25 abril, 2024

Luis Napoléon Dillon: ¿Patriota o Vengador? – Parte Final

Los veneradores de Dillon le atribuyen el ser pionero en numerosas gestiones, como haber sido el primero en proponer reformas al sistema bancario, contactar a Erwin Kemmerer para contratarlo y ser el impulsor del Banco Central. ¿Qué dice la historia documentada sobre estas iniciativas?

Los banqueros se daban cuenta de que el sistema económico y monetario debía cambiar. Ellos solicitaron al Presidente Córdova: “… el restablecimiento de una situación monetaria sana y estable…” -y para ello proponían la venida de un experto monetario extranjero para hacer un profundo análisis de la situación económica del país, para aplicar, por parte del Gobierno, las medidas aconsejadas. Los peticionarios señalaban que “…estarán dispuestos a cooperar con el gobierno, contribuyendo proporcionalmente al capital pagado de cada uno a los gastos que demande la venida de ese experto monetario….nuestra contribución se pagará bajo la condición de que el consejo que el experto dé, será seguido escrupulosamente por los Poderes Públicos”. Nos estamos refiriendo al economista Edwin Walter Kemmerer, profesor Emérito de la Universidad de Princeton, que vino a asesorar al gobierno de Isidro Ayora a un costo de ochenta mil dólares (en 1925 la cotización promedio equivalió a 4 sucres por dólar).

La idea de tener Banco Central en Ecuador no fue nueva, en los mil ochocientos setenta, se comentó en las sesiones del Congreso. En 1880, el Ministro de Hacienda, Martín Ycaza Paredes propuso crear Bancos Nacionales en Guayaquil, Quito y Cuenca; también lo hizo Alberto Muñoz Vernaza, pero recibieron fuerte oposición por cuanto se temió que los gobernantes se dedicarían a imprimir enormes cantidades de billetes sin respaldo, que causarían una espiral inflacionaria. Unos años más tarde, en 1890, Antonio Flores Jijón, cuando ejercía la Presidencia de Ecuador, presentó en el Congreso el proyecto para crear el Banco Nacional, pero la oposición lo desechó. En 1912, el Gobierno de Leonidas Plaza, trató de establecer un Banco Nacional, una especie de Banco central que se capitalizaría con un préstamo de un millón de libras esterlinas. En 1922, Juan Cueva García presentó un proyecto en la Cámara de Diputados y en 1925, Víctor Emilio Estrada presentó otro.

Ningún estudioso de la economía fue más crítico de Dillon que Víctor Emilio Estrada. Con motivo de una publicación de Eduardo Santos C. Sub-decano de la Facultad de Economía de la Universidad Central de Quito, en el Boletín Trimestral correspondiente a marzo, abril y mayo de 1952, en la que se refería a Estrada y en los mejores términos de Dillon, Don Víctor le escribió el 8 de septiembre del mismo año:

“…tenia escrito el libro Moneda y Bancos en el Ecuador, en el que proponía justamente hacer lo que la revolución de Julio quiso hacer y no pudo hacer. Mi libro Moneda y Bancos en el Ecuador es la primera proposición concreta para estabilizar el sucre y terminar con el papel moneda. Curiosamente es también la primera solicitud concreta firmada por un banquero para que se establezca una Superintendencia de Bancos en el país. Temeroso de que un Banco Central fuese usado como una máquina de imprimir moneda como efectivamente lo fue, mi libro proponía una simple caja de conversión. Cosa curiosa que también usted ignora: si ud. lee el libro Casos y Cosas de Luis Napoleón Dillon, a quien Ud. cree el salvador del Ecuador, podrá encontrar en dos de sus páginas enormes elogios personales para mí,…Indudablemente si me dejara llevar por esos elogios yo debiera ser el autor del artículo de Ud. a favor de Dillon, pero conociendo la historia del país y con Ias pruebas por las que el Sr. Dillon quería y la razón por la cual imaginó el 9 de julio, tengo la pena de tener que olvidar los elogios que hizo de mí y escribir simple y llanamente para la Historia, a fin de que los que vienen después no se presenten como historiadores indocumentados”.

