24 abril, 2024

Derecho Planetario (II): Marco jurídico

En la anterior opinión de esta secuencia, expuse los antecedentes jurídicos por los cuales el Derecho tuvo amplios cambios optando por lineamientos dirigidos a corregir aquellos excesos (finales de la II Guerra Mundial) que permitió a “gobiernos de derecho” volverse “gobiernos de facto o dictaduras” facilitando y originando verdaderos cataclismos de lesa humanidad.  

En la presente manifestaré consecuencias de cambios que pueden ocurrir de repetirse un apocalipsis como la que vivimos (coronavirus); o, una guerra nuclear. Tendrían resultados de delitos en perjuicio del ejercicio de los derechos humanos sin que existe un marco jurídico expreso para su juzgamiento.

Al momento, investigadores de distintas disciplinas manifiestan que “el mundo no volverá a ser el mismo” debido a la enfermedad sufrida por el virus originado en China. Tienen razón en algunos de los argumentos expuestos: más solidaridad, respeto ambiental, consumir responsablemente evitando el despilfarro, entre otros; aunque también se avizora la carrera para recobrar el tiempo perdido, especialmente, en lo económico, incidiendo en los pueblos y sus necesidades. 

Sin embargo, existe un vacío intocado a pesar de su trascendental importancia: La agresión al Planeta y a la Humanidad en ámbito planetario, la muestra la hemos vivimos. Ya no es suficiente un Estado de Derecho protegiendo y garantizando a los ciudadanos y limitando las facultades de los líderes temporales en la administración interna pública; o, internacionalmente, por medio de la Declaración Universal de DD.HH. de 1945 y otros convenios, influenciados por la aún vigente teoría de la “soberanía nacional” (s. XVI).

¿Por qué? La cantidad y diversidad de los problemas son tantos que la política no es suficiente y aquí hay que recordar lo que ya hace más de 2400 años lo dejó dicho Platón. Haciendo de su propuesta de ser gobernados por los filósofos o los mejores, analógicamente diría: “El gobierno de un Estado debiera ser sí de los mejores pero integrado por científicos, economistas y, luego, políticos y militares”. 

Es tal el poder que ha adquirido el mundo científico mediante invención o innovación cuyas inconmensurables dimensiones y aplicaciones variadas y descomunales, un solo descubrimiento es capaz de realizar múltiples afectaciones a la Vida Humana y al Planeta; o, destrucción total con el empleo de armas nucleares.

Ciertos ejemplos científicos lo confirman: geoingeniería, microbios dañinos, inteligencia artificial distorsionada, cyberdelitos, ciencias ómicas en la medicina, daño ambiental provocado o no, etc., consciente o inconscientemente derivando en problemas sociales, religiosos, ambientales, económicos; u, originados por dirigentes irracionales pretendiendo cimentar sueños irrealizables mediante la agresión a otro.    

Actualmente lo observamos, Rusia contra Ucrania, igual China con su mirada puesta en Twain, dando lugar a que se formen bloques para enfrentarse, sin olvidar a Corea del Norte, Irán, Israel. Algo semejante se pretendió hacerlo con el país originario del virus y la pandemia universal, quien alegó, precisamente, la teoría de la “soberanía nacional”, presente tácita o expresamente en los tratados internacionales relacionados con esta materia: Derecho Internacional de los Tratados, Responsabilidad Internacional de los Estados, Derecho Internacional Privado, Derecho Internacional Humanitario, Convención de 1976 sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles, entre muchos más.

A pesar de los enumerados documentos jurídicos vigentes, aquellos que pretendan “ganar” el conflicto harán tabla rasa de los mismos utilizando no solo armas convencionales sino la fuerza nuclear cuyas consecuencias ya se ha tenido demostraciones nefastas: Japón en 1945 y Chernóbil en 1986, estructura que ha progresado en su ámbito dañino hacia la vida humana y ambiental. Y, los tratados firmados relacionados con estas materias, ¿Dónde quedan…? 

El tratado de no proliferación de armas nucleares (marzo 1970) firmado por cerca de 191 países, no todos los han ratificado; además 6 se han retirado, incluso USA. en 2019 con el gobierno de Trump, unido a las varias abstenciones. Para América Latina existe, igualmente, un tratado de similares características, sin olvidar el de la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, desde 1967 norma los principios, rescate de astronautas y más; sin embargo, la propia Tierra donde vivimos no está protegida contra pandemias o desastres nucleares con carácter universal.  ¿Qué hacer…? 

Las consecuencias son previsibles y concretas, el sistema de vida humana y el Planeta se encaminarían a un despeñadero de, tal vez, cambiar o transformar lo que quedaría en el caso de un conflicto nuclear: Total deformación de la estructura humana, nuevos brotes de enfermedades e infraestructuras de ciudades o países aniquilados.  Los pocos que quedarían no tendrían ni las fuerzas ni los medios para pretender “enmendar” en algo lo que ocurriría… 

¡Cuánto se retrocede y pierde en aliviar la carencia de cerca de 2.000 millones de personas sin olvidar a los refugiados climáticos que, posiblemente, lleguen a 60 millones! NN. UU. ha calculado que en 2021 las pérdidas ambientales sumaron aproximadamente 250 mil millones de dólares añadiéndose los ilimitados presupuestos para armamento militar. Y, esto nadie lo detiene…  

Oportuno traer a colación lo manifestado por el economista Francis Fukuyama sobre los orígenes de los problemas internacionales. Pensó que la democracia liberal occidental permitiría hallar el equilibrio entre los desarrollados y los en vías de desarrollo. Sostuvo: «lo que podríamos estar viendo no es solo el fin de la Guerra Fría, o de un particular período de post-guerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución histórica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano» en “El fin de la Historia, 1989”.

Visión fundamentada en programa político frente a los problemas actuales agudizados y agrandados por la desmedida ambición de personajes irreales ante la capacidad de destrucción alcanzada tanto en lo ambiental, nuclear y el aumento poblacional que conlleva el incremento de la pobreza, aunque la democracia liberal occidental es la forma de gobierno más humanizada, abierta y de oportunidades; pero, consigo lleva el desequilibrio no solo social, económico y más, debido a que no todos los pueblos están al mismo ritmo de progreso, como lo comentó el autor aludido.

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Como estaba fríamente calculado el padre Federico Gagliardo deja la parroquia de los Ceibos luego de más de veinte años de labor intensa. Sabíamos que nuestras opiniones, las firmas y actos de adhesión que hemos expresado de nada servirían. Hay esa desconexión entre la cúpula de la Iglesia Católica con sus feligreses y se resuelven los temas bajo la frialdad de la mente calculadora.

Muchos comentarios recibidos sobre este tema en mi entrega anterior “El párroco Federico Gagliardo” enriquecieron el tema y agregaron puntos de vista. La mayoría con esa pena propia que causa una pérdida.

2 comentarios

    1. Gracias, creo es una necesidad mundial considerando los avances científicos y que hoy tanto USA., Rusia y la Unión Europea, pueden influir no solo en la estructura del Planeta sino en la repercusión que esto representaría en la condición física del ser humano.

      Existen tantos y cuantos tratados internacionales, agregándose las contribuciones científicas-jurídicas de entes no gubernamentales realizan, ejemplo, la Comisión del Derecho Internacional, sin que haya recepción de parte de la asamblea general de NN. UU., a fin de establecer disposiciones que sancionen el mal uso de la ciencia, Al momento no existen dando aún vigencia a una teoría del siglo XVI: «la soberanía nacional» pudiendo quedar en la impunidad el o los delincuentes que, en su locura, ordenen un accionar de esta índole. .

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