29 marzo, 2024

¿Está bien que trabajen las madres fuera del hogar?

Introducción

La maternidad consiste en “dar vida” (engendrar) y “dar la vida” (entregarse) por aquellos a quienes se dio vida. Con frecuencia la joven de esta sociedad consumista, hedonista y materia- lista, no quiere dar vida porque no quiere dar la vida, porque quiere guardarla para sí misma, para realizarse en lo profesional, o en lo económico, o simplemente para vivir su libertad.

Da pena ver cómo las chicas jóvenes se preocupan por su maternidad sólo cuando sospechan que no pueden engendrar por un problema de esterilidad. Entonces, la maternidad se presenta como una obsesión y una meta que ha de lograrse como sea, incluso acudiendo a la reproduc- ción asistida. Mientras, los hijos… ya vendrán.

El feminismo ateo de izquierdas, ha hecho mella en la chica de hoy. El feminismo que fomenta la ideología de género, ha llegado a convencer a la mujer que debe rechazar el rol de madre por- que la idea de la maternidad es machista. La idea de que mujer debe ser madre es un invento de la cultura machista cristiana. El hombre ha empujado a la mujer a la reproducción dentro del hogar para él quedarse con la producción fuera del hogar. Engels ( El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1884) propugnó la idea de que la historia de la humanidad es lu- cha, pero no, como Marx afirmaba, de los pobres contra los ricos, sino de la clase dominante (el varón) contra la clase dominada (la mujer). La liberación ha de consistir en el abandono del hogar o, en la equiparación de roles. Los ideólogos de género dicen que así como en le teatro un actor puede hacer el rol (papel) de rey o mendigo, en la vida social, la maternidad es un rol que lo mismo puede encarnar el macho, la hembra o el GILBerTo de turno… Nada es natural, senci- llamente porque no existe naturaleza humana, y no hay naturaleza porque no hay Dios.

Por motivos más nobles o menos nobles, hoy la mujer tiene un grave problema: compatibilizar el ejercicio de la maternidad con el de su profesión. Este tema está tratado en un libro en cuya lectura estoy gozando.

Un libro polémico y esclarecedor

El libro Cásate y sé sumisa de la periodista italiana, presentadora de TV, Constanza Miriano, madre de 4 hijos, provocó en España en noviembre de 2013 una descomunal polémica. El libro lle- va por subtítulo: Experiencia radical para mujeres sin miedo. La publicación es un bestseller, líder de ventas donde circula. Se inspira en la doctrina cristiana «esposas, estad sujetas a vues- tros maridos como al Señor, porque eso conviene con Dios» (1 Pedro 3:1; Efesios 5:22; Colosenses 3:1).

Evidentemente, la Autora, que es madre y trabaja, no escribe contra la mujer; pero sí a favor de los hijos y de la maternidad. Lo que sucede es que para el feminismo ateo y maternofóbico de hoy, todo lo que sea defender lo más característicamente femenino, la maternidad, es un insulto, una injuria y un desprecio contra la mujer. Todo lo que viene a continuación es lo que dice Constanza. Para facilitar la lectura, me he permitido poner unos subtítulos.

Cosas en las que no dudo

¿Es bueno que la mujer trabaje? Es una de las preguntas a las que no sé qué responder. No obs- tante, puedo aspirar a dar mi respuesta con un máximo de coherencia.

  1. Una mujer, si tiene hijos, no puede trabajar fuera del hogar tanto como un hombre; ni a la manera de un hombre, aun cuando no tenga hijos.
  2. Para una mujer, desde el momento en el que concibe su vida como un servicio, el trabajo extra hogareño debe adaptarse a las fases de las vidas de sus hijos: vida perinatal, infan- cia, niñez, pubertad, juventud… No exigen la misma dedicación el niño recién nacido y el adolescente. Porque lo que una madre debe preguntarse es: ¿qué es lo bueno para mis hijos, para mi familia, para las personas que me necesitan? La respuesta a esta pregunta ocupa el primer puesto, antes que su realización personal, o sobre el tiempo con el que cuenta para sí misma, o cómo poner en práctica su estudios universitarios.
  3. El niño, en sus primeros tres años de vida, tendría necesidad de una presencia casi cons- tante de la mamá, sólo con ausencias muy reducidas, que no deben convertirse cierta- mente en la parte preponderante de su jornada.
  4. Al menos el primer año, hasta un ciego vería que el niño quiere, y tiene derecho, a su ma- dre. Una sociedad que no tiene en cuenta esto es una sociedad que maltrata a los niños. Se pueden dar todas las justificaciones económicas y organizativas que se quieran dar, pero debe quedar claro que en su nombre se pisotean los derechos de los más débiles.

