29 marzo, 2024

El oro produce ceguera

El más grave problema de los momentos actuales es la ceguera! Es muy numerosa la cantidad de ciegos en los momentos actuales.

El brillo del oro es tan fuerte, que produce ceguera a un número muy grande de personas, y en todos los estratos sociales.

Gente que uno conoce, que viene de hogares decentes, cuyos padres sufren o se revuelcan en sus tumbas, están tan deslumbrados por el brillo del oro, que por el poseer abandonan todo, enlodan el apellido y se lanzan al estrellato de la corrupción.

Indudablemente, que se puede esperar de personas arribistas, que no tenían nada y que ahora están en todas las reuniones sociales, y consideran que han alcanzado el cielo con sus manos.

Lo que duele es ver hijos de hogares  decentes y tradicionales embarcados en el mismo patín de la corrupción, codeándose con la mafia, ofreciendo y recibiendo favores, como si la vida fuera solamente terrenal.

Como envilece el alma del hombre, la ambición! El hombre es cuerpo, alma y espíritu, pero para los cegados por el oro, sólo son cuerpo para “il dolce farniente”, y su espíritu es solamente gozar de lo material. Son simplemente desalmados! No tienen alma! El brillo del oro, no les deja ver que al lado de ellos hay miles de seres humanos, que mueren de hambre y de necesidades. Para ellos, él mundo es solamente ellos, sus deseos y extravagancias. Su hedonismo!

No les importa que la gente, al verlos pasar murmuren “Este es un pillo.”

“Este es un corrupto.” O que hablen o piensen, por culpa de ellos, mal de sus hijos.

Es una pena decirlo, pero la sociedad se está envileciendo, porque poco a poco, como la marea en aguaje, la corrupción va alcanzando cada vez, niveles más altos.

Los verdaderos valores, los principios, se van diluyendo poco a poco, por la ceguera del oro.

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“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos diez y en el dos mil también…”, inicia el tango Cabalache de Enrique Santos Discépolo. ¡Cuánta verdad hay en estas palabras! El mundo, desde que es mundo, está lleno de maldad, intriga, envidia, soberbia, prepotencia, deseos insanos, etc., y el hombre, el gran dominador del mundo, que fue creado para someter a la tierra, para dominarla, piensa sólo en su egoísmo, en acaparar bienes para sí, como si este mundo fuese el destino final de su vida, y todo lo que logre reunir, lo fuese a conservar en el más allá.

En el dos mil cien y en el tres mil será igual que ahora, si es que Dios tiene la misericordia de dejar que el hombre siga destruyendo su propia raza y el legado que Él le dio, si no lo destruye antes. Esta humanidad irreflexiva, inconsciente y prepotente que deifica al yo interior, que es complaciente con sí mismo, y que mira al prójimo no como a un extraño, sino como a un enemigo. Es curioso, pero al hombre común, le es más fácil darle una moneda a un pordiosero que está en la esquina, que mirar con misericordia o darle la mano a un vecino pobre de su barrio o de su casa. Y mientras más alto es el nivel social en que se encuentra, más difícil es que pueda hacerlo. Da gusto ver en la maternidad, a las madres que recién han dado a luz, como la de más experiencia ayuda a la otra que está angustiada porque su bebé llora, siente que aún no tiene leche y tiene miedo de que su hijo se pueda morir.

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