28 marzo, 2024

Señalización: Orden, caos y desafío

Traffic Sign I

La principal tarea de los diseñadores urbanos es atraer al ciudadano no con argumentos de administración legislada, sino con elementos que le causen emotividad. Que el usuario-ciudadano capte la esencia de su Ciudad. Que capte su alma, su estética, su idiosincrasia. Sólo cuando la ciudadanía sienta el comienzo de un diálogo con la autoridad, de una tertulia con el entorno, entonces se detendrá a escuchar y a participar del espacio público.

Desde hace un tiempo atrás, pareciera tomar cuerpo, en el movimiento de la mentalidad de la Administración Local, el hacer algo, poco o mucho, en favor de la coexistencia entre peatón y vehículo en el escenario citadino tratando de compaginar pacíficamente a estos dos protagonistas de la actividad diaria de la Ciudad. Tarea difícil que siempre estará incompleta, pero no por ello debemos abandonarla. Es necesaria su organización razonada, medida, legislada y, sobre todo, ordenada de acuerdo a quien la digiere, sea peatón o conductor, turista o ciudadano, paseante veedor o usuario por trámite.

El exceso o la mezcla indiscriminada o la ninguna información para el conductor de vehículos causan un caos visual en donde las señales no cumplen con su cometido, pero a la vez son paradigmas de un ordenamiento para el tráfico. Por un lado se provoca confusión y por otro orden.

Confusión y orden por exceso de letreros muy cercanos, por superabundancia de información (en algunos casos oscura), por no uso de códigos internacionales. Se yuxtaponen con la publicidad causando desinformación que genera distracción, perdiendo, el conductor, la concentración necesaria. A momentos parecería que las señales son colocadas al tun-tun de la circunstancia o situación que se presenta y no a una fase previa de planificación y estudio del sitio como escenario urbano de actividad ciudadana.

Para muestras vale observar las avenidas del Periodista, Francisco de Orellana, Pedro Menéndez, la Perimetral, la Portete, la 25 de Julio, la 9 de Octubre, etcétera, y, ahora tendremos que observar qué se logra en Pichincha y en Rocafuerte.

Para mantener viva la ciudad, deben animarse los diferentes sectores. Los espacios para peatones no deben ser únicamente centros de consumo o contemplación, sino espacios en que las personas puedan andar, relajarse a través de la vista y socializar, mientras el vehículo sigue su curso sin estorbar ni ser un obstáculo o un peligro. Todo esto regido por una señalización clara, informativa, no atosigante ni caótica.

El concepto peatón-vehículo representa un regreso a la escala humana en la planificación previa, en la observación de los diferentes escenarios y en la convivencia organizada y orgánica del automotor y el usuario.

A parte del uso de las vías vehiculares y la organización del tráfico a la Municipalidad de Guayaquil –cuando adquiera la competencia respectiva- le espera una ardua tarea reorganizando y reemplazando la señalización de la Ciudad creando, mediante concurso público, elementos aglutinantes de las diferentes señales (se pueden agregar partes del mobiliario urbano: basureros, asientos, etcétera); utilizar los códigos internacionales y, sobre todo tratando de lograr el buen convivir entre peatón y automóvil. Buenos lugares para empezar son las áreas de la Regeneración Urbana.

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