6 diciembre, 2024

Una muerte digna

Los debates sobre la eutanasia, merecen un estudio mucho más complejo. No es, como decía Vargas Vila en “Ibis”, su trágica novela: “Cuando la vida es un dolor, el suicidio es un derecho. Cuando la vida es una infamia, el suicidio es un deber”. He tenido oportunidad de conocer de cerca, el dolor. He visto en varias ocasiones, personas con enfermedades terminales, con dolores tan intensos, que ni siquiera con morfina, en dosis, incluso letales, se logra el alivio. Me pregunto: ¿Podemos llamar vida a ese sufrimiento?

Es cierto que existe la escala del dolor, y también es cierto que hay personas que toleran más el dolor, que otras. La escala del dolor es individual para cada persona (unas toleran más, otras, toleran menos). Recuerdo en uno de los Hospitales más prestigiosos de Estados Unidos, el caso de una señora, con un Cáncer terminal, que presentaba unos dolores tan agudos, que los doctores le estaban administrando morfina, a dosis ya tóxicas y no lograban aliviarla. Era un sufrimiento oír sus gritos de dolor. Cada movimiento de ella, eran oleadas de dolor. Conversando con el terapista del dolor, me dijo que estaba con la dosis máxima de morfina, que si se le inyectaba una mínima dosis más, la podría matar por un paro respiratorio. Yo le pregunté que qué sentido tenía verla sufrir en esa forma, le administró un poquito más, y efectivamente se le produjo un paro respiratorio y a Dios gracias, la dejaron morir en Paz.

En casos como este, extremos, creo que la dignidad del ser humano debe ser tomada en cuenta. No creo que Dios esté contento, con que permitamos que un ser humano, llegue a estos extremos de agonía y de dolor.

No creo que merezca el nombre de eutanasia, el que a un paciente con una enfermedad terminal, que no tiene curación posible, y está con crisis muy agudas de dolor, se le administre una medicación analgésica, que le permita aliviarse al recibirla, aunque pueda provocarle un paro o la muerte. La medicación no fue administrada con el fin de matar, sino de aliviar. Si esa medicación le produce la muerte, cuando menos le proporcionó alivio al recibirla.

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El libro del exjefe de las Fuerzas Armadas, Ernesto González, “Testimonio de un Comandante”, dio paso a una serie de dimes y diretes, que se pensó estaban superados con las supuestas investigaciones y conclusiones que desembocaron en los juicios y prisión de aquellos que se consideraron implicados en los acontecimientos del 30S.

El primero que rompió el silencio fue el extitular del Ministerio de Defensa de ese entonces, Javier Ponce, quien entra a analizar si lo que existió es una retención como lo indica González en su libro o fue un secuestro; para ello se remite al diccionario buscando diferencias. Algo secundario ya que al buen entendedor pocas palabras.

Por otro lado, el mismo ex-Ministro Ponce, dice que el “entendió” que lo que se estaba dando era un Golpe de Estado, pese a que la inteligencia militar no lo indicaba así. Para un Golpe de Estado tienen que haber algunos factores, uno de ellos y talvez el principal es que las Fuerzas Armadas estén colaborando en el hecho y que se tenga ubicada a la persona que se hará cargo del Poder. Por lo que más fue una sublevación policial.

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