29 marzo, 2024

La mañosería

Asusta ver la patente de corso que han tenido los dos últimos contralores para robar. Si bien es cierto que hay glosas reales, hay también, y muchas, ficticias y está en manos de una sola persona, la decisión de cuáles deben ser eliminadas y cuáles deben ser pagadas.

Hemos pasado por un periodo negro de corrupción, en el que la mafia correísta hizo todo lo que quiso con el país. El ex contralor Polit desvaneció todo lo de Odebrecht y nadie reclamó. Continuó Celi y ocurrió lo mismo.

Creo que es necesario cortar las garras de las personas que ocupan esos puestos pues, al parecer, la patente de corso entregada es tan amplia que le permite a la persona decidir a quien le y pido plata y a quien lo jodo.

Tiene que haber un reglamento al que el Contralor tiene que ceñirse, pero, por lo que se ha visto en estos 15 años “robolucionarios”, para lo único que ha servido es para estar al servicio de la mafia.

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Una de las incongruencias más graves que tiene la revolución ciudadana con las religiones cristianas, está dada por el problema del trabajo.

San Pablo, en sus epístolas, insiste en la necesidad que tiene el hombre de trabajar, de buscar su sustento por medio del trabajo. Llega incluso a repetir varias veces en forma drástica: “El que no trabaja, que no coma.”, para insistir en la necesidad de cumplir con el mandato del Génesis: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

De acuerdo con este mandato, lo que la revolución ciudadana debe tener como prioridad número uno es la creación de empleo, pues el hombre necesita, no sólo para poder subsistir, sino para desarrollarse como ser humano, trabajar, cumplir con la sacra voluntad de moverse en busca de algo positivo para su vida.

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