28 marzo, 2024

Cuando el dinero es propio

Tengo un amigo de toda la vida, su nombre es Luis Enrique, con quien gusto platicar largamente tratando tópicos de interés nacional. Como buen socialista, mi amigo se mantiene en sus ideas, no obstante el derrumbe del muro de Berlín y la caída del régimen comunista en los países soviéticos.

Por tanto, su criterio defiende la lucha de clases, la huelga solidaria, las «conquistas laborales», el paternalismo oficial en áreas económicas, la absorbente participación del Estado en los sectores «estratégicos» y denuncia la explotación de los empresarios a los trabajadores, el imperialismo yanqui y más tesis del arsenal marxista-leninista.

En una oportunidad me decidí ponerle una trampa y con cara de inocente, le planteé el supuesto caso de que él recibe una millonaria herencia, que un familiar en el extranjero le ha dejado y a la que tiene acceso cuando firme los documentos legales. Entre broma y broma desarrollé este ficticio caso y terminé preguntándole: ¿En qué invertirías esta fortuna? ¿Qué uso le darías?

A groso modo tenía dos opciones: o instalaba un negocio o industria generando empleo, exponiéndose a incomprensiones, dispuesto a sufrir contingencias y riesgos, o colocaba su dinero en una institución financiera extranjera para usufructuar de los intereses que generaría su supuesta herencia.

¿Cuál opción escogió mi amigo Luis Enrique? Insólito pero cierto, decidió no arriesgar su fortuna y optó por no traerla al país. Mi mirada acusadora lo hizo reaccionar, pero ya era tarde.

Él es un hombre inteligente que administra con su lengua dinero ajeno, pero cuando se sintió poderoso y en la orilla opuesta, no quiso correr los riesgos de todo inversionista o empresario ecuatoriano. ¿Es que se traumatizó ante la eventual aventura de cuidar y fomentar la fortuna sorpresiva? Posiblemente su instinto natural se impuso a las ideas socialistas y en tal virtud comprendió las amenazas a que está sometido quien pretende tomar iniciativa y fomentar el emprendimiento económico.

Es que una cosa es aprender de libros y panfletos la doctrina marxista, que idealmente otorga el poder y mil prebendas a los más necesitados, -y otra muy distinta, por cierto- la cruda realidad que afronta el empresario o inversionista que realiza ingentes esfuerzos para triunfar en este mundo competitivo y cambiante. Y que para producir, tiene que pedir permiso al que no produce nada.

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Para fines de 1820, Olmedo había superado algunos escollos, pero tenía otros por delante; el más importante era cómo manejarse en buenos términos con San Martín y Bolívar, dos genios de la guerra que habían puesto la mirada en Guayaquil, a la cual comenzaba a enviar representantes para firmar acuerdos, lo que hoy se llaman alianzas estratégicas.

Olmedo estaba consciente de que necesitaba de ellos y no podía romper relaciones, por lo que supo manejarse con diplomacia sin perder la dignidad y tratando de no mostrar inclinación por ninguno de los dos. El propio Olmedo conocía las limitaciones de Guayaquil e incluso las había hecho públicas en carta al General José Mires. Olmedo mostró habilidad para aprovechar el momento y obtener de San Martín y Bolívar, lo que más convenía a los intereses de Guayaquil.

1 comentario

  1. Bueno, este es un caso muy particular de la decisión de Luis Enrique, evidentemente no podemos asegurar que esta decisión sería la misma para toda persona que reciba esa millonaria herencia, independientemente de sí es de ideales de derecha, de izquierda o de centro. Lo que este país sufre es de la calidad de sus empresarios, y de la calidad de sus gobernantes, entiéndase por lo primero a esos empresarios que para maximizar sus utilidades toman la línea de irse en detrimento de sus empleados y también de la evasión fiscal, no se trata de pedir permiso a los que no producen nada, se trata de justicia social, y dejar de hacer apología de que hacen un favor, poniendo en riesgo su capital para dar trabajo; si el empleador y los empleados se respetan y se arrancan esas ideas de que el empleador esta haciendo un favor y de que el empleado puede hacer huelgas, parar obra, y demás artilugios que solapan la ociosidad en detrimento de la producción y del dinero de su empleador, creánme que sacamos esto adelante.

    Y en el caso de la calidad de sus gobernantes, es más que claro que donde hay corrupción, donde hay componendas, y todo lo que adolece este país en esta índole, la inversión del empresario solo tendrá el destino de los bolsillos de estos fascinerosos gobernantes, y no a la ciencia, la tecnología, la salud, la educación, la matriz energética, la infraestructura vial, es decir todo el conglomerado que nos encamina al desarrollo, a una economía creciente, próspera y boyante, donde se reduzca la gran brecha de diferencia social, donde se elimine la desnutrición, el analfabetismo, y vengan más empresarios nacionales y extranjeros.

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