23 abril, 2024

La necesidad de los cambios…

Aunque no pueda, en la mayoría de los casos, captarse objetiva y directamente, todo está en permanente cambio. En continua transformación. La naturaleza, la sociedad y el pensamiento es un dejar de ser sin descanso y sin descanso, casi fortuitamente, aparecen la motivaciones de conciliación y encuentro. Y estas motivaciones encuentra en muchos las razones para estar más de acuerdo con el estaticismo de las cosas.

¿No es que, incluso, cambiar, es provocar la inestabilidad de lo que, de alguna manera, bien o mal, ya es manejable, ya es garantía sobre lo que puede profetizarse, sin mayores riesgos o pérdidas? El camino trillado es preferible, dice la comodidad a la que el humano es tan afecto, antes que improvisar uno nuevo cada cierto tiempo. Dejar de ser uno para empezar a realizarse, a conformarse, a desarrollarse como otro cuesta bastante, en veces demasiado y, sobre todo, sin estar claro de los resultados pertinentes, que no siempre son controlables.

Semejante situación le da al costo original un sobre valor de incalculables consecuencias sicológicas y sociales. Eso de quedarse “sin piso”, aun siendo prevenido, genera una sensación de casi perder la propia identidad. Pero las cosas cambian… El espejito del cuento de Blanca Nieves que, nadie quiere dejarlo, peor hacerlo trizas, no es el mejor compañero, ya que solo asegura a cada quien su inmovilidad en la actuación de su farsa…

El miedo, el temor a los cambios está dado, igualmente, por los mismos valores de la sociedad que acuna a sus miembros. ¿Acaso los símbolos, las costumbres, las creencias no son transferidas de una a otra generación como hilo de Ariadna, para salvaguardar el sentido de una eternidad que nadie conoce y está, por definición, prohibido de sentirla, peor vivirla? Pensar que los faraones ordenaban momificar sus cuerpos y estar acompañados de comidas, vestidos y joyas, para despertarse en un más allá idéntico al más acá en donde eran enterrados.

Colosal absurdo del sentir estático! ¿ Todo igual a sí mismo?. ¿Por siempre y para siempre?. ¿Qué es, entonces, la creatividad? Sencillamente cambio. Transformación. Trascendencia. Pero toda creatividad verdadera, más allá de toda palabra martirizada en la falsedad de su pronunciación, conlleva un destino. Lo grave en los cambios, por demás racional, es cuando la imposición sufraga su accionar. Nadie sabe porqué ni para qué, pero hay orden de cambiar…

El menor cambio, sin embargo, de acuerdo a todos los sistemas de comunicación conocidos, es poseer una información mínima capaz, eso sí, de permitir intervenir en el análisis y participación de lo nuevo, con propio criterio. ¿Olvidar la “disonancia cognoscitiva” plateada por Festinger que nadie puede apoyar algo, conscientemente, si internamente hiere su yo?

No es de ahora la obligación de los cambios por decreto. Las ideologías del poder por el poder han manejado muy bien este camino. Lao Tse defendía contra Confucio, hace más de 2.500 años, la integridad del hombre en peligro de convertirse en un número de la burocracia imperial, tal cual quería el cambio para el mantenimiento de la monarquía.

La locura del nacional socialismo, el nazismo hitleriano, 2.500 años después, insistía en la necesidad de cambiar la visión humana de las cosas por la inhumanidad del racismo. Banderas, signos, desfiles, gritos de lucha, sesiones de radio para mentir, insultar, atemorizar. Propaganda de alta costura pero de contenidos miserables. Imposición por imposición. Prepotencia por prepotencia. Es la hora de los cambios indeseables. Hay que obligar a las bravas a que todos agrupen, tuguricen sus mentes, sus cuerpos, sus aspiraciones al ritmo del grito del autoritarismo, semejante al ladrido del perro, que recuerda a las ovejas que no deben separarse y continuar en el rebaño.

Es el tipo de cambio, por supuesto, que nadie quiere, aunque haya necesidad de cambiar. En el juego del poder por el poder en que la razón le hace espacio a la brutalidad, el látigo despunta en el instrumento del cambio. ¿O sea, el látigo para los humanos, cuando tal cual dijera alguien, con bastante acierto, “el látigo no es más que el derecho de los bestias”? En el cambio dirigido que busca, el poder solo logra involucionar a la fuente zoológica de donde proviene! Pobreza de la condición humana…Tragedia en el sentido humano de la vida…

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