24 abril, 2024

La muerte de mi madre

Soy un hombre de carácter positivo. Luchador por naturaleza, veo en los imposibles las realidad más posibles para realizar.

Hace pocos días falleció mi madre. Mi mama ha partido; su partida me partió. Ahora soy consciente que no estará conmigo. Me lastima saber que no la volveré a ver.

Siempre fue muy especial hacia mi. Única en el universo; siempre me hizo creer que era su favorito. No tengo duda que a mis hermanos los hizo sentir igual. Ahora que no está comprendo las maneras en que dependía de ella. Verla era una necesidad vital para mi vida.

Jamás le dije mamá; siempre le dije «Marujita». Nunca le tuve la solemnidad protocolaria del respeto distante que debe existir entre madre e hijo, muchas veces le daba nalgadas cariñosas. Constantemente la abrazaba, besaba y sobre todo la bromeaba; le decía que estaba muy guapa y la molestaba con pretendientes imaginarios, para hacerle saber mis «incontrolables celos» que siempre terminaban en una mutua carcajada.

Cuando era chiquito y me enfermaba siempre estuvo a mi lado. Si yo le pedía que se acueste junto a mi, dejaba todo para que yo la pudiera abrazar. Una vez acostada, le ponía mi cabeza entre su brazo y el pecho para sentirme protegido. No tenía miedo porque estaba bajo la protección de mi madre.

¡Cómo nos cambia la vida!

Desde hace varios años, ella me pedía que me acostara en su cama y hacía que la reciba entre mi brazo abierto y mi pecho. Tiernamente se viraba hacia mi cuerpo y poniendo su cabecita entre mi brazo y mi pecho, se quedaba quietecita sin decir palabras. Era como si de su silencio dependiera el mágico momento que no quería interrumpir.

Ahora entiendo la razón. Desesperadamente buscaba en mi regazo, una tranquilidad igual a la que me daba entre sus brazos cuando era niño.

De mi mami, solo tengo maravillosos pensamientos. Inmerecidamente se ufanaba de mis supuestos logros frente a sus amigas. Emocionada hinchaba su pecho y entrelazando mi mano con la suya como si fuere su novio, les decía que yo era lindo, lo máximo, lo más grande. Todo lo que manifestaba no era verdad, sino que expresaba la verbalización del ciego amor que me tenía.

Ahora que no la tengo, es cuando más desconcertado estoy. Se me hace imposible creer que ya no estará en su casa. Cuando me dirijo a donde vive y me doy cuenta que yo no vive recién concibo que ya nunca la veré. Antes yo sabía que a cualquier hora del día me esperaba. Ahora me sumo en el dolor y la desesperanza de vivir sin ella.

Mi madre fue tan mía; tan únicamente mía. Probablemente mis hermanos pensarán los mismo y cada uno la creerá suya. Por las noches no concilio el sueno. me mantengo perplejo sin comprender que no estará.

La gente que desconoce lo que me sucede, me da sonrisas y abrazos de felicitación. «Qué bien se te ve o quiero felicitarte por… «son algunas de las múltiples manifestaciones de su diaria expresión. Por dentro llevo el alma partida; siento que me muero por su ausencia.

Se que esto toma tiempo y racionalización. Sin embargo, por muy académico o conocedor de la conducta humana que fuere, vivo en carne viva el dolor de la irremplazable pérdida de la partida de mi madre.

 

 

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3 comentarios

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    .

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