28 marzo, 2024

Rafael Pino y Roca

Rafael Pino y Roca fue un guayaquileño de sentimiento y alma. Autor del Canto a la Raza, escrito en Berlín el 12 de octubre de 1934 y muchos otros versos

Quiero destacar aquí de él una poesía tierna, romántica, que dibuja su alma, su bello cuento de amor “¿Qué cómo lo saben?

¿Qué cómo lo saben?
Rafael Pino y Roca

¿Qué cómo saben, -preguntas-
que nos juramos amor
aquella noche al oído
despacito tú y yo
si por testigos tuvimos
tan sólo al cielo y a Dios?

He pasado horas enteras
meditando en la ocasión
de descubrir al infame
que torpe nos traicionó,
y al fin, de tanto indagar
he descubierto a traidor
que por envidia, bien mío,
infame nos delató.

Voy a contarte su historia
pues fue poca precaución
declarar que nos amábamos
asomados al balcón.
Recuerdo que allá en la altura
las dulzuras de tu voz
escuchaba con deleite
un lucero encantador.

Ese lucero, bien mío,
celoso de nuestra unión,
de aquel amor tan divino
que nos juramos tú y yo,
hechizado en las ternuras
y en el timbre de tu voz
que es arrullo de paloma,
y el luminoso esplendor
de los soles de tus ojos
que envidiara el mismo sol,
desprendiose de la altura
y en el mar se sepultó…
Dejó el cielo por nosotros…
¡Qué dicha la de los dos!

Y en su caída, a las olas
nuestro secreto confió;
de las olas pasó al remo
y del remo al pescador,
del pescador a la villa,
de la villa… qué sé yo,
lo cierto es que todos saben
que nos amamos los dos.

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5 Canción del amor lejano

José Ángel Buesa

Ella no fue entre todas la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más, y sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como a una estrella desde mi ventana
y la estrella que brilla más lejana,
nos parece que tiene más destellos.

Tuve su amor como una cosa ajena,
como una playa cada vez más sola
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un perfume, que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura,
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo.
Nunca fue mía, no era la más bella,
otras me amaron más y sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Varón

Como lo indiqué la semana pasada, estos tres lunes los quiero dedicar a la mujer más hermosa y maravillosa del mundo. Después de presentar el poema de Rafael de León la semana pasada, quiero ahora presentar una poesía de Héctor Gagliardi, poeta argentino del que ya hablé el 20 de febrero cuando publiqué su poesía “El Padre”. Quiero aclarar que en esa ocasión me equivoqué y puse erradamente el título de la poesía que presento a continuación como “La Madre”, cuando su título real es “Varón”.

Esta poesía debe llamar a la reflexión a los adolescentes, porque no existe un amor más grande en el mundo terrenal, que el amor de una madre por sus hijos y ese amor, en muchísimas ocasiones es mal pagado, mal interpretado y menospreciado. Esta descripción de la madre, de su abnegación y de su amor es, aparte de real, maravillosa.

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