16 abril, 2024

El Mall de Dios

El viejo Akiba era sumamente pobre. Su casa teína una chimenea. Una noche tuvo un sueño: En un país muy lejano existía un castillo y el castillo tenía un puente, bajo el puente había un tesoro escon-dido; un tesoro tan fabuloso que si él lo poseyera resolvería todos los problemas de su vida. Apenas despertó, se puso en camino hacia ese desconocido país. Al cabo de unos días encontró el castillo con el puente de sus sueños. En un descuido del guardia, Akiba es metió bajo el puente y se puso a cavar, buscando su anhelado tesoro.

Estaba enfrascado en tu excavación y, de pronto, oyó un fuerte grito: – ¡Eh, tú, viejo! ¿qué haces allí, qué buscas? Akiba no tuvo más remedio que contarle al guardia su sueño. Cuando el guardia oyó el relato, echó una estridente carcajada, y dijo: ¡Qué ingenuo! ¿Tú crees en los sueños? Yo soy más realista que tú. Yo no creo en los sueños. Esta misma noche he soñado que en un lejano país hay un tal Akiba, que tiene una chimenea en su casa, bajo la cual hay escondido un tesoro. Y, aquí estoy en mi trabajo diario. Yo no vivo de sueños, sino de mi trabajo.

Akiba oyó el relato del guardia lleno de asombro: el desconocido Akiba del sueño era él… Inmedia-tamente, a toda prisa volvió a su casa… Allí, justo bajo el chimenea, encontró un fabuloso entierro de monedas de oro y joyas preciosas.

La historieta es sólo un viejo cuento; pero encierra una verdad muy actual: Cuántas veces pasamos muchos trabajos, y buscamos lejos la felicidad, lejos, cuando la tenemos, si sabemos buscarla dentro nosotros mismos. En Navidad, por ejemplo, las calles se llenan de gente que va, frenética, de un centro comercial a otro, buscando algo con qué hacer felices a los suyos, cuando eso que tanto buscan, lo tienen dentro de su propio corazón. La felicidad no depende de “algo”, sino de “alguien”.

Es prudente que en estos días nos preguntemos: “De verdad, esto que quiero regalar a mi cónyuge, a mis padres, a mis hijos, a mis hermanos, a mis abuelos ¿eso, les va a dar realmente la felicidad que tanto añoran? La felicidad ¿es algo que debo dar o simplemente desear? ¿no estaré empeñado en dar a los míos regalos costosos, algo material, para conseguir lo cual debo desprenderme de un poco de dinero, cuando lo que ellos anhelan en el fondo de sus almas son regalos valiosos, para lo cual he desprenderme de mí mismo, de mis egoísmos y de esas cosas que me ponen triste, no sólo a mí, sino también a ellos durante todo el año? ¿Por qué empeñarme en dar sólo en navidad la migaja de alegría de un regalo material cuando yo soy capaz de dar torrentes preciosos de regalos espirituales, con el simple hecho de limpiar para siempre mi corazón de toda maldad? ¿No será este regalo material un truco y una estrategia que me sirve para negarles a ellos esos cambios de actitudes espirituales que necesitan ver en mí desde hace tiempos? Ciertamente, la Navidad es la época más “afectiva” del año ¿por qué no transformarla, por lo mismo que es tan afectiva, en la época más “efectiva” del año, dan-do un giro sincero a mi vida? ¿Por qué dar regalos costosos, si de lo que se trata es de dar regalos valioso?

El Mall de Dios

De acuerdo. Pero, ¿dónde podemos buscar y encontrar esos regalos nada costosos pero muy valio-sos? Hay un mall donde los vendan.

El demonio, cuando entramos en tratos con él, es un gran negociante: siempre gana. Nos quita nues-tros mejores tesoros. Nos quita lo más valioso de nuestra vida y, a cambio, nos da las monedas falsas que hace invivible nuestra vida y se la hacemos invivible a los demás… Nos quita la pureza, la since-ridad, la fidelidad, la bondad, la mansedumbre, la dulzura; y, a cambio, nos da las monedas falsas de la lujuria, la mentira, la traición, la infidelidad, el engaño…; con lo cual llena nuestro corazón de tristeza, vacío, remordimientos y lejanía de Dios y de nuestros seres más amados… Nos arrebata la paz, la alegría y la felicidad y nos deja en la angustia, la tristeza, el vacío y la soledad…

Dios, por lo contrario, cuando entra en tratos con nosotros, es un mal negociante: siempre se queda con lo peor, con nuestra monedas falsas y nos da lo mejor, Sus más caros tesoros.