Cosas en las que dudo

  1. No estoy convencida de que conquistar la posibilidad de dejar a los propios hijos en unaguardería o incluso con abuelos maravillosos sea una emancipación.
  2. No estoy convencida de que sea un bien dejar a los hijos en la escuela y sin seguirlos en sus deberes y poniéndolos en manos de maestros que, si uno tiene suerte, pueden ser buenísimos, pero que, sin embargo, no los pudimos elegir.
  3. No estoy convencida de que entrar en el ciclo de la producción y el consumo a tan alto precio sea una emancipación.
  4. No estoy convencida de que compartir con el padre al cincuenta por ciento el trabajo de la casa, confundiendo roles y provocando malestar en ambas partes sea una emancipa- ción. Muchos problemas de pareja se generan por intentar que el varón y la mujer tengan los mismos roles.

Hay trabajos y trabajos
1. Cuando el trabajo es una fuente necesaria de ingresos, indispensable para una subsisten- cia decorosa, quizás sería oportuno preguntarse:

  1. Si antes era suficiente con un salario, y ahora no basta con dos, esto ¿quiere decir que las empresas de hoy están contratado dos trabajadores al precio de uno y que no se está siendo justo en los sueldos y que el mundo económico no respeta el pa- pel de los padres en el hogar, y, concretamente, el rol de madre?
  2. Mientras no se resuelve la pregunta anterior, quizá habrá que preguntarse, ¿de- bemos, quizás, disminuir nuestro nivel de vida consumiendo menos, eliminando exigencias que hoy nos parecen imprescindibles, pero que ayer eran sólo lujos?

2. Hay trabajos que no son necesarios, sino que sirven principalmente como gratificación personal de la madre ,o simplemente para tener un nivel de vida más alto. A primera vis- ta son los casos de trabajo extra hogareño más numerosos. En este caso, bajar el ritmo laboral cuando hay hijos pequeños es un deber, y quien no lo cumple es egoísta.

 

Hay mujeres y mujeres

  1. Hay mujeres maternales que se ven forzadas a trabajar consumiéndose de nostalgia por el pequeño de pocos meses que les ha robado el corazón
  2. Hay mujeres que jamás renunciarían a la propia independencia económica, a hacer con “su” tiempo lo que tienen ganas, y que trabajan sin necesidad, aun siendo ricas a reven- tar.
  3. Hay madres que van a trabajar para descansar, y que fingen tener tareas pendientes más allá de su horario, para no tener que combatir con los hijos en casa.
  4. Hay algunas que envían al niño a la guardería, incluso por la tarde, porque así pueden ir al gimnasio por la mañana para subir glúteos y dar vueltas en los malles por las tardes para exponerlos…
  5. Hay mujeres que, además de ser madres, puede contribuir a hacer un bien también fuera del ámbito familiar. Las mujeres, podemos hacer muchísimo para tener hospitales más misericordiosos, periódicos menos vacíos, tribunales más eficientes, escuelas más esti- mulantes, oficinas más operativas.

Si la madre debe trabajar, al Estado corresponde valorar su papel

  1. Si la madre trabaja, hay que encontrar el modo de hacerlo de tal modo que se respete su vida hogareña: Estar con nuestro marido y nuestros hijos. Para lograrlo, se impone el que las ayudas familiares sean sustanciosas, y no una limosna.
  2. Para ello el Estado ha de valorar el papel de la madre dentro del hogar. Si pensamos que los hijos son un bien para todos, porque ellos serán los que le den su impronta al mundo venidero, entonces quien quiera dedicarse a la educación será ayudado y favorecido.
  3. Que una madre se quede en casa no es, ciertamente, garantía de nada, todo el mundo po- dría citar ejemplos. De hecho, si alguien tiene la fórmula mágica del éxito en la educación de los hijos, que me la dé, por favor.
  4. Pero lo cierto es que delegar, aplazar y no tener tiempo no ayuda nada, porque lo contra- rio es precisamente lo que hace falta para manifestar amor, y para enseñar a los mucha- chos a razonar, para suscitar en ellos la curiosidad, para apasionarlos, para acompañarlos hacia un horizonte elevado. Yo no sé cómo se hace, pero seguro que largándose no es.
  5. La verdadera igualdad de oportunidades se tiene cuando se permite a la madre quedarse en casa con los niños pequeños, no matarse a trabajar dentro y fuera de casa, dejando a su niño de pecho en manos de otra.

