18 abril, 2024

“Por quién doblan las campanas”

Cada vez que termino de leer un libro una parte de mí muere y otra renace. Muere la parte que
se entierra con los personajes al terminar la historia. Mueren lentamente las horas dedicadas
a conocerlos, a acompañarlos en sus peripecias, a sentir como ellos y ser uno entre ellos. Se va
todo eso. Pero detrás de cada muerte, se esconde la vida. La vida se abre paso como el agua que
recorre la tubería buscando la salida. Con ella arrastra las lecciones aprendidas del tiempo y las
circunstancias.

No hace mucho leí la novela estelar de Ernest Hemingway, “Por quién doblan las campanas”.
Hemingway nos regala un enérgico relato sobre la lucha por un ideal, una serie de aventuras
heroicas y descabelladas y el nacimiento de un amor inesperado en tiempos de la guerra civil
española. Cabe elogiar su impecable redacción, la psicología asombrosa visible en la concepción
de sus personajes, la urgencia del tiempo; en fin, tantas cosas… Recuerdo aquella tarde cuando
terminé de leerla, sentí un gran vacío dentro de mí, como una nostalgia de algo que nunca pasó,
pero que se siente muy real.

El protagonista de la historia, Robert Jordan, es una creación fascinante. Un hombre muy
inteligente, cultivado, de mente clara y corazón intuitivo. El “inglés” y sus constantes soliloquios
(su mente era su mejor compañía). Su filosofía de no pensar: Rien à faire. Rien. Faut pas
penser. Faut accepter. (No hay nada que hacer. Nada. No hay que pensar. Hay que aceptar).
Su lucha por mantener el equilibrio razón-emoción. Seleccionaba sus pensamientos con
cuidado, los sopesaba y los pasaba por el filtro del realismo, pero de vez en cuando se permitía
soñar. De repente el filtro soltaba unas imágenes de ensueño y se entregaba al mundo de las
posibilidades.

Era muy sensible también. Podía percibir el mundo interno de las personas. No hablaba más
de lo necesario y siempre pensaba lo que decía. Ni hablar de su valentía. Tenía miedo, como
todo hombre en la guerra, pero sus ideales eran más grandes que sus miedos y por eso fue
muy valiente. Amó mucho a una mujer llamada María. Comprendió que el verdadero amor es
la fusión de dos soledades compartidas. Así lo expresó: “Mientras haya uno de nosotros, hay
tanto de nosotros”. Aprendió que la vida entera se resume en el ahora. La vida es hoy; no ayer
ni mañana. Hoy. Ahora. “Oh ahora, ahora, el único ahora, y por encima de todo ahora, y no hay
otro ahora que tú ahora y el ahora es tu profeta”.

Y en cuanto al título, es un verso muy hermoso de un poeta inglés, John Donne. Creo que sus
palabras describen muy bien la esencia de este libro y de la humanidad entera. Dice así:

“Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
La muerte de cualquier hombre me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

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  1. Espectacular. Súper bien redactado y con pensamientos muy profundos. Cada uno de los artículos de Ma. José Salazar es súper interesante y se puede ver claramente que les dedica mucho esfuerzo. Es una escritora brillante!

  2. Una preciosa síntesis de una obra maravillosa. Se resume en pocas palabras lo hermoso de este Premio Nobel de literatura. La melancolía se destaca en este bello escrito. Me hace recordar el verso de este libro, el final de uno de los poemas de Buesa:
    » Y una tarde cualquiera sentirás que te has ido / y un soplo de cenizas secará tu jardín, /y aprenderás entonces que el tiempo y el olvido / son las únicas cosas que nunca tienen fin./
    Precioso artículo
    Un beso
    JFGR

  3. José Fernando, admiro tanto su sensibilidad por las letras. Me llena de gozo poder compartir este espacio con usted. Gracias por sus palabras y por ese verso de Buesa, poeta incomparable. Un abrazo.

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