19 abril, 2024

Gambito de rey

Los equipos cambian jugadores cuando estos no cumplen sus funciones. Es responsabilidad del director técnico ubicar apropiadamente a los deportistas en cancha cuando estos son buenos. Los inservibles son igualmente incumbencia del estratega y deben descartarse de nómina. Los cambios oxigenan y propenden hacia una mejor estructuración grupal cuando son oportunos y correctos.

El manejo político gubernamental, empero, se reflejaría muchísimo más en un tablero de ajedrez que en el gramado de fútbol. La apertura de Lasso solo no ha sido un fracaso por el fraccionamiento que sufre su adversario y porque sobre este pesa un calvario de inseguridad propio de su debilidad (profunda mediocridad, escasa preparación, aberrante corrupción y sinergias conspirativas). La oposición no ha logrado aventajar al Gobierno, más por su falta de capacidad que por las intrínsecas fallas del régimen.

Es poco probable que los antagonistas desarrollen sus fichas cohesionadamente con peso o siquiera profundidad. Lasso sigue jugando las blancas y proponiendo, pero no lo suficientemente rápido para desvanecer a las negras que continuarán replegándose hasta un eventual ahogamiento que no equivaldría a un empate. En lo de fondo, los ajedrecistas, obnubiladamente enfrascados en el tablero, no perciben la sabiduría de quienes espectan la partida con la practicidad del sentido común. Los nuevos nombramientos, por más bienvenidos que sean y mientras no prueben lo contrario, son apenas fichas devaluadas sobre un malgastado tablón. ¿Cien días más?

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