Covid, y dicen algunos expertos que esto que viví es una secuela, no solo del Covid, sino de la pandemia y cuarentena que ha afectado a mucha gente. 

Los meses de enero, febrero y mediados de marzo fueron terribles. No dormía, no comía y estaba completamente alterada y perdida; fuera de mí. Me puse renuente a pedir ayuda psiquiátrica pensando que me darían pastillas, que yo no quería tomar. He sido fervientemente partidaria de la medicina natural (y lo sigo siendo, con una nueva perspectiva)

Consulté a dos chamanes, una especialista en reiki y cuencos tibetanos, y a una vidente. Pero ninguno de ellos pudo ayudarme completamente. Cada uno aportaba algo momentáneo para que me sienta un poco aliviada. Lloraba y gritaba sin obtener consuelo. A la vez sacaba de mí inconsciente, traumas o dolores acumulados por años. Tuve la bendición de que mi papi estaba junto a mí para abrazarme y hacerme sentir más tranquila, al igual que Karyna y Paula, que ya no sabían cómo calmar mi ansiedad y mis ataques de llanto. Mi papá y su esposa, Lidia y Victorino, también, fueron un gran apoyo para mí en esos días.

Olvidé por completo mis conocimientos médicos, tanto de medicina convencional como de medicina natural. Nada parecía funcionar en mí. Ni la ayuda de la psicóloga. No lograba estar sentada por mas de diez minutos en ningún lugar, y lo que comía, eran dulces y café. 

También consulté a una iridióloga y a una especialista en ayurveda, que en algo me ayudaron, pero no completamente. Ellas excelentes profesionales. Era algo en mí que no permitía que yo asimile bien las cosas. Perdí mucho peso, más de 10 libras.

Hasta que un día ya sin fuerzas, acepté la sugerencia de mi hija Lidia de ir a donde la siquiatra, necesitaba ayuda urgente. Al menos tenía que dormir, me daba terror quedarme dormida.

La Dra. Carmen, realmente excepcional, me medicó, obviamente para bajar el estado de ansiedad. Con una dosis mínima de una medicina fue suficiente. Pude volver a dormir y a ser yo. 

Luego fui a la consulta del Dr. Guido, acupunturista, me fue muy bien con él.

Recuerdo que era un viernes, previo a Semana Santa, cuando tanto la Dra. Carmen como el Dr. Guido me dijeron que estaba mucho mejor anímicamente e inclusive, Guido me dio de alta en acupuntura.

Ese día por la tarde estuve en mi oficina ayudando a mi hija Karyna en unas tareas de la universidad, por algo me molesté y di un golpe muy fuerte con el celular contra la mesa. Al volver a la casa, salimos a caminar, estaba muy contenta, me sentía realmente bien. Conversamos con Kary sobre temas generales, cuando vi mi celular, cosa rara, porque no acostumbro a llevarlo conmigo cuando salgo a caminar.

Revisé unas publicaciones en Facebook, y vi una nota de pesar, una conocida de hace muchos años había fallecido de cáncer, me dio mucha pena ver la nota sobre Sisi.

De repente sentí un dolor que me recorría la espalda y llegaba al seno derecho, además me ardía mucho. No lo soportaba. ¡Qué raro! le dije a Kary, vamos a tener que regresar a la casa, porque no soporto este dolor. Volvimos, al llegar lo primero que hice fue quitarme la ropa para ver de dónde provenía el dolor, era un ardor terrible. Y mi sorpresa fue grande cuando siguiendo la trayectoria del dolor llegué a mi seno derecho y palpé una bolita, como con una especie de punta. La verdad sentí mucho miedo, corrí a decirle a mi esposo lo que tenía. Él me dijo: mañana mismo vamos al ginecólogo para ver que dice y te llevo a hacer una mamografía. No me había hecho el control por mamografía desde hace dos años; en ese tiempo solo me hice ecografías de los senos y todo salía normal.

Bueno, no voy a quedarme en detalles, fue más que un susto. Fue un diagnóstico realmente fuerte y duro de aceptar, pero gracias a Dios, como se dice “a tiempo”; todo estaba “in situ”. Más tenía que enfrentarme a cosas a las que yo siempre temí y jamás pensé que podían sucederme.

Luego del diagnóstico por ecografía y mamografía tuve que hacerme una biopsia del tumor y una resonancia magnética. Recuerdo que era Semana Santa. Con el primer especialista en mastología que consulté, me indicó que lo mejor era operar y sacar todo el seno, para luego ir a donde un clínico oncólogo y seguir el tratamiento. Yo casi no podía reaccionar, decía bueno, sí, está bien. La cita fue jueves y la cirugía se programó para el Viernes Santo. Era jueves por la noche y yo aún no podía creer lo que estaba viviendo.

 Algo en mí y mi papá me decían que era muy precipitado lo de la cirugía. 

Eran las diez de la noche y recordé las palabras del doctor Xavier, quien me realizó la resonancia magnética: A ti tiene que verte un equipo médico; ¿por qué no consultas con el “Pulpo”? Un apodo con el que se conoce a un prestigioso médico, cirujano oncólogo, ecuatoriano que trabaja en Estados Unidos. A las diez de la noche le escribí a Mónica, su hermana, y ella me dio el número de teléfono. Lo llamé y me dijo que le envíe el resultado de la biopsia. El “pulpo” me dijo: esta biopsia está incompleta, así no se puede operar, hay que repetirla. Vaya mañana mismo a donde el doctor Roberto (Clínico oncólogo) él le dirá que hacer.

