20 abril, 2024

El Islam y la hipocresía occidental

Una vez más  el terrorismo islámico golpea el corazón de Europa y una vez más se vuelven a dar y a repetir las mismas explicaciones sobre las causas de lo ocurrido. Que fueron kamikazes extremistas,  que pertenecen a una célula “yihadista”, que son de nacionalidad  belga o francesa, que ya están identificados, que  viven en tal barrio, que están buscando a los que se escaparon, etc. etc.

Quien lee las noticias que llegan desde Europa sobre lo ocurrido en  Bélgica hace apenas un par de días, tiene la impresión de que se trata de un acto de terrorismo interno, es decir, de unos jóvenes, en esta ocasión de nacionalidad belga, en los anteriores sucesos de Paris de nacionalidad francesa, que viven en guetos, a  quienes  el sistema  ha marginado, y que por esa razón cayeron en las redes del terrorismo. El mensaje que se envía en el fondo,  no es otro que, más que musulmanes, son nacionales europeos quienes protagonizan esos actos de barbarie terrorista; algo que no es del todo verdad, pues una cosa es haber nacido en un país y otra muy distinta pertenecer culturalmente a ese país. Además de que, si bien es cierto que no todos los musulmanes practican el terrorismo, también lo es que todos los terroristas que lo ejercen en Europa, salvo organizaciones  independentistas como ETA o IRA, son musulmanes.    

Pareciera, si hacemos caso de algunos medios informativos, que Bélgica o Francia, o Europa en general, son responsables  de semejantes tragedias. Y ciertamente lo son, pero no por las razones o motivos que se señalan, sino por otros más abominables.

Bastaría con que nos preguntáramos de donde provienen los equipos y el  armamento  de ISIS y quien o quienes lo financian. La información al respecto es más que abundante para quien la quiera ver.  Rusia, EEUU y determinados países de la Unión Europea como la propia Francia, les venden a organizaciones y países árabes vehículos artillados, armas y dotaciones de combate de todo tipo que van a parar directamente al  terrorismo como se le llama ahora “yihadista”; termino, por cierto, de  invención occidental para quitarle hierro al que debía ser su verdadero nombre: terrorismo islámico.

Los siempre mezquinos, pero poderosos  intereses económicos de occidente, se hacen la vista gorda frente al apoyo “neutral” al terrorismo de sus aliados árabes petroleros. Países como Arabia Saudita, o en general,  los emiratos y pequeños reinos  que conforman la península arábica, junto con  otros que como Irak o la propia  Siria, han ido y venido en el devenir de su historia, tirados por los hilos de la diplomacia francesa o británica, auténticos titiriteros, hacia o fuera de su órbita. En este caldo de cultivo, tendríamos que agregar la  anarquía en que quedaron los países musulmanes del norte de África y algunos del medio oriente, como consecuencia de la famosa “primavera árabe”, también alentada por occidente.

Pero la nota más resaltante, quizás, de la hipocresía occidental radica en la manera de encarar el tema del islamismo, cuando se pone a prueba su legado cultural en materia de derechos y libertades. Unos derechos y libertades que han sido siempre la expresión de las mayorías, pues son las mayorías en cualquier sistema democrático las que imponen su opinión, hábitos y forma de vida. Mientras que un occidental, cuando viaja a un país islámico, tiene que adaptarse a sus costumbres, le gusten o no, como por ejemplo que las mujeres deben taparse la cabeza y vestirse recatadamente, comportarse de determinada manera en público, e incluso no hablar si hay hombres presentes; en un país occidental , una mujer del islam exigirá, porque sabe que puede hacerlo, que se le respete andar por la calle con el  burka y que sus hijas asistan a la escuela de la misma manera, sin importarle lo que diga su reglamento en cuanto a vestimenta.

En otras palabras, que las mayorías deben adecuarse y respetar su religión y cultura musulmana, sin importarles  las normas de del colegio que son de aplicación igualitaria para todos, sin distingos de ningún tipo, ni como eso puede alterar la disciplina del colegio, la educación del alumnado, o el entendimiento de algunos padres franceses, ingleses o alemanes que posiblemente no estaban de acuerdo tampoco  con el uniforme del colegio, por razones diferentes,  pero que sin embargo aceptaron que sus hijos lo llevaran.

No digamos nada de las expresiones de religión en sí mismas o de la práctica de la fe de un occidental en un país musulmán, porque eso es prácticamente imposible.  No solo porque escasean o simplemente no existen templos, sino porque será mal visto e incluso prohibido a riesgo de su vida. Por el contrario, en occidente proliferan las mezquitas y hasta los derechos de los Imanes en algunas comunidades, junto a  las enseñanzas del  islamismo, al amparo de su sistema de libertades y derechos.

A veces da la impresión de que existiera hasta miedo de decir algo en contra o que pudiera ofender la susceptibilidad del islam. El ejemplo más reciente, lo encontramos en  la visita a Roma y al Vaticano del jefe de estado iraní, en enero pasado, para cuya visita fueron tapadas algunas obras de arte que contenían desnudos  e imágenes aparentemente indecentes para el islamismo. Unas expresiones artísticas que forman parte de la historia de la humanidad, pero que el estado italiano y la iglesia católica se reprimen de mostrar, a representantes de otra fe.

¿Doble moral, hipocresía, miedo, falta de personalidad o de convicción en sus propios valores y creencias?  Si en algo el Islamismo supera a occidente es en  su firmeza a la hora de defender su religión, dogmas  y cultura; y es aquí precisamente aquí donde radica su mayor fortaleza.  

Mientras los líderes occidentales sigan enfrentando el desafío islámico como un punto más dentro de la agenda internacional, de naturaleza controlable, con daños colaterales, pero también grandes beneficios, el problema del terrorismo musulmán no tendrá solución alguna y el anti islamismo y los sentimientos ciudadanos contra todo lo que representa la cultura musulmana, crecerán espontáneamente, a un ritmo imparable y peligroso para la paz mundial.

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1 comentario

  1. Leí dos veces el artículo de opinión y llegue a la tremenda conclusión de que como mínimo soy disléxico , no entendí nada.no entiendo si piensa que Occidente es culpable del terrorismo Islamico por su propia conducta blandengue, por permitir que el armamento se » filtre» hasta los lugares donde el terrorismo campea, por pasados pecados colonialista o, por el contrario, cree que Occidente tiene que endurecer su postura , desarrollar políticas de mano dura en el mismo continente y fuera de él y atacar a sus fuentes de poder y bases de apoyo hasta destruirlo.

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