28 marzo, 2024

Tontería

Tontería, mentira, injusticia, sufrimiento, hablo con mi hija sobre la realidad de mundo, no tienes necesidad de nadie para vivir.  

Descubrirlo y aceptarlo puede ser doloroso, una experiencia traumática, ya que nos han enseñado a vivir con y para los demás. Tantas personas padecen tantos males; algunas a menudo dicen: duermo mal; yo, tengo sobre todo pesadillas. A pesar de lo que pasan muchos, ese dolor, el malestar y la pena, a otros, bastantes, parece no importarles nada. La indiferencia también es una manera de tomar parte, de comunicar.  

Sin embargo, es repugnante, simplemente repugnante, no sentir ni hacer nada por nadie que no seas tú y, tal vez, los tuyos.  

Asistimos a una era en la que todo se ha salido de control. Las profesiones, por ejemplo, se ejercen sin control; gente que no sabe nada de nada sobre periodismo y comunicación, es la encargada de informar al mundo. Podríamos decir a esas personas una frase tan real que leí en un libro: “No estás obligada a destacarte en el oficio de hacer preguntas idiotas”. Cuestionan, a veces, investigan casi nunca. No esperan una respuesta, no lo confirman, ellos continúan. Son los que peguntan y son los que responden. Si no escuchan por lo menos dejen escuchar. Los que nos informamos, queremos escuchar las respuestas y deseamos conocer la verdad.  

Tanto se habla de reformarlo todo. Las reformas se harán cuando la opinión lo exija. Pero no habrá opinión mientras todo continúe tan manipulado. ¿Qué vas a hacer hoy? ¿Sorprenderte por todo lo que está pasando? Nada especial.  

Seguir suponiendo que me protejo, seguir suponiendo que aún no me voy a morir y que todo lo que pasa en el mundo no puede ser mi problema. Seguir creyendo que lo que hago es lo que hay que hacer.  

Cuando uno ama no vegeta, no deja ese amor a la deriva. Vive, al menos para ese amor. Pero amar no es una ocupación que sea siempre bien remunerada. Es tal vez la ocupación peor pagada del planeta. Por lo tanto, hay que amar sin esperar recompensa.  

Es decir, ama sin interés.  

Tal vez he tomado por amuleto una consigna: divertirme siendo sincera; eso no me cuesta ni le cuesta a nadie.  

Escribir me ayuda a vivir, en muchos casos es una terapia. Es de lo poco que me queda y que me gusta hacer. Cada uno debería buscar eso; algo que le guste hacer y hacerlo, no dejar eso para después; está tan claro que el después, sobre todo el después, es incierto.  

No es que quiera que todo el mundo escriba; cada quien sabrá qué es lo que le gusta. Tal vez quieras pintar o patinar o andar en bicicleta.  

Mientras pienso y luego hablo llegan esos recuerdos. Son deseos que se despiertan y suelen turbar la vida que está estancada en el conformismo. La vida muerta que nos acostumbramos a llevar para que no todo sea un problema.  

Así nos mentimos por dentro, diciéndonos que estamos construyendo una vida juiciosa a la luz de lo que todos esperan que hagamos.  

Cuando esos recuerdos vuelven a , siento un frío en el corazón, una tristeza. ¿A dónde están todas mis ilusiones y mis sueños? ¿A dónde se quedó mi juventud?  

Vivir aquí y así. Este lugar es como vivir en ese barrio de mala suerte, a donde todo lo malo siempre pasa y a donde nadie se salva de toda esa maldad. Ese pobre país que me da pena y que también me deprime por momentos. Aquí un grillete podría significar un crucifijo. ¡Delincuentes!, ninguno con las puertas abiertas para llegar al cielo.  

Suelo mirar a la gente con ojos de médico, porque soy médico. Por eso me resulta difícil no buscar el diagnóstico en lo profundo de cada uno. Cada ser humano lleva dentro de sí, las perturbaciones de su infancia y de su entorno. Su manera de estar sumergido en la colectividad.  

El sufrimiento sincero llega a desesperarme, ¿qué puedo hacer para remediarlo? ¿Cuántos deseos frustrados tratan de saciar las personas, en cada paso que dan, en cada esfuerzo, en cada decisión? ¿Qué aspiran los políticos? En cuanto se paran ante los otros y termina la arenga, el discurso, las personas gritan y golpean con las manos, con los pies, aplauden con todo. La familia entera aplaude, todo el barrio. Ponen su vida y su esperanza en ese éxtasis masivo. ¿Qué representa eso exactamente para ellos? ¡Cómo lo podemos descifrar! No saben ni lo que desean, ni lo que les hace falta. Solo siguen al que arenga y les promete un porvenir tan ilusorio y falso como que todo cambiará de un día para otro.  

“Dichoso el que pueda mirar de frente la verdad de su vida y regocijarse; dichoso aquel que la descifra en el rostro de sus amigos”, esta bella frase está escrita en un libro estupendo llamado “Los Mandarines”, de Simone de Beauvoir. Lo recomiendo.  

 Usen su mente y usen su cuerpo. En estos tiempos de Covid no hay que dejar nada a la deriva. No hay que descuidarse. ¿Habían olvidado lo eficaz que puede ser un cuerpo? ¡Úsenlo! Les dará salud y placer. No lo dejen morir tan lentamente con el paso de la vida por el tiempo. No lo maltraten. El único motor que necesitan ahí lo tienen. Esta formado por su corazón…respiren, caminen.  