Así que el Viernes Santo, en lugar de ir a operarme el seno, fui al consultorio del doctor Roberto y me explicó con detalle mi situación. Gracias a Dios no hubo necesidad de repetir la biopsia. Con la misma muestra se logró completar el estudio.

Cuando estuvo listo el resultado volví a donde Roberto quien me dijo que debía hacerme seis sesiones de quimioterapia combinadas con anticuerpos monoclonales.

Yo estaba asustadísima, a lo que más le temía en la vida ahora debía enfrentarlo.
Empecé por escribir a un poco de personas con las que sentía me había portado o mal, o al menos me había alejado o no había sido amable con ellas, y pedía perdón por todos lados. Pensaba que era una especie de fin de la historia, y sentía que debía pedir perdón, lo hice de corazón y eso me llevó a recuperar a grandes amigos y familiares de quienes, por tonterías y caprichos, me había distanciado. Me uní más a mis hijos, tratando de darles todo el amor del mundo en cada instante. Y pensaba en los momentos perdidos, cuando no estuve con ellos, por los motivos que sean, todo eso llenaba mi mente y abarcaba mis emociones.

Fue el día de la madre, junto a mis hijos, mi esposo y también mi papi con su esposa, el día previo a la primera quimioterapia. Aprovechamos para celebrar el cumpleaños 83 de mi papá. Cumplía años el lunes 9, cuando inicié las quimioterapias. Pero esa etapa es otro relato que merece un espacio especial porque quisiera ayudar así sea a una persona que lea sobre esto, para no sentir temor y buscar el apoyo que sea necesario para continuar. 

Sobre todo, no decaer en la fe y buscar a Dios sobre todas las cosas. Saber que el amor de la familia es esencial, en eso mis hijos y su amor han superado junto a mí todas las pruebas. Mi esposo y su apoyo en todo lo que he necesitado, también. 

Días atrás, yo estaba con mis dudas sobre la quimioterapia y decidí escribirle al padre Gustavo, de quien no sabía nada, hace años. Recuerdo haberle dicho, si usted me dice que siga este tratamiento, así lo haré. Él me respondió, no hay alternativa, lo tienes que hacer, ¡hazlo! 

Como él vive en otra ciudad, fui a donde el padre Alfonso, a confesarme, pedirle la bendición y comulgar. Además, el padre me puso los Santos Óleos. Luego de la comunión, me quedé orando un momento y decía: Dios mío, dame una señal de que lo haré es lo correcto. El padre Alfonso se acercó a despedirse y a darme la bendición y me encontró orando y llorando. Tengo miedo, le dije. El me dio la bendición y me dijo: tenga paz en su corazón, todo irá bien y terminará más joven y renovada, ¡ya verá! 

Parecía que se iba, cuando se dio la vuelta, sacó el Rosario del bolsillo de su sotana y lo puso en mis manos. Dijo: este Rosario me lo trajeron de Tierra Santa, úselo y me lo trae después de la cirugía. En esos días estoy, en que debo ir a devolverlo. 

Me ha acompañado desde el mes de mayo, y lo uso a diario. La cirugía fue un éxito con una respuesta completa al tratamiento. El doctor Roberto es un médico excelente que desde el inicio me dio mucha confianza y seguridad en el tratamiento que íbamos a hacer.

No fue solo una señal, la del Rosario del padre. También, estoy convencida, Dios a través de Sisi, me envió una señal que me salvó la vida. Así que, aunque ella ya no está aquí en este mundo, le agradezco, porque actúo como un ángel de la guarda para mi.

Solo puedo decir ¡gracias! Gracias a Dios, a mi familia, mis hermanas y primos; mi yerno, nuera, consuegras. A los doctores que me han atendido, entre ellos, los que ya mencioné y otros, doctora Malena, doctora Olivita, doctora Inés, doctora Alicia, doctor Panchito, psicóloga Jacinta. A los amigos como el padre Fabricio y Linda; padre Jorge, padre Giner, Carlos, Angelito, Glenda, Anne, mis tías Gloria y Olga, Nataly, mis amigas del colegio, mis yoguinis; a Monika, Jenny, Ilse, María Luisa, Norma, Alexa, Mónica, Rosalinda.  A todas las personas que han orado por mí, a quienes me enviaban mensajes llenos de cariño y tantos nombres que se pueden escapar de un relato, pero no de mi corazón. 

Es duro aceptar lo que nunca esperas, pero a veces llegan cosas que cambian tu vida para bien… y para ayudarte a ser mejor persona y encontrar el propósito de estar aquí. Tal vez solo sea vivir y dar amor, agradecer y tratar de estar alegres pese a todo y seguir adelante, hasta cuando Dios quiera. 

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3 comentarios

  1. Karina un relato que revela lo que es usted
    Una mujer luchadora, un ejemplo de fe y confianza en Dios., que buscó la verdad de e intuyó e mensaje del momento vivido
    E indudablemente una excelente escritora que mantuvo nuestra atención al relato y nos dio “una enseñanza del verdadero propósito en nuestras vidas” Gracias

  2. Karina, tu relato nos da a conocer lo que eres, una mujer llena de virtudes que siempre ha sabido salir adelante y ser la fortaleza de su familia, eres admirable y una vez más lo haz demostrado.
    Dios te ilumina siempre, me alegro estés en proceso de calma, te queremos muchísimo.

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