Dios ha inaugurado un mall, donde nos recibe las falsas monedas que nos dio el demonio, y nos da Sus tesoros más maravillosos; aquellos que nos dan felicidad y nos hacen capaces de dar paz, alegría y felicidad a los nuestros: Ese mall se llama Mall del Perdón, y, para los católicos, el Mall del Perdón se llama Confesonario.

Pedir perdón y ser perdonados. El Confesonario, es allí donde podemos comprar lo que nuestro espo-so, esposa, hijo, hija, padre, madre, hermano, hermana, abuelo, nieto… quieren recibir, sin mover para nada la chequera, la libreta de ahorros o la tarjeta de crédito: amor verdadero, fidelidad auténtica, respeto legítimo, compasión no fingida, bondad de la buena y nobleza verdadera.

No busquemos lejos y fuera de nosotros, los tesoros que podrían resolver para siempre el tema de nuestra felicidad y, sobre todo, el de la felicidad de los demás… En esta Navidad, no demos regalos costosos, sino valiosos; no los que nosotros queremos dar, sino lo que los nuestros anhelan recibir, quizá desde siempre…

Lista de regalos

Hay regalos para toda la familia y hay regalos especiales, según las cada cual necesita. Usted coja un papel sencillo y un sobre. Pon en el papelito aquel regalo valioso que tú sabe que el otro anhela. En-trega este sobre cerrado en esta Navidad, en la Nochebuena; mejor antes, para que la felicidad llegue más pronto. Elije el regalo de tu esposo, de tu esposa, de tu padres, de tus hijos, de tus hermanos, de tus nietos y tus abuelos: Afabilidad, amabilidad, amor a la verdad, bondad, buen humor, caridad, castidad, compasión, comprensión, confianza, cortesía, delicadeza, desprendimiento, diligencia, docilidad, dominio propio, espiritualidad, fe, fidelidad, fortaleza, generosidad, gratitud, honradez, humildad, justicia, laboriosidad, lealtad, mansedumbre, misericordia, modestia, nobleza, obediencia, orden en el tiempo, orden en las cosas, paciencia, paz , penitencia, perdón, perseverancia, piedad, prudencia, puntualidad, pureza, religiosidad, respeto, responsabilidad, sacrificio, serenidad, servicia-lidad, sinceridad, sonrisa, templanza, ternura, tiempo, valentía, valor…

Y, quizá mejor, entra en su corazón, y pregúntate o pregúntales ¿qué regalo valioso quieren recibir ellos en esta Navidad y para siempre?

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No hay comentarios

  1. gracias padre paulino,una interesante homilia digna de quien la penso, ud., no me cabe duda! hombre de DIOS y pastor bueno y humilde. ejemplo de vida que todos deberiamos emular, si no fuese por el dirio vivir y la realidad de la vida que para esta criatura de DIOS se le complicado increiblemente luego de 67 anos de plena felicidad hogarena, en 6 meses (del ano 2011) perdi los dos mas grandes tesoros que yo creia eran mios y que iva a tenerlo por siempre, al menos mientras yo viviese! esta muy freco todo, espero que el tiempo, con la ayuda de DIOS, sanen mis heridas! gracias padre Paulin, por favor, siga orando por sus seres queridos, que nos incluimos todos sus feligreses, para que DIOS nos cubra con su manto!

  2. Padre!!!! compartire esta lectura tan bonita, interesante y con un mensaje muy claro, el MALL DE DIOS es el confesonario, ahi es donde verdaderamente Dios nos da todo, le entregamos lo peor de nosotros y a cambio recibimos paz, aliento para seguir adelante, realmente es ahi donde nuestra alma se renueva. Q Dios y la Virgencita lo sigan iluminando para que con esas lecturas nos deje una enseñanza grande y valiosa para el alma.

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