25 abril, 2024

Francisco Huerta Montalvo

Francisco Huerta Montalvo, distinguido médico, político, periodista, quien se desempeñó como Alcalde de Guayaquil, Ministro de Salud, Ministro de Gobierno, Embajador, falleció en esta ciudad en medio de la consternación de quienes lo conocimos y apreciamos en él al ciudadano correcto, bien intencionado e idealista que siempre fue.

Tuve la oportunidad de conocerlo, ya que como director de protocolo del Honorable Cuerpo Consular asistí a varias reuniones acompañando al Decano de esa institución Xavier Simon Isaías para tratar temas relacionados con Guayaquil y la actividad consular. Asimismo, Pancho mantuvo una gran amistad con mi padre

Posteriormente, como profesor de Derecho Internacional en la Universidad Católica de Guayaquil, lo invité varias veces a dictar conferencias sobre el papel de los embajadores ya que Pancho se desempeñó como embajador del Ecuador en Venezuela y en las Naciones Unidas

Francisco Huerta, siempre fue un luchador, nuca ha decaído su espíritu y por más oscura que parezca la noche, siempre en su corazón existió una aurora de sol generada por su militante fe

Guayaquileños como Francisco Huerta Montalvo, mucho han servido al país, pues siguiendo su ejemplo muchísimas personas se contagiaron para creer en el Ecuador, en la democracia y en que siempre la inteligencia se impondrá a la fuerza, y la bondad al odio ciego.

Paz en su tumba y la afectuosa condolencia a su esposa Doctora Mónica Palencia y a su atribulada familia.

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Recuerdos de la Habana

Los recuerdos viajan en el tren de la memoria. Son pasajeros que aguardan su turno a la estación
de la conciencia, donde el pensamiento y la emoción hacen vibrar la experiencia.
Así es como termino pensando en Cuba, pues tuve la oportunidad de conocer dicha isla el año
pasado, cuando asistí a un Congreso de Psicología en la Universidad de La Habana; mas creo
firmemente que el verdadero aprendizaje se dio en la universidad de la vida. La probabilidad
de viajar a Cuba y no regresar con un corazón más humano o menos salvaje es indudablemente
remota.

Todavía me acuerdo de esa sensación de que el tiempo se detuvo en medio de aquellos vetustos
edificios, deteriorados y apagados, decorados únicamente con la ropa colgada para secar y las
caras inescrutables que se asomaban por el balcón. Abajo, en la calle, rodaban gustosamente los
coches clásicos americanos de los años 40 y 50, reanimando el insípido paisaje con sus vívidos
colores.

Delirio de las casas

La casa de los bellos durmientes: duerme papá, mamá, el hijo, la hija, la sobrina y el ahijado. El único despierto es el perro, que merodea por las camas y catres, ladrando de vez en cuando. Cuando “adoración”, así llaman al perro, escucha el sonido de las camas mover sus engranajes y pernos, se echa para dormirse mientras sus amos se estiran.

La bella casa del poder: dormido el presidente, duerme el alcalde, dormidos los ministros todos los señores jueces y cabizbajos y cabeceando de sueño los militares tambien los amigos del poder y hasta los enemigos que antes fueron amigos, también. Duerme el palacio donde sueña el poder y los demás poderosos se pasean en globos viendo a los otros dormir y durmiendo de l misma manera también. ¿Adónde vamos? Con tantos durmientes, a dormir sin despertar.

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