La emisión de un criterio definitivo sobre una Venezuela libre parecerÃa un epitafio sin objetividad. A priori podrÃamos racionalmente concluir que no habrá negociación alguna que consiga que Maduro y compañÃa dejen voluntariamente el poder. Los lazos entre el Gobierno venezolano, el socialismo internacional (Rusia, polÃticamente; China, económicamente) y las redes del narcoterrorismo son tan profundos que una desintegración previamente pactada de todo este complejo eje serÃa mÃnimamente ilusorio. La misma conllevarÃa una renuncia del potencial lucro cesante de poderosÃsimas conexiones paraestatales. Adicionalmente, del lado de la oferta sopesarÃa un cargo económico que ninguno de los stakeholders estarÃa dispuesto a solventar, ni colectiva, peor individualmente. Los 22 años del SSXXI avalan lo expuesto.
El escenario podrÃa cambiar dramáticamente, pero dependerÃa de una decisión polÃtica in extremis para un presidente estadounidense en su primer y probablemente único mandato. Si Bush 43 y Obama hipotecaron polÃticamente el tema, ¿por qué deberÃa ser prioridad para Biden, más aún en medio de una pandemia sin visos de solución perentoria en el mediano plazo? Si bien la solución militar serÃa la única vÃa capaz de retirar a los dictadores comunistas del poder, aquello tampoco significarÃa que inmediatamente después habrÃa paz y consensos para reconstruir la nación. Hasta entonces lo más probable serÃa que más sanciones económicas coadyuven a un todavÃa mayor debilitamiento del régimen, pero no de su desaparición.
Que compleja es lamentablemente la situación venezolana con la actitud de aferrarse al poder de maduro y cabello