 El libro que menciono, transcurre en la época en que los americanos lanzan una bomba atómica sobre Hiroshima, y uno de los personajes dice algo así: – ¿Estaban verdaderamente obligados a lanzar esa bomba? – Otro responde, más o menos esto: -Están encantados de mostrarle al mundo entero de lo que son capaces, así pueden manejar su política sin que nadie se atreva a intervenir-.  

Eso es lo que pasa ahora. Las amenazas son ciertas, las muertes también, estamos en manos de sicarios y delincuentes. Y jugamos al “sálvese quien pueda”. Hospitales atiborrados de gente que revienta de Covid. Sus pulmones estallan.  

Han tenido más de un año para mejorar el sistema de salud. ¿Lo han hecho? ¡No! Ni lo harán. Gastan irresponsablemente en papeletas electorales mal hechas; en campañas “antiparasitarias” irresponsables.  

Los ciudadanos de buena voluntad podríamos tranquilamente declararnos en huelga para que las cosas cambien; pero seguimos pensando que el cambio se dará en las elecciones. Creemos aún en la eficacia de la democracia, el asunto es si existe en realidad o es una mentira.  

Los sabios del mundo trabajan en las “vacunas”; antes trabajaron en el “virus” y todo el tiempo en las bombas y en las armas biológicas. El porvenir está en sus manos, no en las nuestras; dejemos de engañarnos como a niños. Ya estamos grandes.  

Al pensar con tanto fatalismo, siento que la cabeza me da vueltas y el vértigo de estar aquí se vuelve pesado de llevar. Sin embargo, necesitaba hablar, ya que de una evidencia a la otra la cabeza va a estallar. A la realidad desnuda no se puede lastimar, ya está herida. Intento no juzgar.  

¡Hay tanta falsedad! La gente falsa supera a los casos de Covid en el planeta.  

Aspiraciones personales que aplastan a todo y a todos con tal de surgir. Un gusto tan vulgar por el dinero. Basta con mirarlos cara a cara, directamente a los ojos. “Todavía no existe ninguna cirugía estética que sepa rectificar la mirada.”  

Siempre pagamos por nuestras culpas. Yo estoy convencida de que los malvados tendrán que pagar también. Pero hay quienes sufren ahora por esa maldad de otros, es injusto. La gente decente no miente. Y si lo hace, no es gente decente.  

En algún momento de la vida todos somos hipócritas, pero no podemos quedarnos ahí por mucho tiempo, rectificar es lo apropiado.  

No estoy diciendo que hay que vivir sin comodidades. Hay que conseguir esa comodidad sin perjudicar a otros. No es un crimen que a uno le gusten las cosas lindas, muebles, vestidos, viajes, autos, joyas. El lujo y las diversiones; en verdad a todo el mundo le gusta eso. Pero hay seres atorrantes y esas personas sí que se pasan, porque roban por codicia.  

No somos perfectos. Nadie lo es.  

Recuerdo la última tarde cuando hablé con mi mamá, estaba enferma, se veía tan frágil, temblaba. La dejé sola, aunque ella dijo: “siento que me voy a morir”. Y murió. No estoy orgullosa de lo que hice. Hasta hoy, ese momento me persigue y me atormenta. “En un espacio encorvado no se puede trazar una línea recta. No se puede llevar una vida correcta en una sociedad que no lo es. Uno vuelve a caer en una u otra trampa. Una ilusión más que tenemos que abandonar. No hay salvación personal posible.”  

La salvación es colectiva. Debemos transformar la sociedad. Hay que ayudarnos unos a otros, no podemos abandonar a los que sufren. Y aún tenemos vida, hay tiempo para hacer algo, lo que se pueda. No asumir la resignación como remedio.  

A veces se han llorado tantas lágrimas que la piel ya no las siente rodar por las mejillas… a veces se llora tanto por un amor que se termina. Pero ahora, estamos terminándonos entre todos.  

No se puede ser prudente al extremo, estaríamos dejando a un lado la generosidad. La prudencia extrema es avaricia velada. Hay que decir las cosas.  

 Aunque la gente muera, seguimos aquí.  

Recordé la noche en que caminé en medio de los tachos de basura. Pasé el amanecer vomitando toda aquella podredumbre que respiré en la calle. ¿Será que el mundo es como ese lugar jalonado de basura y por eso nos enferma respirar? 

No preferiría ninguna otra cosa, salvo verte feliz. ¿Cómo lograrlo en un mundo infectado?  

El sol brilla sobre el Daule en cada atardecer y yo lo miro. Es el momento del éxtasis y de la gratitud. Un día llegará en que las cosas estén tan perfectamente ordenadas y las ventanas puedan abrirse de par en par. Espero que no sea tan lejano ese día, ya que quiero estar aquí para verte ilusionada partir a disfrutar tu viaje y que el brillo de la felicidad vuelva a iluminar tu mirada.  

Este artículo lo he basado en algunas frases del libro Los Mandarines de Simone de Beauvoir y está dedicado con todo mi amor a mi hija Paula.  

Con todos los estragos que va dejando a su paso el Covid 19 es muy difícil dejar a un lado el existencialismo.  

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3 comentarios

  1. Que refrescante leer a una profesional que da su criterio sin hecharle la culpa a nadie, sino que busca la verdad, no esa verdad a medias de pseudo periodistas y opinologos todologos, busca la verdad completa, ojalá hubieran más articulistas así en Desde mi trinchera.

  2. Estamus atravezando tantos cambios un mundo tan complejo que uno no sabe que mas esperar solo ponernos en manos de Dios nos tranquiliza y nos da esperanzas.

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