24 abril, 2024

Aún más

Perdón por continuar con Buesa, pero incluso en sus poesías fuertes lleva una melancolía escondida que le da ese tono de ternura que inunda el alma cuando se lee sus versos.

Voy a presentar ahora su Soneto I

Soneto I
José Ángel Buesa

Como quien boga contra la corriente
aún comprendiendo que su afán es vano
y el remo se le cae de la mano
y se siente arrastrado nuevamente,

así mi amor se aleja indiferente,
pero, al recuerdo de tu amor lejano,
reverdece el deseo en su desgano
y regresa mi sed hacia tu fuente.

Y andando y desandando este sendero
a la vez desolado y florecido
y jamás recorrido por entero,

no sé por que renaces de mi olvido,
ni sé por que me voy si es que te quiero,
ni que me hace volver, cuando me he ido.

Su Nocturno VI:

Nocturno VI
José Ángel Buesa

Así estás, todavía, de pie bajo la lluvia,
bajo la clara lluvia de una noche de invierno.
De pie, bajo la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie, bajo la lluvia, te encuentra mi recuerdo.

Siempre he de recordarte, de pie, bajo la lluvia,
con un polvo de estrellas muriendo en tus cabellos,
y tu voz, que nacía del fondo de tus ojos,
y tus manos cansadas, que se iban en el viento…

Y aquel cielo de plomo, y el rumor de los árboles
y la hoja seca aquella, que te cayó en el seno…
y el rocío nocturno, dormido en tus pestañas
y engarzando diamantes en tu vestido negro.

Así estás, todavía, lejanamente cerca
desde tu lejanía de sombra y de silencio…
Mi corazón te llama, de pie, bajo la lluvia;
de pie, bajo la lluvia, te acercas en el sueño.

La vida es tan pequeña que cabe en una noche.
Quizás fue que en la sombra me encontré con tu beso,
y por eso me envuelve, de pie, bajo la lluvia,
el sabor de tu boca y el olor de tu cuerpo.

Si, me has dejado triste, porque pienso que acaso
ya no estarás conmigo cuando llueva de nuevo,
y no he de verte entonces, de pie, bajo la lluvia,
con las manos temblando de frío y de deseo.

Pero aunque habrá otras noches cargadas de perfumes
y otras mujeres y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he de recordarte, de pie, bajo la lluvia,
bajo la lluvia clara de una noche de invierno.

Y su poema de los besos:

POEMA DE LOS BESOS

Y ante mi abrazo te sentí rendida…
y ante tu sumisión, mis besos sabios
pusieron a temblar entre tus labios
ansias de amor y de placer y vida…

Fue un instante no más, uno de esos
siglos-instantes que el amor nos brinda,
prometiéndole un lauro al que se rinda
primero en la batalla de los besos…

Lo ves, mujer… No cabe en la materia
la espiritualidad de lo insensible;
todo es vencido ante el irresistible
empujón de la carne y su miseria….

Y te sentí temblar como la fronda
al soplo tibio de la brisa vaga,
cuando en su trino el ruiseñor divaga
y peina el sol su cabellera blonda…

Y te sentí temblar como la onda
que su quietud sobre la arena apaga,
y como el ave que sin rumbo vaga
y un circulo invisible traza y ronda.

Y te sentí languidecer al peso
de mis labios, al peso de un gran beso
que perfumó en tus labios a un suspiro,

tal como languidece en la laguna
un cisne enamorado de la Luna,
al no hallarla en el cielo de zafiro…

Y te sentí latir, tal como late
al manotazo del ciclón la hoja,
como en la espada late, humeante y roja,
la sangre que bebiera en el combate;

tal como el sauce que su frente abate
cuando la nube en su aflicción lo moja,
o como el océano que se enoja
y en el escollo solitario bate.

Y te sentí vencida, con el lento
y anhelado y temido vencimiento
del sol, cuando la Noche abre la puerta

del negro templo de su Dios ignoto;
y te sentí dormida, como un loto
en la serenidad de un agua muerta…

Y te sentí anhelante y temblorosa
cual la irisada espuma de un torrente;
como un lucero en la región silente,
insinuando una seña misteriosa;

cual la palma que agita, rumorosa,
su abanico de jade, lentamente,
como despunta en un jardín durmiente
el milagro de gracia de una rosa;

y cual la cierva cuando la acorrala
la jauría, cual ave moribunda
que pliega triste su ya inútil ala,

y adoré tu sensual melancolía
llena de rendición meditabunda,
¡y te sentí profundamente mía!…

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Reír llorando

Ya hemos mencionado en las dos últimas entregas de los Poemas de la semana, dos poesías que has sido atribuidas a Juan de Dios Pesa, Poeta mexicano nacido en 1852 en Ciudad de México, poeta, político y escritor mexicano de extraordinaria y prolífica producción. Reconocido por muchos como el poeta de la familia porque muchos de sus poemas describen momentos preciosos familiares con sus hijos y de su enamoramiento y las dificultades con su futura familia política antes de su matrimonio, que desaparecieron luego del mismo. Entre sus muchas poseías, que son verdaderas joyas, quiero destacar “Reír llorando” una preciosa descripción del drama de uno de los más grandes actores, directores, productores, dramaturgos, escritores y cómicos mundiales del siglo XVIII, el inglés David Garrick.

David Garrick nació en Hereford, Inglaterra en 1717 y murió en Londres en 1779, pupilo y amigo del Dr. Samuel Johnson. Apareció primero en varias obras como amateur y su actuación en la obra Ricardo III de Shakespeare lo catapultó a la fama. Estaba tan extraordinariamente dotado para la comedia, que los Médicos recomendaban sus actuaciones como un remedio mágico, capaz de sanar cualquier pena del alma. Se considera que David Garrick fue, sin saberlo, el primer risoterapeuta de la historia. El Reverendo Nicolas Tindal, historiador, resume en pocas letras su arte, cuando dice: “Lo sordos lo oyen en su acción y los ciegos lo ven en su voz”. Autor de más de cuarenta obras de teatro. Está enterrado en la esquina del poeta en la Abadía de Westminster.

No hay comentarios

  1. Hermosos poemas. Tengo la edición española de Oasis hecha en 1973.
    Gracias por compartir todas estas poesías, que hacen que uno se aparte un poco de la dura realidad.

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