5 octubre, 2024

Mi playa…

En mi vida hay una playa secreta.
En su silencio se escucha los cantos
del mar y el sonido del viento sin fin.
La blanca arena baja hacia el agua
que brilla como diamante.
Sus flores acarician mi piel mientras
murmuran palabras de amor.
Sin esta playa, estaría perdido.
Es mi refugio de soledad.
Un sueño mío; un abrazo que me ampara
cuando estoy triste o necesito acordarme
de quien soy.
Esa playa eres tú.
Tú me hiciste ese regalo.
Pienso en lo que ha pasado desde
la primera vez que te vi y me doy cuenta
que ha sido un tiempo de profunda intensidad.
Recuerdo mis paseos frente al mar mientras
respiraba la desesperación de no tenerte o la
maravilla de verte en un momento inesperado.
Veo como se ha escrito un cuento para los dos,
en etapas distintas pero por siempre entrelazadas.
Son esas cosas que nunca se definirán con palabras.
Tu mirada que me ha dicho que siga…
Tu voz que me ha buscado en los rincones…
Tu risa que me ha hecho sentir la prisa de la vida.
He amado tu dolor y tu alegría.
Me he enojado contigo y he vuelto corriendo hacia
ti porque siempre has dicho las palabras exactas
en el momento apropiado.
Siempre has sabido como mirarme.
Mi corazón es el mismo que comenzó a palpitar
cuando te conoció.
Desde entonces no ha cambiado y su latir
se ha hecho más sonoro todavía.
¿Hasta cuándo mis sentimientos podrán hacerte
olvidar tu vacío de soledad?
He intentado imaginar lo fatal que sería leer
una carta sabiendo que es la última que me escribes.
No lo podría soportar, créeme.
Aun habiendo sacrificado mi destino por verte
tranquila, no sería feliz por haber perdido
lo que me perteneció y se fue por esos
estúpidos juegos del destino.
Sin ti lo que me queda por vivir,
solo es un tiempo para morir.
Eres la única razón por la que me quedo
aquí en la tierra.
Mientras respire, viviré escuchando tu voz
en mi memoria.
Sabré amarte en los recuerdos, pero jamás seré
un obstáculo para la solución de tus problemas.
Lo que no soportaría es un cada te quiero
que no te escuche decir.
A fin de cuentas… si no te tengo,
nunca perderé mi playa y es únicamente ahí
donde estaremos juntos para siempre.

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Ya hemos hablado de Manuel Benítez Carrasco, español que vivió en Guayaquil allá
por 1950.

Disfrutemos ahoa de una de sua hermosas soledades: La soledad del amor
desprendido:

SOLEÁ DEL AMOR DESPRENDÍO
Manuel Benítez Carrasco

Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente,
tiré tu cariño al río.
Y tú bien sabes porque
tiré tu cariño al río.
Porque era hebilla de esparto
de un cinturón de cuchillos.
Porque era anillo de barro
mal tasáo y mal vendío
y porque era flor sin alma
de un Abril en compromiso,
que puso en zarzas y espinas
un fingimiento de lirios.

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