24 abril, 2024

La muerte

Entre las poesías de Buesa, hay una que me intriga y me fascina. No tiene título y se encuentra en uno de sus libros, en medio de otras, así mismo, sin título.

Se refiere al paso que todos daremos en algún momento, al final de nuestras vidas y a la forma como esperaremos ese momento.

Filosofar sobre el momento final de nuestra existencia es algo por lo que algunos muestran un recelo y un temor, para mí infundados, puesto que hasta ahora no he conocido a nadie que no vaya a dar ese paso en algún momento de su existencia, si es que no lo ha dado ya.

Para mí, Morir es el epílogo más hermoso de una existencia plena. Lo importante no es ese momento, sino lo que ha ocurrido, lo que hemos hecho en ese camino que el tiempo nos permitió discurrir entre nuestros semejantes. Lo que uno hizo y lo que uno dejó sin hacer, lo que uno sembró en el corazón de los demás, las raíces que se ahondaron en nuestra alma y las que se secaron por caer en tierra árida o perjudicial para ellas. El balance global y el destino eterno, lo va a dar Dios, cuando llegue el momento de nuestro juicio final.

Vemos a cada instante en los diarios el sufrimiento de familiares de avezados delincuentes que han sido abatidos, muchos de ellos en flagrancia de delitos, y para ellos, estos delincuentes eran seres muy queridos, demostrando la verdad de la descripción de la virtud que se describe majestuosamente en el poema “verdades amargas”, atribuido a Juan de Dios Peza: “Existe la virtud, yo no lo niego, / pero siempre en conjunto defectuoso: / hay rasgos de virtud en el malvado / y hay rasgos de maldad, en el virtuoso.”

Pero disfrutemos esta hermosa descripción de la vejez que nos muestra José Ángel Buesa:

Tal vez será mañana… Acaso hoy mismo… Pero
yo, precavidamente, cada día la espero.

La espero en paz; la espero sin pesar ni alegría,
sin un gesto impaciente, tal como esperaría
una ceremoniosa visita familiar,
un tren que se retrasa, o una mujer vulgar.

Tal vez será mañana… por eso, para el viaje
sin fin, yo tengo siempre dispuesto el equipaje:
un gesto indiferente por los hombres pequeños
y mi sonrisa vaga de vendedor de sueños…

Y por eso soporto mi espera día tras día,
imperturbablemente, como soportaría
la opaca conferencia de un profesor cretino,
los turnos del dentista o el asma del vecino.

Pero, por uno de esos designios arbitrarios
que burlan la aritmética cruel de los calendarios,
la parca, que en cuestiones de muertos nunca es parca,
quizás me de las prórrogas de una edad de patriarca.

Y seré un viejecito sonriente y cortés
que hará amargos esfuerzos por no arrastrar los pies,
de ademanes estrictos y discretas corbatas
del que hablarán con cierto recelo las beatas.

Todo el romanticismo se esfumará después
cuando ostente un abdomen fieramente burgués,
y temeroso siempre de una embolia funesta,
roncaré la prosaica beatitud de la siesta.

Inevitablemente llegará la calvicie
y ensanchará en mi cráneo su monda superficie,
y tendrá mi ternura de abuelo en los bautizos,
la sonrisa insincera de los dientes postizos.

Miraré a la muchacha que pasa por la acera,
igual que un toro viejo que mira a una ternera,
y entornando los ojos con aire soñador,
evocaré lejanas aventuras de amor…

Y cuando al fin la muerte, se apiade de mi hastío
y me cierre los ojos al gran sueño tardío,
mereceré la gloria fugaz de un comentario
que rodará en voz baja, por todo el vecindario,
y alguna jovencita con voz indiferente,
dirá tal vez: “Anoche murió el señor de enfrente…”

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No hay comentarios

  1. mis respetos al senor JOSE ANGEL BUESA , igual los merece quien asi, como aqu, lo recuerda y nos lo hace recordar.Ya asi no se escribe!Enhorabuena Jose Fernando, gracias!

  2. Envolvente y lugubre cuerpo de frases poéticas, que hacen recorrer en la piel la sensación misma de lo inevitable, lo cual nos hace pensar cuan frágil es nuestro cuerpo y cuán frágil la atadura a la vida… allá vamos todos porque es la ley de la vida, más, esa vida que irónicamente llega a su fin nos enseña que hasta en los últimos suspiros algo bueno nos resultó del caminar pausado o frenético por el camino sin retorno

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