Una nota final sobre el cierre del Banco Comercial & Agrícola, el gran trofeo de Dillon. Nadie mejor se encuentra calificado para proporcionar juicio de valor sobre la conducta de Urbina Jado que el liquidador del Banco Comercial & Agrícola, quien dedicó 6 años de su vida a pagar a todos los acreedores. En 1934, al terminar su trabajo de liquidador en su último informe, expresó:

“El 8 de Julio de 1925, la nación, representada por el Gobierno, adeudaba al Banco Comercial & Agrícola la suma de $ 26’757.060,36. En esta misma época el banco tenía una reserva de oro por un valor de $ 3’716.164,05 y la circulación de billetes ascendía a la cantidad de $ 25’790.394,00”.

“De acuerdo con la antigua Ley de Bancos, el banco podía tener en circulación el doble de su reserva en oro, o sea de $ 7’432.320,00, de manera que, la cantidad de billetes emitidos fuera de reserva sumaba a $ 18’358.066,00, pero la deuda del Gobierno al banco en aquel tiempo valía $ 26’757.060,36; esto es, el exceso de circulación no llegaba al valor de la deuda del Gobierno. Sin tomar en cuenta que era el Estado el verdadero causante de este exceso de circulación, y sin consultar ningún principio de justicia, se le aplicó al banco por concepto de multa, intereses, una rebaja a su acreencia por más de TRES MILLONES DE SUCRES, por dicho exceso, reduciendo la deuda de Gobierno para con el banco de $ 23’370.000,00. Esta deuda fue pagada por el Gobierno al banco por medio de dos certificados, uno por $18’390.000,00, otro por 3’298.000,00 y el saldo, mediante otros arreglos. Parece que con esta excesiva multa impuesta al banco por las emisiones de billetes efectuadas para llenar las necesidades del Gobierno, hubiera quedado terminado el incidente, pero no fue así. Por razones, cuyo fundamento no alcanzo a comprender, se le obligó al banco a reconocer al Gobierno el uno por ciento de interés anual por espacio de diez años, sobre el Certificado de $18’390.000,00 sujeto a una escala descendente fijada, también ignoro por qué causa, en $2’000.000,00 anuales. Esto en si parece pequeño, pero constituye para el banco una pérdida de UN MILLON DE SUCRES más, es un castigo demasiado fuerte por haberse prestado a ayudar al Gobierno en sus necesidades, y que constituye para el banco la pérdida total de su Capital y parte de Fondo de Reserva”.

El Banco Comercial & Agrícola no debió ser cerrado, tenía suficientes activos para seguir operando; entre ellos, el Ingenio San Carlos que posteriormente se vendió a inversionistas guayaquileños. Lamentablemente prevalecieron la pasión y odios políticos característicos de la sociedad ecuatoriana.

Los revolucionarios julianos se equivocaron cuando pensaron que con la eliminación de la Banca privada de emisión y creación de la Banca central, los gobiernos terminarían con las emisiones inorgánicas. A los pocos años de funcionamiento del Banco Central, un Presidente de Ecuador le obligó a prestar al Ejecutivo 10 millones de sucres, fabulosa cantidad de dinero en los años treinta, lo que motivó la renuncia del presidente del directorio.

Si se analiza fríamente la historia de la Banca ecuatoriana desde su fundación hasta la creación del Banco Central en 1927, hay que concluir que ella cumplió la función de Banca de desarrollo; en todos los proyectos de infraestructura, los bancos emisores facilitaron los recursos a los gobiernos, en algunas ocasiones, violando la ley por presión de los gobernantes.

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Guayaquil sí tuvo sus milicias como demuestra el documento reproducido a continuación, que forma parte de una lista de más de 50 páginas con nombres de oficiales del ejército de Guayaquil, mostrando la carrera militar a través de cargos y fechas. El título de la lista es Segundo Escuadrón de Milicias Disciplinadas de Guayaquil. El documento se refiere al Comandante José Matías iniciado en la carrera militar en 1808, gradualmente promovido hasta convertirse en ayudante militar del Virrey en 1819, un año antes de la Independencia de Guayaquil y al Capitán Darquea. Una parte de estas milicias debieron pasar a órdenes del Gobierno de Guayaquil, después de su Independencia y seguramente sirvieron para crear la División Protectora de Quito bajo el mando de Febres Cordero y Urdaneta, quienes fueron los primeros en iniciar la lucha por la libertad de Ecuador, mucho antes de la llegada de Sucre y su ejército.

