25 abril, 2024

La falta de seguridad y sus causas

Me llamó la atención el resultado del plantón por la seguridad ciudadana. Por emergencias de mis pacientes no pude llegar al inicio, pero llegué 40 minutos más tarde y me llamó la atención encontrar tan sólo unas doscientas personas en el plantón, cifra extremadamente pequeña para la magnitud del problema. Conversé con algunos amigos y conocidos que encontré allí y luego lo he hecho con otros para tratar de comprender el porqué de la indiferencia ciudadana en un tema de tanta importancia.

El denominador común de respuestas de la gente que no asistió, es el cansancio de ver los resultados negativos de este tipo de manifestaciones. Simplemente se reúnen, gritan, reclaman y nadie toma ninguna acción correctiva sobre el problema. Solamente algunas personas del Gobierno que se encargan de tomar fotos a los que gritan y anotan nombres de los revoltosos que conocen y nada más.

De acuerdo a lo que se colige de las acciones realizadas en ese tiempo, aparentemente el ex-ministro Larrea y su brazo derecho, el tristemente célebre Chauvín, hicieron una excelente labor de hormiga en la frontera norte, al parecer con la venia del Gobierno, cedulando a cuanto terrorista de las FARC pudieron, para otorgar ciudadanía ecuatoriana a la gente perseguida de Colombia, para que se puedan refugiar en el Ecuador. Esto es lo que debe haber traído la semilla de la delincuencia grave. Ya estamos “saboreando” los resultados: Laboratorios clandestinos donde se depuran toneladas de droga, secuestros exprés, asaltos, asesinatos, sicariatos, que hace apenas tres o cuatro años eran conocidos por nosotros solamente por noticias de prensa de otros países. Nuestro país está creciendo aceleradamente en delincuencia.

En las declaraciones de nuestro Presidente del sábado pasado, él dijo que Nebot pidió la eliminación de 500000 supuestas cédulas falsas y yo creo que Correa tiene razón. No se puede considerar cédulas falsas las que repartió Chauvín. En realidad se trata de una cedulación a gente indeseable, pero si el Gobierno dio la venia, no se pueden llamar falsas.

En realidad las leyes de nuestro país defienden al delincuente, no al hombre honrado, atacan al rico sin importar si su riqueza es bien o mal habida y protegen al pobre, sin ver si éste es una persona honesta o un asesino de la peor calaña. Se sabe que cuando se encierra a un criminal, este saldrá libre a los pocos días, porque nadie se atreve a presentar la denuncia, ya que si lo hace, él o su familia sufrirán las consecuencias. Además los Jueces son también amenazados si no los liberan.

No es cuestión de quien tiene la culpa, sino de poner soluciones. Si el Gobierno quiere en verdad detener la delincuencia y la corrupción, lo que pide Nebot son requisitos indispensables para lograrlo. Puede no haberlo hecho con las palabras apropiadas, pero si no se acaba con el contubernio actual, se endurecen las penas y se obtiene la reclusión obligatoria, este país será tierra de nadie. Se podrá decir con propiedad: “La Patria ya es de todos los delincuentes.”

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Si entendemos por democracia una organización social en donde hay amplias y generosas posibilidades de vivir un destino creativo, desde un referente colectivo para la formación individual de cada integrante, en un contexto de justicia y libertad, es necesario aclarar que tal situación no existe en ninguna parte del planeta tierra.

Ni en los llamados países del primer mundo. Peor en los calificados despreciativamente como tercermundistas. ¿Qué aceptamos y defendemos tanto, entonces, cuando reclamamos por un modo de vida democrático? Antes que nada, la actividad eleccionaria, mediante el voto aupado desde las masas pero atraído por el personalismo de los candidatos, con o sin línea doctrinaria partidista, sólo ha generado una chata participación ciudadana. Situación, por cierto, estructurada en el clientelismo político enredado en mafiosas, delictivas e inmorales gestiones económicas.

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