 

Conclusiones

  1. Está claro, por tanto, que la mujer no puede trabajar como el hombre, sino que tiene que encontrar una manera propia, una medida propia, un estilo propio.
  2. No es justo que se la obligue a elegir: o aceptas las reglas, los tiempos, los modos de los varones, dejando aparte todo lo que tienes en casa, o estás fuera.
  3. La organización del trabajo debe prever la integración de las exigencias familiares, con flexibilidad e inteligencia
  4. Esto debe hacerse por interés de los niños, por el bien de ellos, a quienes todos decimos defender y de quienes todos nos desinteresamos
  5. No es justo que se les obligue a los niños a hacer costosísimos sacrificios psicológicos, afectivos y espirituales en el altar del éxito en el trabajo de sus madres.
  6. Los niños perdonarán a las madres por no haber logrado ser profesionales exitosas, pero si han conseguido ser madres maravillosas.
  7. La mujer, por supuesto, puede trabajar y tener a cargo la responsabilidad en la organiza- ción, pero no como lo hace un varón, sino como hace una madre: no como un jefe su- premo que decide por todos, sino como una persona inteligente que comprende lo que los suyos saben hacer y asigna su puesto a cada uno.
  8. Las mujeres saben gestionar a las personas, las situaciones, las emergencias y puede gestio- nar cualquier crisis: ve por delante, por detrás, por los lados, con los ojos, con las ore- jas, con las manos y la nariz. Somos capaces de atender más frentes que los varones, de resolver mejor que ellos los problemas más velozmente en el trabajo y sin olvidar lo que está sucediendo en casa. No tenemos miedo a tener a nuestro cargo una situación en la que tenemos que responsabilizarnos de un reportaje de un varón, ministro de Estado que se espera llegue a un aeropuerto, con un equipo de grabación que no llega y está integrado por hombres, en medio de una huelga de aviones generada, quizá por varón . Todo podemos hacer. Para nosotras, un solo problema a la vez no es nada.
  9. Soportamos la fatiga y el dolor mejor que los hombres; como puede atestiguar cual- quiera que haya tenido en casa a un hombre con fiebre, que con treinta y siete y medio empieza a dictar en su testamento su última voluntad…
  10. 10.Sin embargo, no estamos hechas para el poder. Y las mujeres que llegan a alcanzarlo, con frecuencia acaban enfurecidas, porque traicionan su propia naturaleza, inseguras y, a menudo, violentas. Y si bien repudian una parte de su propia feminidad — la dulzura, la apertura —, hay otra parte que sacan fuera encarnando los estereotipos más deca- dentes. Pueden volverse histéricas, irracionales, pasionales y capaces de maldades que un hombre no soñaría jamás. Estamos hechas para la maternidad y el trabajo, pero siem- pre salvando nuestro ser más íntimo y femenino: nuestra maternidad.

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2 comentarios

  1. ¡Qué retroceso! ¡Tanta ignorancia en un solo artículo! Lo que mas me llama la atención es que sea un hombre, que aparentemente no tiene hijos, quien escriba y transcriba tantas sandeces. Si por usted fuera, Marie Curie debió quedarse en casa y jamás ganar sus dos premios Nobel, por su contribución a la ciencia; y aun menos las artistas pintoras, escritoras, matemáticas, físicas y químicas que han contribuido al avance científico y humano. No le voy a detallar nombres, porque seguro no le interesan. Una mujer que trabaja contribuye en su hogar en todos los sentidos, psicológico y material, siendo este último obligatorio, para no dejar toda la carga al pobre marido. Sepa que en las sociedades primitivas como la de Arabia Saudí, las mujeres se quedan en casa, no manejan, crían hijos (con frustraciones) y tienen el índice de suicidios más elevado del planeta. No hay solución mágica. Hay que saber vivir y adaptarse con su tiempo. Regresar a tiempos bíblicos sería contraproducente. ¡Qué pena que aun existan personas con su mentalidad tan reducida! Lo último que yo haría, es decirle a una hija mía que vaya a escuchar sus discursos anacrónicos. Escriba sobre lo que sabe. No se meta con las mujeres.

  2. Estoy tan asombrado que casi no puedo crerlo – Por primera ocasiòn tengo que reconocer que estoy de acuerdo con los criterios expuestos por la Sra.W.Krauss Vega

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