19 abril, 2024

Mi padre y la hormigas

Era director del hospital Psiquiátrico. Estaba empeñado en reformarlo y para ello había separado de la institución a treinta empleados deshonestos.

Había comprobado que algunos habían robado. Incluso varios profesionales obtenían dinero de los pacientes que debían ser atendidos gratuitamente.

Esta lucha me había ocasionado muchos enemigos.

Un día repartieron un panfleto sin firma donde se aseveraba que había atropellado a una psicóloga por haberla embarazado. Se valieron del patrocinio de un psiquiatra que no trabajaba en la institución, para poner una denuncia contra mí en las oficinas de la Junta.

En ella se aseguraba que había malversado recursos de la institución y también que compraba medicamentos con sobre precio.

Todo esto era una infamia ya que los que me atacaban desconocían que como director ni  siquiera tenía chequera del hospital y las compras las hacía directamente el proveedor de la junta en las oficinas centrales.

Todo esto me causaba mucho dolor; estaba triste. No podía explicarme la miseria humana ya que entre los que me acusaban, estaban personas a las que había ayudado sin condición. Sin saber qué hacer y sobretodo sin conocer que pasaría; decidí visitar a mi padre. Tenía ochenta y ocho años; se había retirado a su exilio voluntario. Ya no era el mismo hombre aguerrido que me protegía; ahora yo lo protegía.

Lo encontré sentado en una pequeña sala que daba al estero salado. Me quedé observándolo mientras él permanecía inmóvil y mirando fijamente a una baldosa del piso.

Sus brazos descansaban inertes sobre los laterales de una silla; no se movía, a duras penas respiraba. Sin hacer ruido me quedé viéndolo durante diez minutos.

Al ver que no se movía, pensé que algo malo le pasaba y salí para averiguar lo que le sucedía.

-¡Don Chiken! ¡Don Chiken!- …le dije.

Casi sin inmutarse y susurrándome al oído me respondió:

-¡No hagas bulla…asustas a las hormigas!.

-¿Qué tienen que ver las hormigas?… -Le dije

-¡Son más humanas que los humanos!…alegó.

-No te entiendo; le dije, por lo que me replicó:

Todas las tardes cojo una pequeña cuchara y la lleno de azúcar. La traigo a este lugar y deposito su contenido en la baldosa.

A los pocos minutos aparece una hormiga. Se acerca hasta donde está el azúcar y le da vueltas durante un rato. De repente y sin razón alguna; desaparece. A los pocos minutos regresa con más hormigas.

Súbitamente, estos pequeños insectos se alinean ordenadamente en una fila, para dirigirse a donde está el azúcar.

Después esperan su turno para cargar una cantidad superior a su tamaño y regresar al lugar de donde vinieron, pero por otra fila.

Míralas bien Miki… ninguna de ellas se ataca; todas se ayudan entre sí. No se pelean y son más civilizadas que nosotros. No pierden el tiempo en dañarse; jamás discuten entre sí. Todas son movidas por un mismo propósito.

-! Me quedé atónito de sus deducciones!.

La sabia y sencilla sabiduría de mi padre me había dejado sin palabras. En el ocaso de su vida, había decidido asumir su verdadero rol como participante activo en el convivir de las especies. No solo admiraba la conducta de las hormigas, sino que las observaba sin molestarlas, con el respeto que toda especie viva debe tener por otra que no sea la suya.

Gracias a la inmaculada convivencia que observé entre las hormigas, pude comprender claramente la dimensión de la miseria humana.

Aprendí que la verdadera esencia del hombre, está en su ubicación en el cosmos.

Una vez que comprendí esta hermosa lección de vida, me fui rápidamente a la cocina y cogiendo una cuchara, la llené de azúcar. Luego me pasé toda la tarde contemplando con mi padre, la maravillosa solidaridad que tienen las hormigas…

 

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Cuando eres joven crees que todo lo puedes, crees que siempre tienes la razón, piensas que los adultos no entienden nada, que ellos vivieron un mundo limitado y no saben todo lo que tú sabes.

Cuando yo era joven también tenía planes, proyectos, sueños (alcanzables e inalcanzables), creía que siempre tenía la razón, me gustaba tenerla y me gustaba dejar a la gente callada. Me sabía inteligente y “pilas”.

Y el Señor me miró con amor y paciencia… y se quedó cerca para que el golpe no resultara demasiado fuerte. Mi prepotencia se estrelló con varios escollos que me permitieron conseguir distintos aprendizajes:

¡Cómo educar a jóvenes en una sociedad en crisis!

La Dra. Angela Marulanda conocida conferencista en temas familiares estuvo visitando nuestro país en donde contagió a muchos padres y madres de familia que la escucharon de la importancia de recuperar su rol de ser padres y madres. Si hoy los chicos son muy distintos, viven en otro mundo, el rol de padre y madre no se pierde nunca, mientras estén bajo su tutela son los responsables de que esos jóvenes que crearon y criaron sean hombres y mujeres de bien.

¿Qué puedo hacer para sacarle el aburrimiento a mi hijo, que todos los días me dice que está aburrido, aburrido y aburrido? –Preguntaba una desorientada madre- A mí me pasó algo parecido dijo Marulanda, cuando mi hijo me decía que estaba aburrido en la casa, yo le decía: ¡estás aburrido!, Ven, coge un trapo y ayúdame a limpiar las ventanas. ¡Y se le pasó el aburrimiento! Otro día en una reunión de sus amigos y amigas, su hijo hizo un comentario sobre la mamá de Jenny, una amiga, quien de verdad estaba mucho mejor que la hija, decía el chico. Entonces, ¡chas, le dio una bofetada al hijo! Y le dijo, a las madres se las respeta. De noche conversando le pidió perdón al hijo por haberle abofeteado delante de sus amigos, no debí reaccionar así, lo siento. Dijo la mamá. Está bien mami, te entiendo, pero no tengo culpa que la mamá de Jenny se vista tan bien y con minifaldas tan altas. Y yo no me arrepiento de haberte corregido, si no de haberlo hecho delante de otros, pues no debes olvidar nunca que a las mujeres y a las madres se las respeta.

2 comentarios

  1. Conmovedor, Miki. Tú sabes que fui muy cercano a Chiken y supe de su dimensión humana y su sabiduría. Un largo abrazo en memoria de mi maestro

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