19 abril, 2024

El valle encantado: San esteban de Charapotó

De la doctora Carmen Dueñas Santos de Anhalzer.

Nuevamente hallo en su lectura una narrativa, diríamos, casi cinematográfica en la descripción que hace del pasado y las consecuencias que vivieron los habitantes de Charapotó, asentado en un valle, tal vez, “el encantamiento” lo hicieron sus propios hijos al carecer de fertilidad a su alrededor; pero, la grandiosidad, amplitud infinita de su mar, los hizo soñar y lograr no solo en adquirir y hacer florecer  sueños, anhelos, sino oteando el Futuro mediante la educación hacia sus hijos en el propio lar y en el extranjero.

 Algo conocía de su historia por cordón propio en charlas familiares al recordar no solo al abuelo sino al bisabuelo que también se afincó en dicha tierra donde formó su hogar y, por cuestiones políticas, tuvo que emigrar con la familia. O, Crucita cuyos terrenos en buena proporción pertenecieron al abuelo obligado a cambiar los aires del campo chonero por las brisas marinas que abonaban su salud.

No sé si es aquello o propiamente la descripción que la autora hace en este breve ensayo del tejido ancestral de una población que tuvo un ayer con proyección hacia el futuro, pero el resultado no fue como sus antepasados lo imaginaron fundamentado en personajes destacados, tal el caso del cacique Baltazar Samán, nativo o no, alcanzó notoriedad y porvenir valiéndose de sus conocimientos y oportunidades que él se creaba como la presencia que hizo en el mismo reino español exponiendo sus anhelos de poder económico y político en pago a la lealtad monárquica.

También, nos recuerda la valorización que hacían de la cultura y reconocían a aquellos que la poseían, tal el caso del apoyo económico a don Juan Montalvo mientras residió en París, apoyo que recibía sin existir ningún nexo familiar, político, social peor económico, procedimiento de don José Miguel Macay Lozano.

Este discurrir histórico de Charapoto, me recuerdan la teoría del maestro italiano, Giambattista Vico del corsi e ricorsi sobre “la evolución de algo en el tiempo y volver a retornar al lugar de donde salió”, cuya consecuencia es que la Historia no se repite, ni son ciclos cerrados sino espirales crecientes que crean nuevos resultados, nuevos elementos. ¿Por qué lo digo? Porque pueblos grandiosos y eternos en sus alcances no solo en el arte de la guerra, gobernanza política, filosofía y más como fueron Grecia y Roma, no han logrado retornar, por lo menos, pálidamente a aquellos horizontes brillantes de su pasado glorioso; no, permanecen casi estáticos. 

Desde luego proporcionalmente, pensaría algo semejante ocurre con Charapotó, teniendo la riqueza natural, la pujanza de sus ancestros, permanece callada, casi soñolienta sin que se atisben líneas de diferente o parecido despertar de ese ayer.

La autora nos recuerda en el párrafo que transcribo el olvido casi total que Charapotó, e incluso toda la provincia de Manabí, sufrían del Poder Público centralizado, lo cual debió ser propicio para hacerse a “la mar” y buscar “allende” mejores perspectivas ejerciendo principios que hoy se tratan de enseñar: unir lo local con lo global, cuyo resultado es lo “glocal” pretendiendo cimentarlos en este mundo tan diverso y agresivo con la Naturaleza, respetando  al ser endógeno en relación con lo exógeno en un solo Planeta, donde cada día se incrementan miles de seres humanos. 

El decaimiento de Charapotó dio origen a nuevas ciudades como Bahía de Caráquez, Manta, Portoviejo y más, que hoy transcurren en alcanzar diferente porvenir acorde a las necesidades de sus habitantes. El tenor del párrafo aludido:

“Muestra exitosas iniciativas y emprendimientos locales al margen de la ayuda del estado: no habían vías de comunicación ni establecimientos de educación y su cuota de poder político a nivel nacional era casi inexistente. Pone también en evidencia los tempranos vínculos entre lo local y lo global que permitió la cercanía al mar a través del comercio y la navegación. Permite además entender los estrechos vínculos de Manabí con la Nueva Granada que explicarían su anticipada adhesión a Colombia en 1821”.

Podemos comprender un poco más por qué Manabí en diciembre de 1821 tuvo ese cambio de simpatías hacia la anexión a Colombia dando el inicio del derrumbe de la Gesta Gloriosa del Nueve de Octubre de 1820.

Es una investigación histórica que nos despierta y anima a conocer tradiciones, leyendas, aspiraciones y, sobre todo, cómo Charapotó optó por superar las dificultades de la época sin que aquello arredrada el espíritu de sus vecinos, prueba fehaciente fue la aspiración de los padres porque sus hijos adquirieran conocimientos del mundo científico imperante y, posiblemente, ser retribuido hacia su terruño aunque las diferencias fueran tan pronunciadas que, incluso el retorno afectó el ánimo de algunos de ellos  cuyo beneficio, diría, para el lugar nativo fue casi paupérrimo.

Su autora finaliza esta colorida, verídica y vívida investigación con una pregunta que bien vale exponerla dado el resultado actual de la ciudad de Charapotó con cientos de años de existencia, razonamiento que hice y transcribo hacia el lector  a fin de pensar que en ocasiones, el adagio popular se cumple: “todo tiempo pasado fue mejor…”,  usted deduzca su propia conclusión.

“¿Qué factores permitieron a estas familias gestionar sus proyectos de vida en condiciones difíciles, en una región aislada y de frontera, sin cuota de poder político a nivel nacional y sin ayuda del estado?  Innegablemente fueron privilegiados: no se trató de un desplazamiento de sectores desposeídos y obviamente pudieron beneficiarse de fuerza de trabajo ajena… Sin que podamos dar una respuesta definitiva pensamos que los factores contribuyentes fueron el fácil contacto con el mundo exterior y la interculturalidad que este contacto generó y, por otra parte, la importancia que, como hemos visto, dieron a la educación.  En todo caso, esta historia muestra un proyecto particular de emprendimiento exitoso, tanto en la colonia como en la república, en una sociedad en que el éxito económico dependió forzosamente de la cuota de poder político.” Lo resaltado es de mi autoría.


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1 comentario

  1. Debió haber sido un importante lugar en la colonia, cuando lo conocí era un pueblito infeliz. Mi abuelo era Cesar Aray Santos, de los Santos de Charapotó. Me desilusionó el lugar. La Dra. Regina Zambrano ha reproducido este interesante artículo de tiempos mejores para ese sitio. Norma Plaza de García

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