7 diciembre, 2024

La reconstrucción de nuestra identidad

Dentro de los parámetros de la permanente reconstrucción identitaria que cada uno de los habitantes de esta “aldea global” llevamos a cabo a lo largo de cada una de nuestras vidas, se teje la historia de los pueblos y del mundo. Por ello es importante un análisis profundo y un conocimiento de nuestras raíces, así en plural, porque si hay algo probado a lo largo de historias de pequeños grupos humanos o de pueblos-naciones, es la gran movilidad y mezcla de individuos de distintas extracciones sociales, costumbres, idiomas e ideologías.

El Siglo XXI nos llegó con la caducidad de modelos sociales anteriores, por lo que nos urge ser creativos y re-pensar la proyección de un nuevo orden social que, queramos o no, debe comenzar por el profundo conocimiento de nuestras tradiciones, disciplinas y teorías que permitan una reestructuración sin una ruptura que no se nos corresponde, sino desde un cambio dado a partir de nuestra cultura, es decir, desde nuestra propia idiosincrasia y/o valores, desde nuestras costumbres y modos de vida, individuales y sociales, que incluya a cada ser humano dentro de su propia comunidad, siendo conscientes de la pluralidad de pensamiento, costumbres y tradiciones que enriquecen la oferta país de nuestra patria ecuatoriana.

El patrimonio que albergamos nos da la oportunidad de tender un lazo que nos liga al pasado para conocerlo, para re-pensar el presente y reconstruir el futuro. El conocimiento de la historia nos debería dar la fortaleza para no repetir los errores del pasado, sino aprender de ejemplos valiosos que, contrastándolos con las circunstancias actuales, nos abran camino en la construcción de nuevos modelos sociales alternativos.

Los que hoy habitamos el entorno tropical seco de nuestra Costa ecuatoriana tenemos una antigua historia de complejización social, debido a la diversidad de recursos de la naturaleza que el ser humano supo aprovechar para satisfacer sus necesidades, desarrollando tecnologías apropiadas a su medio ambiente. De ello las evidencias de la Península de Santa Elena, cuando hombres y mujeres dejaron de ser trashumante hace 10.000 años, conocimiento elaborado a partir de investigaciones arqueológicas que corroboraron estas teorías en vista del testimonio de la cultura material depositada junto a diversos nichos de la actividad humana. Y en esta secuencia histórica conocemos de rupturas traumáticas como el proceso de colonización española y el surgimiento de nuevas razas y grupos sociales que adaptan para sí mismos estas nuevas estructuras legales que se detectan de documentos escritos conservados con celo en beneficio de la investigación.

Una gran parte de aquella cultura material que nos queda de la actividad humana y los procesos sociales que nos han antecedido conforma la riqueza patrimonial que guardan museos y archivos históricos, que se estudia para ‘garantizar el ejercicio de las libertades de acceso y la recuperación patrimonial’ según las políticas de ejes programáticos de desarrollo de la cultura y el patrimonio. Únicamente a través de su análisis e investigación podremos ‘deconstruir la noción de patrimonio asociada a los criterios de salvaguarda y recuperación’, pues estaremos en capacidad de contar la verdadera historia superando épocas donde primaba el coleccionismo de lo exótico o de documentos de personajes importantes, que no eran producto del nosotros sino de los otros, vistos como marginales o subalternos, o como señores de las elites, lo que servía para deleite de un grupo selecto capaz de hacer sus propias lecturas por sus conocimientos adquiridos sobre las diversas ciencias sociales como la arqueología y la historia.

La tarea actual de museos y archivos en la formación de públicos es ardua, porque no se centra en la presentación de colecciones, sino en actividades que lleguen al corazón de procesos sociales que nos permitan enorgullecernos y emular a aquellos que nos precedieron en este pequeño pero importante y privilegiado entorno geográfico, pues únicamente desde el campo del conocimiento y valoración de lo propio podremos propiciar el despegue y avance de un país como el nuestro, en vías de desarrollo.

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