6 diciembre, 2024

Vacunación COVID-19

Manuel Elkin Patarroyo, científico, investigador y desarrollador de vacunas, colombiano, tiene toda la razón en su observación sobre las vacunas COVID. Quitémonos la venda de los ojos. La desesperación por la fuerza de la pandemia, ha hecho que creamos todo lo que se dice.

La forma de evaluar una vacuna, incluye 4 fases: 1.- La inocuidad, o sea la seguridad, que no nos haga daño. El viejo aforismo hipocratico: “primum non nocere” primero, no hacer daño. 2.- Inmunogenicidad, o sea la capacidad de producir defensas, lo que mata o anula al virus. 3.- Inmunidad, que estas defensas produzcan anticuerpos que defiendan contra el virus, y 4.- protección, o sea que, la protección que da, tenga duración razonable. Que proteja contra la enfermedad por un período de 3, 5, 10 años, o al menos un año. Imaginemos que protege 30 días, habría que vacunarse cada mes.

Lo que dice el Profesor, es que esas pruebas, por la premura y la emergencia, no están hechas. Este es el motivo por el que las vacunas aprobadas, lo son sólo para uso de emergencia. Nadie puede garantizar nada.

Es sólo por la gravedad de la situación que se está vacunando.

En ese aspecto, la vacuna de la ESPOL, que acaba de diseñarse, recién, en mes y medio pasará al ensayo con animales (que las otras no tuvieron), y luego seguirá con las otras pruebas.

No estoy en contra de las vacunas, pero creo que la pandemia si nos está exponiendo a reacciones, como la que está investigándose ahora con la Astra-Seneca

Si pensamos en riesgo/beneficio, dadas las circunstancias actuales, creo que el riesgo es menor al beneficio y se justifica su uso. La forma como ha golpeado el virus a países como Estados Unidos, Italia, España, Francia, Brasil, y varios otros, justifica tomarse el riesgo.

Ojalá que Israel y otros países que están comenzando a abrirse completamente no estén equivocados y empecemos a salir de la situación actual.

Aún falta comprobar duración de la inmunidad, para ver cómo deberá ser el esquema de vacunación en el futuro.

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Me resisto a ver una foto donde policías resguardan una universidad ecuatoriana, legalmente constituida acorde a circunstancias que ahora quieren corregirse. Detrás de esos hombres armados, mientras la delincuencia campea, como telón de fondo luce uno de esos vistosos letreros a lo SRI escrito en letras rojas sobre fondo blanco que dice SUSPENDIDA por falta de calidad académica Firma la CEAACES. Asumo que es parte de la nueva campaña electoral del gobierno que se titula “Excelencia Académica”, que ya entró en la jerga sabatina y pronto la escucharemos en las publicidades radiales.

Veamos el esquema legal y burocrático ya trazado. Un poderoso organismo conformado por la nobleza intelectual del siglo 21 tiene la absoluta capacidad legal de juzgar la “calidad académica” ajena. Mucha arrogancia debe sentir aquel que detenta la capacidad de manejar el destinos de asustados alumnos de la vida, en estos tiempos en los que una computadora corrige la ortografía, suma, multiplica y da acceso a toda la información existente en todas las universidades del mundo entero y traducido a cualquier idioma instantáneamente. En fin. Para mí, antiguo de criterio, la educación hay que impartirla sobre la base del esfuerzo, sin policía ni nada. Causa – consecuencia, es la norma didáctica suprema. Estudia, toca guitarra o patea la pelota. El papel del estado es abrir oportunidades, infraestructura y maestros, pero lo que se ha diseñado son controles. No queremos Ph.D administrando nuestras vidas, ni manejando taxis, sino taxistas que cumplan con las reglas de tránsito, y burócratas que tengan nociones claras sobre lo que es el “servicio” público sin arrogarse el papel de dioses.

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