19 abril, 2024

De los conceptos autonómicos a la manipulación cognitiva

Bueno, ya conocemos las “excentricidades” del Presidente venezolano… Hablar de “separatismo” y referirse a Guayaquil, no solo demuestra un supino desconocimiento de la realidad ecuatoriana sino que también expresa una vez más la inocultable manipulación cognitiva que se intenta ejercer sobre los conglomerados humanos –ecuatorianos-, muchos de los cuales no pueden –o no quieren- reflexionar acerca de las terribles consecuencias de permitir que “desde el exterior” se nos haga una intervención desde todo punto de vista desnaturalizada en el fondo y en la forma… ¿verdad?

La autonomía como concepto es una realidad que trasciende al ser humano. Veamos…

Cuando nace el hombre –y la mujer- son, sin dudas, los más indefensos personajes de la creación. Así pues, siendo heterónomos desde el inicio, se requiere que “alguien” lo alimente, lo cuide, lo asee, lo traslade de un lugar a otro –tarea de los padres-. Pero… ¡esto es solo el comienzo!. A través de un proceso formativo, más tarde o más temprano desarrolla su plena “autonomía” que implica hacerse cargo de su propio crecimiento y convertirse en una “persona plena”, que tome sus propias decisiones y que elija con libertad. Con las organizaciones ocurre algo similar y ni decirlo con las ciudades o los países. Planteo entonces, que la autonomía como concepto es ineludible. Guayaquil es y será autónomo desde siempre y para siempre, porque lo opuesto, el continuar dependiendo de otros –como en el caso de la heteronomía- no corresponde a un organismo que progresa, que crece, que mejora y que se arrumba hacia su plena realización. Así pues, las palabras dichas hace algún tiempo por nuestro Alcalde; eso de… “autonomía al andar” tiene explícitas razones y concuerda lógicamente con la definición conceptual que hoy me sirve para la reflexión.

El concepto de autonomía –en el ser humano- además, tiene que ser complementado con la sólida formación axiológica, sobre todo en el plano de los valores humanos, pues, a pesar de ejercer plenamente nuestra autonomía personal, convivimos con otros seres humanos a quienes debemos respeto, solidaridad y compromiso moral. Dicho esto, y haciendo una relación directa, el concepto autonómico lejos de alejarnos de los demás pueblos y provincias, nos obliga a reflejar dichos valores como ciudad en tanto vivimos en un país cuyas características nos acercan más que nos alejan. Así pues… ¿cómo entender el hablar de separatismo?. Ahí entra el tema de la “manipulación cognitiva”. Por supuesto, es cuestión de una receta preparada en la más obscura botica del mundo… verborragia, intensidad oratoria, saberse uno que otro discurso populista, rasgarse las vestiduras, echarle la culpa a quien sea y… ¡bingo!, se confunde el intelecto de quienes escuchan, se desconfiguran los procesos mentales guiados por las variables y se mezclan las emociones al punto de enloquecer el desarrollo cognitivo… de todos aquellos que se dejan manipular… ¡por supuesto!

Guayaquil es autónomo, no porque un decreto pueda afirmarlo, ni porque se le ocurra a uno que otro hijo de vecino, o porque un Presidente extranjero lo determine. No, no, Guayaquil es autónoma porque creció desde adentro; porque a pulso de vencer a los piratas, a los incendios, a los nefastos políticos que pasaron por su administración y a sus propios miedos y temores, sus hijos e hijas, mantenemos en alto el concepto legado por nuestros mayores… ¡Guayaquil por la Patria!, ahora y siempre. Destruirla no es posible pues nos trasciende, porque es un ente que vibra mientras exista el concepto representado por cada uno de quienes aquí vivimos y la hemos hecho fuerte y altiva… Lo otro, es inútil, tarde o temprano brillará la luz, recordemos que el momento más obscuro del día siempre es el que precede al amanecer… ¡se lo aseguro!

Artículos relacionados

El odio entre los ecuatorianos.

Uno de los objetivos nacionales de cualquier gobierno es la paz. Nada tienen que ver en este logro, la ideología política o la tendencia económica de quien ostenta el poder.

El mayor patrimonio de un ciudadano es su libertad y la tranquilidad social.

El ecuatoriano quiere vivir en un clima de bienestar para trabajar sin sobresaltos, agresiones o escándalos.

Solo las personas que tienen odio en sus entrañas, pueden odiar a los demás y hacer que estos se odien entre sí.

El odio es un sentimiento dañino que genera grandes sufrimientos. El que lo sufre vive un infierno corroído por las más bajas pasiones. El odio casi siempre es resultado de las frustraciones, envidias o complejos adquiridos en la infancia. El que odia se levanta diariamente solo para preguntarse contra quién debe pelear. Las razones de dicho pleito no son importantes en comparación de las ganancias personales que consiga del conflicto.

El puente de la avenida Las Monjas

El 30 de marzo de 2010 diario Expreso de Guayaquil publicó una nota titulada “El puente de las Monjas, a chequeo”. Según aquella información, la Dirección de Obras Públicas Municipales de Guayaquil realizó estudios estructurales en dicha construcción para detectar técnicamente los problemas de asentamiento que sufre la obra.

Este domingo 30 de mayo circulé por dicho puente y lo evidente es alarmante: la estructura cede aparatosa y peligrosamente, mientras que los conductores cruzan sobre él con sus vehículos preocupados por sus propios y personales problemas y ocupaciones. ¿Cuándo será este un problema real para el municipio de Guayaquil?

Es muy cierto que la refacción de ese puente no cuesta dos reales, pero puede que los daños que manifiesta con susto el puente ocasionen una catástrofe con heridos, contusos y ojalá no, muertes. Sólo así, entonces, se ejecutarán los estudios que se vienen haciendo hace años. Una carta de la señora Lastenia Garaicoa, publicada en diciembre de 2007 en El Universo, ya documenta la preocupación ciudadana que hoy pretendo revivir en esta columna.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×