29 marzo, 2024

Por los 45 años de un sueño.

Fue, en verdad, una noche maravillosa esa de los 45 años de uno de los sueños de Rosa Amelia Alvarado-Hogar-la Revista que, en principio, fue de la mujer, aunque en este tiempo compartido con el varón, sigue siendo siempre de, nosotras, las mujeres.

45 años, “enlazada entre 2 siglos”, absorbiendo en sus páginas los momentos marcados por mujeres de afuera y dentro del País.

La aprendí a leer en el salón de belleza, donde buscaba la “última Hogar” y me ponía al día de cosas de la vida. Otras veces hubo y hay en que la traía a casa ya pagada por mi, no siempre, pero la incluí en mi versátil lectura.

Soy lectora indiscutible, no se qué sería de mi, si no lo fuera.

De Hogar puede hablarse de algunas épocas de ella, hubo una entre mis idas y regresos del CEDAW en la ONU, en la década del 80, en que publicó la síntesis de mujeres ecuatorianas ¡Gracias! ¡mil veces gracias! porque también me tomaron en cuenta alguna vez, lo que significó, un estímulo a superarme…

Ahí no conocía a su mentora, no sabía quien era, ni cómo era; porque ella jamás fue preponderante de sí, aunque bien lo merecía ser.

Rosa Amelia Alvarado Roca, mujer fuerte, decisiva y de una ternura inigualable.

Tuve la suerte de conocerla por mi amiga Celeste una tarde ¡Qué tarde! En su casa conocí su universo excepcional: entre la colección de abanicos de su madre y sus orquídeas, el punto infinito de su palabra. Más tarde volví a encontrarla como poeta, mujer amante del amor estremecido, entre el mar, la rosa y la pasión. Toda ella en cada palabra hecha verso y en cada verso un poema.

Pero hubo más aún, un vínculo espiritual que me unió a ella, sin saberlo, Olga de Rigail, su amiga casi hermana; amiga mía también por más de medio siglo desde su niñez y la mía: hermosa niña de tez blanca y trenzas castañas y yo declamadora de versos en la escuela, lazos que se estrecharon, cuando grandes, entre mi hombre y mis hijos.

Saberla su amiga, es indicativo noble de conocer el alma humana, para elegir la que se merece ser su “amiga-hermana”

¡Ah Noche de Septiembre de los 45 años de Hogar; maravillosa noche de Paris! donde mi alma tembló emocionada.

Digno de mencionar el regio marco decorativo: La torre Eifel levantada en rosas rojas nos dio la bienvenida; luego a la entrada del salón de recepción esa como ánfora jarrón gigante, que me subyugó tanto por los lirios rojos.

La evocación de Paris, revivió mis días en sus calles y parques de mis varias estancias y luego ese año 2000 en que con mi hombre amado fuimos a “recoger recuerdos”- talvez por última vez- El, sentado en una banca y yo dando vuelta delante con mis brazos en veleta, viviendo el vértigo de mi regreso a la Eiffel; ¡con mi hombre!

¡Gracias Rosa Amelia!, por esa noche que fue casi un mundo y que luego minuciosamente se la relaté a mi amado y logró que repasáramos hasta la madrugada, nuestras correrías de la Bastilla y la nueva Opera de nuestra calle repetida al bajar del metro y las idas y venidas desde el Trocadero, a la Madelaine, Montmatre y el Sena, hasta la Eiffel…

Punto aparte, su discurso muy sentido: de palabra poética y filosófica, decantada entre su inteligencia y los filamentos sensibles de su espíritu: historia, arte, filosofía, literatura, etc…

Y entonces el final, donde vibró el temple de casi una “gloriosa” sobre la libertad de la palabra, de esa, que no debemos permitir que la encierren. Y ahí Rosa Amelia, se sublimizó; era la voz procera de sus ancestros de la palabra libre, de digna ecuatoriana; ¡gran guayaquileña!…

Y entonces, salí también esa noche en busca de mi palabra, la de Periodista tan amenazada, este último tiempo en que el temor ronda entre las rendija de la Patria.

¡Basta ya del miedo cómplice! a quienes quieren encarcelar la palabra libre, como el derecho del hombre a existir, porque como bien lo dijo ella “sin libertad el hombre muere de silencio”… “no se debe encarcelar la palabra, ni los sueños…ni el pensamiento” “sin libertad, de silencio morimos poco a poco…”

A lo que yo acoto-sin libertad mueren los pueblos y está en nuestras manos no dejárnosla arrebatar

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