Sobre el aporte económico de los guayaquileños a la Independencia de Guayaquil, los préstamos forzosos nunca fueron recuperados, los préstamos normales debieron convertirse en deuda interna del Gobierno Ecuatoriano, cuando Vicente Rocafuerte estando de Presidente, estableció la contabilidad del sector público. Numerosas obligaciones no fueron canceladas. En el Archivo Histórico de Guayas hay juicios de empresarios guayaquileños solicitando el pago de dineros, servicios o bienes aportados durante la Independencia de Ecuador. Frecuentemente los dueños de embarcaciones las ponían a disposición de Olmedo y Sucre para movilizar tropas. Son numerosas las cartas de Olmedo a Bolívar, San Martín, Sucre y otros, expresándoles que ya no puede exprimir más a los empresarios.

Los temores de Bolivar

El fantasma por los efectos de una anexión contraria a la voluntad de los guayaquileños, persiguió por mucho tiempo al Libertador: “En cuanto yo me vaya a Bogotá cargarán al galope todas las pretensiones de estos señores guayaquileños, peruanos y quiteños sobre el pobre general Sucre, al que le conceden eminentes cualidades menos la energía. Aseguro a Vd. con franqueza que, a pesar de la aparente tranquilidad en que nos hallamos en el Sur, yo comparo este país con el Chimborazo, que exteriormente está muy frío mientras que su base está ardiendo (…) Vd. crea amigo que esto está sumiso porque yo estoy aquí con 2.000 hombres de la Guardia y que estos 2.000 hombres no bastarían, si yo me fuese antes de dejar bien establecido el sistema” (Bolívar a Santander, 13/08/1822). Esto es lo que muchos historiadores ecuatorianos llaman sumisión voluntaria.

Otros que tratan sobre la independencia y de los años colombianos, tienden a minimizar las conquistas de Guayaquil, y sus luchas por la independencia. Parece ser que apocarlas es el único medio de elevar los méritos de sus propias comunidades o provincias. Al referir acontecimientos de significación histórica, que han demandado sacrificios a Guayaquil y a todo el litoral, lo homogenizan con el término “país quiteño”, es decir, la negación histórica de nuestras individualidades y diferencias. Según se entiende, con esto quieren incluir a todo el país en una sola identidad, lo cual no es así. Cuando se refieren al Departamento del Ecuador, no omiten colocar a Quito entre paréntesis, dando a entender lo de siempre, que tampoco existen en la Sierra ni siquiera Guaranda, u otras ciudades que la capital, ni otros ciudadanos que los capitalinos.

4 comentarios

  1. La Revolución Juliana es uno de los acontecimientos políticos menos explorados entre los historiadores. Guillermo Arosemena ha sido el más documentado y el más persistente en revelar el trasfondo de un suceso pretendidamente reivindicador en lo social pero que únicamente persiguió terminar con la influencia de Guayaquil en la vida del Ecuador para establecer un régimen concentrador y regionalista, un quiteñocentrismo sin fisuras. Años después se abrieron algunas grietas propiciadas por el espíritu autonomista hasta el advenimiento de la Revolución Ciudadana, un fenómeno socio-político basado en el odio a Guayaquil y en el absolutismo como instrumento de gobierno, con un Ejecutivo que ha absorvido todas las funciones del Poder y los organismos de control. Una dictadura sin bozal que hiere, ultraja y humilla la tradición democrática.
    Muchas gracias Guillermo Arosemena por sus continuos aportes a la revisión de la historia desde el llano, luego de un largo período de mitos y tergiversaciones venidas de las alturas.

  2. Con usted he aprendido bastante. Muchas gracias señor Arosemena por ese valioso aporte para que conozcamos nuestra propia historia.

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